LA HISTORIA (2ª PARTE)


Poco después se convirtió en zona de refugio para Los cátaros de la región hasta 1210, fecha en que Simón de Montfort lo tomó y entregó a su compañero de cruzada Pierre de Voisins. Hoy día no es posible describir con exactitud la génesis de la fe cátara, pero en el Languedoc el movimiento se convirtió rápidamente en una fuerza no desdeñable durante el siglo XI.

Los llamaban les Bonhommes o les Bons Chrétiens, es decir buenos hombres o buenos cristianos. Acusaban a la Iglesia católica de haberse alejado en exceso de los postulados originarios, en especial el de la pobreza apostólica. Preferían congregarse al aire libre o en casa de un vecino mejor que en las iglesias, y aunque tuvieron una jerarquía administrativa con sus obispos, todos los miembros bautizados eran iguales, en lo espiritual. También postulaban la igualdad entre los sexos. Se abstenían de comer carne (por razones ligeramente erróneas, como veremos luego), eran pacifistas y creían en una especie de reencarnación. También practicaban la predicación itinerante, para lo cual viajaban por parejas que vivían en la mayor pobreza y sencillez y se detenían dondequiera que hiciese falta ayudar y sanar.
Se declaraban adversarios fanáticos del símbolo de la cruz en tanto que morboso y funesto recordatorio del instrumento de suplicio en que Jesús halló la muerte. Aborrecían asimismo el culto de los difuntos y el consiguiente tráfico de reliquias, recurso principal con que la Iglesia de la época llenaba sus arcas. Pero el primer motivo de la enemistad eclesiástica fue que los cátaros no reconocían la autoridad del papa.

En 1207 el papa Inocencio III perdió la paciencia y excomulgó a Raymond VI conde de Tolosa por no haber procedido contra los herejes. Medida obviamente impopular, como se echó de ver cuando el legado papal que traía la noticia fue muerto por uno de los soldados de Raymond. Y ésa fue la gota que colmó el vaso; el papa convocó la cruzada contra los cátaros y contra quienes los ayudasen o simpatizasen con ellos. Esta proclamación se realizó el 24 de junio de 1209, fiesta de San Juan Bautista.
La cruzada albigense, comenzada en 1209 con el asalto a Béziers, continuó con la mayor brutalidad conforme una ciudad tras otra iba cayendo en manos de los soldados bajo el mando de Simón de Montfort. La campaña duró hasta 1244, es decir que los cruzados dispusieron de un tiempo considerable para hacer de las suyas.

Poco después de 1240 y conforme sus enemigos iban arrinconando a los cátaros sobrevivientes en sus reductos pirenaicos, ellos hicieron de Montségur su cuartel general. Durante los meses que duró el sitio se produjo un curioso fenómeno. Varios de los soldados sitiadores se pasaron al bando de los cátaros aun sabiendo perfectamente cómo acabaría la aventura para ellos.
La caída de Montségur creó muchos más misterios perennes que fascinaron a muchas generaciones, incluidos los nazis cazatesoros y los buscadores del Santo Grial. El misterio más duradero de todos es el relacionado con el supuesto Tesoro de los Cátaros, que cuatro de éstos lograron sacar la noche antes de la matanza. La naturaleza exacta del tesoro cátaro ha sido objeto de aventuradas especulaciones. Algunos postulan que debió de ser el Santo Grial —u otro objeto ritual parecido, de mucho significado—, mientras otros dicen que pudieron ser escrituras, o conocimientos, o que lo importante eran las personas de los cuatro cátaros en sí. Que tal vez representaban una línea de autoridad, o incluso personificaban, literalmente, el legendario linaje de Jesús.

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