ANDREW CROSSE, EL AUTENTICO DR. FRANKENSTEIN



El personaje del doctor Frankenstein, de la obra de Mary Shelly, se basa ligeramente en un científico amateur llamado Andrew Crosse, cuyas actividades conocía la escritora a través de un amigo común, el poeta Robert Southey. El 28 de diciembre de 1814 Mary asistió, junto a su esposo, a una conferencia del extravagante científico. En ella le conoció personalmente y extrajo muchos datos acerca de la forma en la que afirmaba crear vida a partir de la electricidad.

Andrew Crosse nació en 1784 y pasó su vida completa residiendo en Fyne Court, a 6 millas de Taunton en las Quantock Hills. Allí montó su extraordinario laboratorio de electricidad y química. Tratando de obtener cristales de silicio por la acción de una corriente eléctrica sobre una piedra porosa de silex. No logro su objetivo, pero dos semanas después, a través de una lente de aumento descubrió que se habían generado unos extraños filamentos. Unos días después estos se habían convertido en unos pequeños insectos, que se desprendieron de la roca. Obtuvo mas de cien especímenes, los mas pequeños de 6 patas y los mas grandes de ocho: sin duda pertenecían al genero de los acaros.

Como buen científico, volvió a repetir los experimentos, asegurando de destruir cualquier tipo de vida en los componentes y sustancias empleados. Y volvió a pasar: los pequeños seres nacian, crecían, se desarrollaban y solamente morían con el frio, que parecía ser letal para ellos.

El revuelo de estos experimentos fue enorme: era el eterno debate ético de la producción de vida, de jugar a dios. La oposición de los científicos católicos fue tan brutal que tuvo que retirarse a su mansión. La iglesia lo considero un ser endemoniado, llegando incluso a realizarle un exorcismo a él y su laboratorio (sic).

Desafortunadamente en esa época no existía la posibilidad de fotografiar a esos extraños ácaros denominados a partir de su supuesto descubridor como Acarus Crossi.

El científico envió a Richard Owen, famoso científico de la época, una copia manuscrita de los detalles de los experimentos incluyendo además varias muestras de los especimenes aparecidos montados en portaobjetos y fijados con bálsamo de Canadá (una resina usada en microscopía). Pero no consiguió su respaldo. Tras las burlas generalizadas (e injustas) Crosse se volvió huraño y desconfiado, aunque continuó investigando. Sin embargo el 26 de Mayo de 1855 tuvo un ataque de parálisis del que nunca se recuperó. El 6 de Julio del mismo año falleció. La mansión de Fyne Court fue pasto de las llamas, y con ellas se fueron el laboratorio y los archivos del hombre que llegó a crear vida.
Desde luego que no existen pruebas como para afirmar una generación espontánea ni mucho menos. Tampoco se han reproducido estos experimentos en condiciones modernas para poder determinar si esas condiciones fisicoquímicas son propensas para el desarrollo de alguna especie de insectos o formas primitiva de vida.

La resistencia casi increíble de formas de vida encapsulada como esporas y ciertos tipos de virus llevan a poner en tela de juicio las esterilizaciones habituales.

¿Es posible mutar esas formas de vida latente por la acción de la corriente eléctrica prolongada o por diferentes sustancias inorgánicas o combinaciones de ambos elementos?

Han pasado casi 170 años de los experimentos del pionero Andrew Crosse y los extraños ácaros aún permanecen sumergidos en el más profundo enigma.

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