LA ERA ATOMICA, PARTE 3. MECANICA CUANTICA



Pero gracias a Dios, los europeos no consiguieron aislar el neutrón, haciendo imposible pues la creación de la bomba atómica, que en manos de Hitler en los años treinta hubiese sido peligrosísima. Gracias a Dios, los europeos se hallaban muy ocupados intentando entender la extraña conducta del electrón.

El problema es que el electrón a veces se comporta como una partícula y otras veces como una onda. Esa dualidad inverosímil estuvo a punto de volver locos, a los ya de por si perturbadetes científicos. Durante la década de los años veinte se pensaron y crearon cantidad de hipótesis rivales. En Francia, el príncipe LOUIS-VICTOR DE BROGLIE, vástago de una familia de duques, descubrió que ciertas anomalías en la conducta de los electrones desaparecían cuando se les consideraba ondas. Esto llamo la atención del austriaco ERWIN SCHRODINGER, que introdujo algunas mejoras e ideo un sistema practico denominado mecánica ondular.

Casi al mismo tiempo un alemán llamado WERNER HEISENBERG expuso un teoría rival llamada “mecánica matricial”, que era tan matemáticamente jodido de entender, que ni siquiera el propio autor (“yo no sé en realidad lo que es una matriz” le explico desesperado a un amigo) acababa de entender, pero que parecía aclarar ciertas incógnitas que las ondas de Schrodinger no conseguían desvelar.

Finalmente, en 1926, Heisenberg propuso un célebre compromiso, elaborando una nueva disciplina que se llamaría “Mecánica Cuántica”. En el centro de la misma figuraba el famoso “Principio de Incertidumbre” de Heisenberg, según el cual el electrón es una partícula, pero una partícula que puede describirse en los mismos términos que las ondas. La incertidumbre era porque podemos saber que camino sigue un electrón cuando se desplaza por el espacio, podemos saber donde está en un instante determinado, pero no podemos saber ambas cosas. Cualquier intento de medir una de las dos cosas perturbara inevitablemente la otra. No se trata de que se necesiten instrumentos más precisos, sino que es una propiedad inmutable del universo.

Esto, en la práctica, viene a querer decir que nunca puede predecir donde estará un electrón en un momento dado. Solo puedes indicar la probabilidad de que este en un lugar. En cierto modo, un electrón no existe hasta que se observa. O dicho de otra forma, un electrón debe considerarse, hasta que se le observa, que esta al mismo tiempo en todas partes y en ninguna.

Si esto te parece extraño y desconcertante, no te preocupes, porque no eres el único, y, además, también se lo pareció a los físicos, ya que el átomo resultaba ser algo completamente distinto de la imagen que se habían formado. El electrón no volaba alrededor del núcleo como un planeta alrededor del sol, sino que adopta más bien el aspecto amorfo de una nube, que además, no es más que una zona de probabilidad estadística que señala el área más allá de la cual el electrón se aventura pocas veces.

Así un átomo, si pudiésemos verlo, se parecería más a una pelota de tenis muy velluda que a una esfera nítida y metálica… pero tampoco sería exactamente así, ya que estamos hablando de un mundo muy diferente al que vemos alrededor.

Daba la impresión de que las rarezas no tenían fin: no solo los átomos saltaban de una órbita a otra sin parecer recorrer el espacio intermedio, sino que la materia parecía brotar a la existencia de la nada absoluta… y desaparecer de nuevo con la misma rapidez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario