El corso estuvo a punto de conseguir sus megalómanos objetivos. Si no fue así se debió, principalmente, a los desastrosos efectos de una guerra que no acababan de ganar en España (“la ulcera española” como el propio Bonaparte lo denomino en Santa Elena), a la imposibilidad de vencer a Rusia en 1812 y la inquebrantable resistencia británica. Todo esto llevo a que media europa se movilizase contra el corso, provocando su derrota en 1813 y su destierro a la Isla de Elba.
Se podría pensar que la derrota de Napoleón, que había aprovechado las redes masónicas para sus objetivos personales, significaba el fin del poder político de los masones. Lo que sucedió fue exactamente lo contrario. En 1813 el Gran Oriente cambia de bando: cuando los aliados derrotaron al corso, e impusieron como monarca a Luis XVIII, no dudaron en colocarse al lado del nuevo rey.
Claro, esto colocaba en una posición chunga a José Bonaparte, que, tras perder el trono español, seguía siendo Gran Maestre del Gran Oriente. La logia le pidió que renunciara a su cargo, a lo que Pepe se negó.
El 1 de Marzo de 1815, Napoleón desembarca en Francia tras escapar de la Isla de Elba. En un primer momento los masones dijeron ser leales a Luis XVIII, pero cuando el mariscal Ney, masón, encargado de capturar al corso, se puso a su bando, el monarca se vio obligado a huir de francia.
Ahora los masones se encontraban en una situación complicada, que, precisamente, resolvió otro masón, hijo de la Gran Bretaña, llamado Arthur Wellington, iniciado en la masonería el 7 de Diciembre de 1790 en una logia de Trim (Condado de Meath)
Wellington fue masón, pero con los años se fue alejando cada vez mas de la masonería. Ya en 1809 se mostro enfadado por una procesión organizada por algunos masones ingleses en Lisboa. En 1838, una logia irlandesa quiso poner el nombre del vencedor de Napoleón a la logia, pero Wellington, en tercera persona y de su puño y letra, manifestó que no quería que se le relacionara con la sociedad secreta en la que se inicio décadas atrás:
“El duque de Wellington presenta sus saludos a Mr. Carleton. Recuerda perfectamente que fue admitido en el grado mas bajo de la masonería en una logia que fue formada en Trim, en el condado de Meath. Desde entonces nunca ha asistido a una logia de masones. En vista de ello, llamar a una logia de masones con su nombre seria asumir de manera ridícula la reputación de estar vinculado a la masonería, además de una falsedad”
En 1851, en una carta, Wellington va aun mas alla en su repudio a la masonería, indicando que “el duque no tiene ningún recuerdo de haber sido admitido en la condición de masón. No tiene ningún conocimiento de esa asociación”.
Si en el pasado desconfia de los masones por su conexión innegable con Napoleón y sus planes de expansión mundial, en 1851 el duque debía tener motivos sobrados para semejante animadversión hacia la masonería. O no. Seguramente no.
Sea como sea, lo cierto es que la derrota de Napoleón en Waterloo permitió que Luis XVIII regresase a Paris, siendo bien recibido por los masones, que aun intentaban echar del cargo de Gran Maestro a José Bonaparte. Y no lo consiguieron, pero poco importo porque el hermano del emperador pasaría sus últimos días en Point Breeze, New Jersey.
Pero eso es otra historia.
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