LOS CULTOS CARGO: ¿SURGIERON ASI LAS RELIGIONES? (PARTE III)


Los indígenas observaron e imitaron. Primero estaba el rito en el que se juntaban a media tarde a beber. También estaba el baile, claro. Los ingleses se vestían con ropa verde, se echaban un palo al hombro y desfilaban de un lado a otro en lo que, sin duda, era un importante ritual religioso. Los melanesios se fabricaron tazas de madera y comenzaron a reunirse a beber todas las tardes con británica puntualidad. No tomaban té pero eso es lo de menos. También se hicieron trajes verdes con hojas de palmera y se fabricaron fusiles con bambú. Así ataviados desfilaban de un lado a otro imitando a los soldados británicos.

Más sorprendente aún para los ingleses fue descubrir que los nativos tenían un nuevo dios. En una pequeña isla de las Nuevas Hébridas, Tanna, fue donde comenzó el culto a John Frum pero pronto se extendió por toda Melanesia. Al parecer, un hombre blanco llamado John Frum había profetizado la llegada del Apocalípsis y, con él, el fin de la ocupación europea. El mismo John Frum estaría al frente de la canoa metálica que traería de vuelta a los antepasados y, ese día, los melanesios tendrían cargo de sobra para toda la eternidad y vivirían sin trabajar en un paraíso libre de ingleses.

Nunca se ha llegado a saber si este profeta está basado en alguna persona real o es una invención. Lo cierto es que en los registros ingleses no aparece un John Frum por ningún lado y tampoco hay constancia de ningún australiano con ese nombre. Sea real o no, John Frum se convirtió en el Mesías cuya segunda venida esperaban con ansia los indígenas. Para propiciar la llegada del cargo y los antepasados, de la mano de Frum, los melanesios comenzaron a construir imitaciones en madera de los barcos de vapor ingleses. No los usaban, no eran funcionales, simplemente los construían y los dejaban en la playa. Así, esperaban atraer a los verdaderos barcos con cargo, los de metal, los que visitaban a los ingleses.

Como todo buen profeta, Johm Frum dejó tras de si un importante número de reliquias. En algunas aldeas se rezaba a una chaqueta de aviador, en otras a zapatos o banderas inglesas... Los misioneros europeos estaban fuera de si. No habían conseguido que su mensaje calara lo más mínimo entre los melanesios pero, en cambio, los cultos cargo -había decenas de ellos y no todos tenían a Frum como profeta- se habían extendido por todas las islas con una velocidad y aceptación sorprendente.

Al comienzo de la década de los cuarenta, esta nueva religión recibió un impulso inesperado. Aunque los melanesios lo ignoraban una terrible guerra estaba sacudiendo el mundo y unos nuevos visitantes aparecieron en las playas. Eran muy parecidos a los ingleses y a la vez completamente diferentes. Los nativos quedaron completamente fascinados. Habían llegado los americanos.

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