LA ERA ATOMICA. BOHR



Así los neutrones y protones están junticos en el núcleo, que, además, es muy chico (solo una milmillonésima de milmillonésima de todo el volumen del átomo), pero increíblemente denso, porque contiene casi toda su masa. Si se expandiese un átomo hasta el tamaño de un campo de futbol, el núcleo seria del tamaño de una bola de tenia, aunque enormemente pesada.

Fue esa espaciosidad lo que hizo rascarse la cabeza a Rutherford. Se dio cuenta de que la solidez que experimentamos a nuestro alrededor es una ilusión.

Cuando dos objetos se tocan (por ejemplo tu dedo índice derecho y el botón del mouse) no se tocan en realidad. Lo que sucede es que los campos de ambos cuerpos (tu dedo y el botón) cargados negativamente se repelen entre sí. Si no fuese por sus cargas eléctricas, tu dedo atravesaría el ratón. Es una lucha constante entre electrones, defendiendo la camada.

La imagen que casi todos tenemos del núcleo es la de un electrón o dos volando alrededor de un núcleo, como planetas orbitando al sol. Esa imagen fue creada en 1904 por un japonés llamado HANTARO NAGAOKA y es completamente falsa, aunque perdura. Los electrones no se parecen en nada a planetas que orbitan, sino mas bien a las aspas de un ventilador que gira, logrando llenar cada pedazico de espacio de sus orbitas simultáneamente, pero con la diferencia de que las aspas del ventilador parecen estar en todas partes a la vez y los electrones están.

No hace falta decir que en 1910 se sabía muy poco de todo este rollo. Y durante mucho tiempo se supo poco más. El hallazgo del núcleo chiquitín y del enorme vacío interno del átomo planteo algunos importantes problemas. Sobre todo este: ningún electrón debería ser capaz de orbitar un núcleo sin estrellarse con él. Debería de quedarse sin energía y precipitarse hasta el núcleo. Tampoco se entendía como se podían agolpar los protones en el núcleo sin destruirse. Empezaba a quedar claro que en aquel diminuto mundo gobernaban otras leyes.

Una de las personas que trabajaban con Rutherford era un joven y apuesto danés llamado NIELS BOHR, que en 1913, cavilando sobre la estructura atómica, tuvo una sensacional idea, hasta el punto de que pospuso su luna de miel para escribir un artículo que hizo historia. Se titulaba “Sobre la composición de los átomos y las moléculas” y explicaba cómo podían mantenerse en movimiento los electrones sin caer en el núcleo, postulando que solo podían ocupar ciertas orbitas especificas.

De acuerdo con esta teoría, un electrón que se desplazase entre orbitas desaparecería de una y aparecería en la otra, sin visitar el espacio intermedio. Esto es el famoso “salto cuántico”, y es realmente desconcertante. Fue una intuición deslumbradora que le acabaría proporcionando a Bohr el premio nobel de física en 1912.

Mientras Rutherford, incansable, explica porque no estallaba el núcleo: pensó que la carga positiva de los protones tenía que estar compensada por algún tipo de partícula neutralizadora, que denomino neutrones. Esto lo consiguió demostrar un colaborador suyo, JAMES CHADWICK, en 1932, tras once años de curro, y también recibió el nobel.

La demora en hallar esto es bastante positiva, porque este conocimiento fue esencial para la fabricación de la bomba atómica. Como los neutrones no tienen carga eléctrica, no los repelen los campos eléctricos del átomo y podían, por ellos, ser disparados como diminutos torpedos en el interior del núcleo, desencadenando el proceso destructivo conocido como fisión).

Si esto se hubiese descubierto antes, los europeos habrían tenido la bomba atómica años antes que los yanquis.

Y seguramente hubiesen sido alemanes.

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