EL FUERTE DE SAMAIPATA (PARTE I)


EL FUERTE DE SAMAIPATA (Bolivia). Los arque logos aseguran que fue un asentamiento religioso y político que se mantuvo a través de un largo periodo de tiempo que abarcó a distintas culturas. Las primeras dataciones, parecen señalar a los “mojocoyas”, uno de los primeros pueblos conocidos asentados en la zona y que probablemente iniciaron en su momento los primeros trabajos de modelación de la gran roca. Posteriormente a fechas tan remotas y hasta la conquista de los incas, el asentamiento de El Fuerte de Samaipata fue ocupado por pueblos de cultura “chané” o “chiriguanos”: todos pertenecientes a la etnia “arawak”, la que se extendió por toda la Amazonía, Orinoco, Antillas, norte de Colombia, etc., desde tiempos muy remotos. Posteriormente arribaron los incas, a partir del siglo XIV, convirtiendo a Samaipata en un importante centro político y administrativo, y también como asiento fortificado de frontera contra las continuas incursiones de los “chiriguanos” y los “guaranís”, que hostigaban sin descanso a los incas.

Una vez llegados al lugar los conquistadores españoles, recogieron numerosas leyendas de los nativos, acerca de que sus ancestros utilizaron en tiempos inmemoriales el antiguo emplazamiento de “El Fuerte” como “punto de unión con sus dioses” y que en “caballos voladores de fuego” ascendían para reunirse con ellos. Estas mismas leyendas preincaicas -probablemente originarias de Tiahuanaco-, siempre hicieron mención explicita a que Viracocha llegó al igual que el resto de dioses que le acompañaron, los llamados “Hijos del Sol”, desde el espacio, y siempre se le relacionó como un dios del cielo y del trueno, al cual se le puede observar a menudo con plumas que representan su inconfundible capacidad de volar, al igual que un pájaro. El título de “Hijos del Sol” fue el mismo que los incas usaron siglos después de la desaparición de Tiahuanaco.
Los mitos y leyendas preincaicos siempre asociaron a “El Fuerte” como un lugar de comunicación del hombre con los dioses. La serpiente, uno de los dibujos sobre la roca más representados en todo el conjunto arqueológico también siempre se asoció con la figura de los “dioses que vinieron de los cielos”, no ya solo en la región andina sino en toda América. La mítica “serpiente emplumada”, con capacidad para el vuelo y que sintetizaba la figura de dioses como el Kukulcan de los mayas, el Quetzalcoatl de los Aztezas o el Viracocha de las regiones andinas, constituye sin duda una de las primeras referencias a la hora de estudiar el culto llevado a cabo por las culturas precolombinas en el emplazamiento de “El Fuerte” y en el resto del ande.

En Tiahuanaco donde podemos encontrar esas mismas referencias que hacen mención al culto de un dios del cielo y el trueno llamado Viracocha, el cual aparece en numerosas ocasiones representado de igual manera (aunque a veces con distintos nombres), como lo fueron otros muchos dioses del área andina, según las leyendas de distintos pueblos, tales como los “guayakis”, “guaraníes”, “nandevas”, “caiguas”, “guarayos”, “mbyas”, “chapapoyas”, “comechingones”, etc.

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