EL UNIVERSO DE EINSTEIN, PARTE 4. TODO ES RELATIVO. ALBERT EINSTEIN, PARTE 2
Los científicos no suelen hacer mucho caso a las ideas de los oficinistas suizos de patentes, así que los artículos de Einstein atrajeron poca atención pese a la abundancia de pruebas que aportaban.
El mismo no le dio demasiada importancia. Después de resolver varios de los misterios más grandes del universo, solicita un puesto como profesor universitario y fue rechazado, y luego como profesor de secundaria, siendo también rechazado. Así que volvió a su trabajo como inspector de tercera clase… aunque siguió pensando, por supuesto. Aun no se había acercado ni siquiera al final.
Una vez el poeta Paul Valery le pregunto a Einstein si llevaba un cuaderno de notas para anotar sus ideas. Este le miro con ligera pero sincera sorpresa y dijo: “oh, no hace falta eso, tengo pocas veces una”. Ni que decir tiene que cuando tenía una, solía ser buena. Su siguiente idea fue una de las más grandes que nadie ha tenido jamás… mejor dicho, es el logro intelectual más grande de la historia de la humanidad: en 1907 Einstein vio caerse a un obrero de un tejado y se puso a pensar en la gravedad. Aunque es bonito, parece ser que esto es falso, pero en realidad es lo de menos.
Lo que concretamente se le ocurrió fue algo parecido al principio de una solución al problema de la gravedad, lo único que faltaba para que todo encajase en su Teoría Especial, que funcionaba en una física libre de trabas y fuerzas, pero que no sabía exactamente cómo funcionaba al verse influida por la gravedad. Einstein se tiro unos diez años dándole vueltas al tema, hasta que en 1917 publico un articulo llamado “Consideraciones cosmológicas sobre la teoría general de la Relatividad”.
Con la pipa, la actitud cordial y simpática y su pelo electrificado, Einstein era un personaje demasiado esplendido para permanecer en la oscuridad. En 1919, terminada la Gran Guerra, el mundo le descubrió de pronto. Casi inmediatamente sus teorías adquirieron fama de ser algo que una persona normal no podía entender, y la comunidad científica hizo poco por cambiar este mito. En realidad el problema de la relatividad no era que exigiese mogollón de ecuaciones diferenciales u otras movidas matemáticas chungas, sino lo poco intuitiva que era.
En esencia, lo que dice la Teoría General de la Relatividad es que el espacio y el tiempo no son absolutos sino relativos, tanto respecto al observador como a la cosa observada, y cuanto más deprisa se mueve uno más pronunciados pasan a ser esos efectos. Nunca podríamos acelerar hasta la velocidad de la luz, pero cuanto más nos acerquemos y más rápido vayamos, mas deformados nos volveremos respecto a un observador exterior y viceversa.
Esto mucha gente no lo entendió del todo. Los divulgadores científicos intentaron inmediatamente hallar medios de hacer accesibles esos conceptos, y el que mejor lo hizo fue Bertrand Russell con su “ABC de la relatividad”. Russell pidió al lector que imaginara un tren de 100 metros de longitud, corriendo al 60% de la velocidad de la luz (180.000 kilómetros por segundo). Para alguien que estuviese parado en el anden viéndole pasar, el tren parecería tener solo 80 metros de longitud y todo estaría comprimido en el de un modo similar. Si pudiésemos oír a los pasajeros, daría la impresión de que hablan muy despacio y de que arrastran las palabras y también sus movimientos parecerían mas lentos y pesados. Hasta los relojes del tren parecerían funcionar a solo cuatro quintos de su velocidad normal.
Sin embargo la gente del tren no tendría la mayor sensación de distorsión. Seriamos nosotros, parados en el ande, los que les pareceríamos extrañamente comprimidos, lentos y pesados.
Este efecto se produce en realidad siempre que nos movemos. Si cruzas en avión Europa, desde Madrid a Moscú, te bajaras de el una diezmillonésima de segundo o así mas joven que aquellos que dejaste atrás. Incluso al cruzar la habitación en la que estas alteraras levemente tu propia experiencia del tiempo y del espacio. Claro que esos cambios son demasiado pequeños para producir una diferencia mínima que podamos percibir.
Pero para otras movidas del universo (la luz, la gravedad…) son cuestiones de vital importancia...
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