EL FUERTE DE SAMAIPATA (Bolivia) (2ª PARTE)
El mayor enigma de Samaipata, puede apreciarse desde la distancia,… en incluso desde el cielo: son dos grandes acanaladuras de gran longitud que corren en paralelo sobre una de las laderas de la roca e interconectadas a la vez por numerosas canalizaciones menores en zigzag cuyo propósito en un principio es totalmente desconocido, y aunque algunos investigadores lo asocian a usos hídricos, otros a funciones meramente astronómicas e incluso no falta quien piense que formaba parte de una ceremonia en la que por los canales correrían sangre o “chicha”, lo único cierto es que los indígenas denominan a este conjunto de canales con el sugestivo nombre de “El Torso de la Serpiente Cascabel”.
Tal vez la explicación menos ortodoxa dada hasta el momento fue la dada hace ya algunas décadas por el investigador suizo Erich von Däniken, quien afirmó que la explicación para esas enigmáticas acanaladuras o raíles en paralelo sobre la superficie de la roca, no es otro que el de servir de soporte a una rampa metálica para el lanzamiento de naves espaciales o aeronaves, a modo de los “sky-jump” o catapultas de ayuda al despegue de aeronaves de algunos portaaviones modernos, que facilitan el vuelo en espacios reducidos (como lo sería un área selvática) y con un gran ahorro de combustible. Después de todo, ya los españoles recogieron a su llegada en numerosas leyendas de los nativos, acerca de que sus ancestros utilizaron en tiempos inmemoriales el antiguo emplazamiento de “El Fuerte” como “punto de unión con sus dioses” y que en “caballos voladores de fuego” ascendían para reunirse con ellos.
Estas mismas leyendas preincaicas, probablemente originarias de la ciudad de Tiahuanaco, siempre hicieron mención explicita a que Viracocha llegó al igual que el resto de dioses que le acompañaron, los llamados “Hijos del Sol”, desde el espacio, y siempre se le relacionó como un dios del cielo y del trueno, al cual se le puede observar a menudo con plumas que representan su inconfundible capacidad de volar, al igual que un pájaro. El título de “Hijos del Sol” fue el mismo que los incas usaron siglos después de la desaparición de Tiahuanaco.
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