El amor no existe, según las matemáticas

Un científico español elabora un modelo teórico que sugiere que las relaciones sentimentales duraderas y satisfactorias son prácticamente imposibles


El matemático ruso Lev Pontryagin, fallecido en 1988, nunca imaginó que su teoría del control óptimo, alumbrada para solucionar un contratiempo con un avión de combate soviético, se emplearía para explicar por qué en España hay un divorcio cada 80 segundos. Pero el profesor José Manuel Rey, de la Universidad Complutense de Madrid, lo ha hecho. Y las matemáticas han hablado: "Tener una relación sentimental duradera y satisfactoria es imposible, salvo contadas excepciones".

Rey ha metido en una batidora la segunda ley de la termodinámica y las ecuaciones de Pontryagin para explicar la llamada paradoja del fracaso: muchas personas se casan enamoradas y se comprometen a vivir juntas para siempre, pero aun así su matrimonio es un naufragio. Unos 800.000 españoles se han divorciado en los últimos tres años y el ritmo es similar en otros países de la UE.

"La sensación con la que una persona empieza un matrimonio se disipa como el calor de un vaso de leche; el amor no basta, hay que hacer un esfuerzo, seguir aportando calor al cazo", explica Rey. Hasta aquí, nada nuevo. El psicólogo estadounidense John Gottman aplicó la segunda ley de la termodinámica al amor en 2002 y, desde entonces, se gana bien la vida en una consultoría matrimonial en Seattle prediciendo el divorcio de parejas a partir de una breve conversación en un laboratorio. Pero Rey ha ido más allá de esta perogrullada.

Hace falta un sacrificio, evidentemente, pero ¿cómo tiene que ser este esfuerzo para apuntalar una relación para siempre? Su bello modelo teórico, plasmado en la revista científica PLoS ONE en una integral y una ecuación ininteligibles para cualquier persona ajena a las matemáticas, muestra "un mecanismo diabólico que hace que, aunque uno se case muy enamorado y diseñe muy bien su esfuerzo, sea muy fácil fracasar".

Al introducir variables como la sensación positiva que produce la relación amorosa y el coste del esfuerzo para mantener viva la llama, la máquina teórica de Pontryagin ha escupido tres conclusiones no tan obvias. La primera, según subraya Rey, es que de entre todas las maneras de esforzarse por sostener una relación, sólo hay una que funcionará, aunque la ecuación no dice cuál. En segundo lugar, el esfuerzo necesario siempre será mayor de lo esperado. Y, por último, es fundamental mantener el esfuerzo durante toda la vida para vencer a la inercia natural que, según muestran las ecuaciones de Rey, conduce de manera inexorable a la desidia dentro de la pareja.

El modelo teórico de Rey es reduccionista. Utiliza una ecuación que los ingenieros de la NASA emplean para ajustar el viaje de una nave espacial, pero cambia el espacio recorrido por la sonda por el amor; y el combustible necesario, por un esfuerzo abstracto. Sabe que se deja fuera millones de variables. "Cuando un fenómeno sociológico es tan masivo como el divorcio, es muy difícil pensar que existe una multiplicidad de causas. Hay que buscar un mecanismo simplificador, y el arte de las matemáticas es elegir las variables clave de un problema", aclara.

En sus ecuaciones, el esfuerzo es sólo una letra. En todas las parejas existe ese esfuerzo abstracto, aunque en unas signifique tolerar a la suegra y aguantar salpicaduras de orín en el baño, y en otras se traduzca en soportar cambios de humor o ronquidos estruendosos, por citar sólo algunos estereotipos.

Aunque la pareja sea ideal, homógama, como la conocen los sociólogos, el esfuerzo siempre será mayor de lo esperado. Incluso inasumible. Y el amor es "una sustancia que se enfría", según Rey. Parece saber de lo que habla: está casado.

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