ALBERT FISH, EL HOMBRE GRIS, PARTE 2. EL MONSTRUO
Gracias a esta monstruosa carta (ver parte 1) el detective William King, de la policía de Nueva York, pudo dar los primeros pasos para atrapar al tal Frank Howard.
Cuando lo consiguió, el 13 de diciembre de 1934, descubrió que el tal Howard se llamaba en realidad Albert Fish, y que era ya un anciano de 64 años de aspecto respetable.
Pero tras la fachada de abuelico inofensivo se escondía uno de los más grandes monstruos de la historia de la humanidad: no existía perversión alguna que no hubiera practicado o probado alguna vez: sadismo, masoquismo, exhibicionismo, voyeurismo, pedofilia, coprofagia, fetichismo, canibalismo… A pesar de que en el momento de su detención residía, en N.Y. junto a sus seis desnutridos hijos.
Nació con el nombre de Hamilton Fish en 1870, en Washington DC, hijo de un padre 43 años mayor que su madre. En su familia existían numerosos antecedentes de enfermedades mentales. Se cambio el nombre por el de “Albert” para escapar del mote “Ham and eggs” (huevos y jamón) con el que era conocido en el orfanato donde paso la mayor parte de su infancia, al que fue enviado por su madre tras quedar viuda. En el orfanato fue víctima de azotes y palizas, aunque después de un tiempo descubrió que disfrutaba con el dolor físico, provocándole incluso erecciones.
Comenzó a mantener relaciones homosexuales en 1882, con doce años (siempre según sus propias declaraciones), con un joven telegrafista que le enseño los dudosos placeres de la coprofagia y de la lluvia dorada. Y desde esa temprana edad comienza a visitar los baños públicos en busca de chicos desnudos, masturbándose delante de ellos, por lo que recibió más de una paliza.
Hacia 1890 se marcha a Nueva York. En la gran manzana comenzó a violar a muchachos jóvenes, atrocidad que seguirá cometiendo a pesar de casarse en 1898 con una mujer nueve años menos, en un matrimonio arreglado por su madre, con la que tendría seis hijos (se casaría tres veces más, a pesar de no divorciarse nunca de su primera esposa). Poco después fue arrestado por malversación de fondos y sentenciado a prisión, cumpliendo condena en la cárcel de Sing Sing, en 1903, donde su actividad sexual fue frenética.
A partir de ahí entrara en una definitiva espiral de locura, sangre y desenfreno. El mismo afirmaba haber violado por lo menos a cien niños, todos menores de seis años. Se dedica a pintar y a decorar interiores para ganarse la vida y viaja por 22 estados de la unión americana, lugares donde se empleaba temporalmente. Muchas veces era despedido cuando surgían 'problemas' con los niños del lugar.
Pero fue desarrollando “aficiones” mucho mas chungas: entre los juegos que enseñaba a su numerosa prole se incluían adivinanzas que los niños le hacían a Albert. Si fallaba, los niños tenían que golpearle. Otras veces el castigo consistía en que los hijos le introdujesen agujas debajo de las uñas.
Pero aun hay más: Usando pseudónimos se dedica a enviar cartas obscenas a extraños y conocidos. Cartas explícitamente pornográficas en las que da salida a su perversa imaginación, o en las que simplemente cuenta espeluznantes historias de su vida cotidiana. Entre sus prácticas masoquistas se incluyen acciones como golpearse el escroto con manojos de rosas llenos de espinas y hundir agujas de marinero en sus órganos sexuales (en el examen médico se encontraron 27 agujas introducidas en el escroto y la base del pene, algunas cerca del colon, del recto y de la vejiga, muchas herrumbrosas e infectadas, VER FOTOGRAFIA) Durante una relación sexual con un hombre retrasado mental, Fish intento castrarlo después de atarle. El hombre se asusto y huyo.
Maniaco religioso, se castiga con latigazos y golpes hasta ensangrentar su rostro y espalda, mientras grita frases de la biblia o delirios místicos sobre Cristo, el sacrificio de Abraham o el infierno.
Durante las noches de luna llena sufre crisis que solo calma devorando pedazos de carne cruda y ensangrentada.
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