EL PAVIMENTO AJEDREZADO


El Templo Masónico, al igual que el de Salomón, cristaliza el Arquetipo de la análoga estructura cósmica, resultado de las correspondencias y leyes que gobiernan la realidad universal.
Por lo tanto, en la Logia nada está situado al azar o de modo meramente ornamental, sino que muy por el contrario, cada símbolo manifiesto y cada gesto ritualístico representan una nota más en la Armonía del Mundo.En conexión con esto, hallamos el pavimento mosaico, formado por la alternancia de cuadrados blancos y negros como los del tablero de ajedrez en una intersección de líneas verticales y horizontales que representan, nuevamente, las energías celestes y terrestres en constante interacción, dando paso a la correlación de fuerzas pasivas/femeninas - activas/masculinas que se hallan en todo ser vivo.
Es, a su vez, imagen de todas las dimensiones de la vida, sus claroscuros, en los que el Iniciado debe vislumbrar su propio laberinto y proceso interior, el cual es imposible de dilucidar caminando por una sola vía, sino que debe buscar el equilibrio en este juego de bipolarización de las energías, complementándolas en el eje que las atrae el ser-Iniciado, recipiendario de tales fuerzas y puente entre la luz y la oscuridad.
Por otra parte, Guénon nos recuerda que “en el sentido más inmediato, la yuxtaposición del blanco y del negro representa, naturalmente, la luz y las tinieblas, el día y la noche, y, por consiguiente, todos los pares de opuestos o de complementarios (apenas es menester recordar que lo que es oposición en cierto nivel se hace complementarismo en otro, de modo que el mismo simbolismo es igualmente aplicable a uno y otro”, pero también que no se trata de una mera “dualidad maniqueísta”, como muchas veces se ha querido ver.
Muy por el contrario, encontramos aquí, dentro del orden metafísico, el simbolismo de lo manifestado y de lo in manifestado.
Sobra señalar el valor común que la tradición, sobre todo cristiana, ha hecho recaer sobre estos símbolos pictóricos. Baste recordar que el blanco es asociado con la luz y la pureza, así como con la divinidad y lo “diestro” y, el negro, por el contrario, con la oscuridad, el miedo, la no-existencia, extrapolándolo hacia el mal y lo “siniestro”.
Sin embargo, otras tradiciones Iniciáticas y esotéricas nos entregan una aproximación diferente en relación con dichos valores simbólicos: Para los templarios, quienes recogieron diversas vertientes Iniciáticas de Oriente y Occidente, esta dualidad se manifestaba claramente en aquél gonfalón o pendón de dos bandas característico de la Orden del Temple: el Beaucéant. En conjunción con la paté o cruz templaría, señalaban el camino de la realización superior a la cual se refieren los alquimistas (nigredo, albedo y rubedo).

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