LAS CARAS DE BELMEZ. PARTE 3
Una mancha de grasa fue el origen de todo. Apareció en el suelo de una cocina, y una mujer vio en ella un rostro. Así nacieron las caras de Bélmez en agosto de 1971. Medio año después, convertido el pueblo en el Roswell de la parapsicología española -con voces de ultratumba y todo-, la Prensa dictaminó que aquello era un fraude. Y el fenómeno cayó en el olvido hasta que Iker Jiménez se fijó en él. "¡Las caras de Bélmez son auténticas!", sentenciaba en un artículo que firmaba con su colega Lorenzo Fernández en la revista Enigmas en septiembre de 1997. El fallecido Fernando Jiménez del Oso, director de la publicación, aseguraba en el editorial que los dos periodistas aportaban "pruebas definitivas del carácter paranormal de las caras de Bélmez".
Al principio, fue una pareidolia. El 23 de agosto de 1971, María Gómez Cámara creyó ver una cara en una mancha del suelo de su cocina, como se ven formas en las nubes, en las mesas de mármol y en tantos otros sitios. Aquello montó tal revuelo en el pueblo que uno de sus hijos destruyó la imagen con una piqueta. De nada sirvió. A principios de septiembre, apareció en el mismo lugar otra -la conocida como La Pava-, que fue recortada y protegida tras un cristal. Y, en enero de 1972, surgió en el mismo sitio una tercera cara, más tosca, que fue recortada y tirada a la basura. El fenómeno era ya imparable.
Una información periodística, publicada en el diario granadino Ideal el 16 de septiembre, hizo que el fenómeno sobrepasara los límites de Bélmez. "Un rostro que aparece y desaparece en un fogón", decía el título. Habían pasado tres semanas desde el descubrimiento de la primera cara en la casa de Juan Pereira y María Gómez Cámara y ya florecían varios negocios en torno al misterio: la familia cobraba la voluntad por entrar en la casa, se montaban viajes organizados y la mujer vendía fotos de La Pava a 10 pesetas la unidad (el periódico costaba 5 pesetas entre semana y 6 los domingos).
Tras dedicar a las caras tres informaciones a finales de enero y principios de febrero de 1972, el diario Pueblo envió a Bélmez a Antonio Casado. Su serie de reportajes 'Las caras hablan', publicados entre el 14 y el 24 de febrero, elevó las caras a la categoría de misterio nacional.
Casi al mismo tiempo que él, hizo su entrada triunfal en el pueblo Germán de Argumosa, un parapsicólogo al que siempre ha gustado que le llamen profesor, aunque carece de estudios superiores y nunca ha dado clase en una universidad. Argumosa creía que las caras eran un fenómeno originado en el Más Allá y se puso a grabar voces de ultratumba, psicofonías.
El 21 de febrero, la historia dio un giro radical: un artículo de Julio Camarero apuntó al fraude en el diario de Pueblo y El Alcázar publicó un reportaje en la misma línea. El joven periodista desempolvó entonces las teorías del químico que le asesoraba, se hicieron análisis y se concluyó que las caras habían sido pintadas con sales de plata. Otros diarios siguieron defendiendo la autenticidad del fenómeno, pero el declive fue imparable.
Las caras de Bélmez acabaron arrinconadas en las revistas esotéricas. Cuando Iker Jiménez y Lorenzo Fernández resucitaron el enigma en 1997 argumentaron que su final se debió a "una operación oculta que tuvo como único objetivo aniquilar el misterio", que ellos bautizaron como Operación Tridente.
CONTINUARÁ...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario