LA ERA ATOMICA. ERNEST RUTHERFORD
Los físicos son notoriamente despectivos con los científicos de otros campos. Cuando el gran físico austriaco Wolfgang Paul le abandono su mujer por un químico, no podía creérselo: “si hubiese elegido un torero lo habría entendido, pero ¿Un químico?”
Este sentimiento lo habría entendido perfectamente Ernest Rutherford, que dijo una vez “la ciencia es toda ella física o filatelia”. Por eso es ironico que le diesen el nobel de química en 1908 en vez de el de física.
Nacido en 1871 en Nueva Zelanda, fue hijo de emigrantes escoceses cultivadores de lino, estuvo alejado todo lo que se podía estar de las corrientes contemporáneas de la ciencia y fue un genio de la física que revolucionaria el mundo. Pero sobre todo fue un hombre afortunado: no era una persona demasiado brillante y no se le daban demasiado bien las matematicas. Ni siquiera se le daba demasiado bien la experimentación. Pero era tenaz y objetivo como pocos, y enormemente visionario.
Su mayor descubrimiento se produjo porque estaba dispuesto a pasarse las horas muertas sentado frente a una pantalla, contando los centelleos de las denominadas partículas alfa, que era el tipo de tarea que generalmente se le encarga a los becarios. Por eso se dio cuenta de que la energía contenida en los átomos podría servir para fabricar bombas potentísimas y para producir energía a saco.
A principios del siglo XX se sabia que los átomos estaban compuestos por partes (lo demostró Thompson al descubrir el electron), pero no se sabia cuantas partes había ni como encajaban o que forma tenían. Algunos pensaban que debían ser cubiformes para que se agrupen sin desperdicio de espacio en medio. Otros pensaban que eran circulares.
En 1910, Rutherford, con la ayuda de su ayudante Hans Geiger (que mas tarde inventaria el medidor de radiaciones que lleva su nombre, y que se convertiría en un nazi leal que traiciono a muchos de sus colegas judios), disparo átomos de helio ionizados, o partículas alfa, contra una lamina de oro. Comprobaron asombrados que algunas de las partículas rebotaban, y esto no debía pasar: las partículas que rebotaban lo hacían porque chocaban con algo pequeño y denso, situado en el corazón del átomo, mientras que las otras atravesaban la lamina de oro sin impedimento.
Rutherford entendió que un átomo era mayoritariamente espacio vacio, con un nucleo muy denso en el centro. Fue un descubrimiento cojonudo, pero planteaba un problema: de acuerdo con las leyes de la física convencional, los átomos no debían existir.
Detengámonos un momento para considerar la estructura del átomo tal como la conocemos hoy: cada uno esta compuesto por clases de partículas elementales: protones (con carga eléctrica positiva) y neutrones (neutros), pegadicos en el nucleo, y los electrones (con carga eléctrica negativa) que giran alrededor.
El numero de protones es lo que otorga a un átomo su identidad química. Cada vez que añades un proton consigues un nuevo elemento (teniendo en cuenta añadir siempre otro electron para compensar eléctricamente la movida). Los neutrones no influyen en la personalidad del átomo, pero si en su masa. Sueles ser igual en numero que los protones, pero puede haber leves variaciones: añade o quita un neutrón y tendras un isotopo.
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