Entre los motivos para revisitar un mito me parece que hay uno especialmente importante: ver qué tiene ese mito para decirle a la época actual. Alan Moore –con la inigualable ayuda del dibujante Eddie Campbell-, hace eso en From Hell (Desde el infierno), uno de las mas grandes novelas graficas de todos los tiempos.
Nos lleva hasta el Londres de 1888, atiborrado de lecturas, documentos, investigaciones policiales y periodísticas, y aborda la ya legendaria historia de Jack el Destripador y los asesinatos de Whitechapel. Moore se abre camino entre la verdadera maraña de teorías y elucubraciones que se tejieron en torno al asesino más famoso de la historia a lo largo de décadas de investigaciones, datos apócrifos y delirios místicos.
Tomando como referencia el libro “Jack the Ripper: The Final Solution”, de Stephen Knight. donde se maneja una de las teorías menos sólidas, mas rocambolescas, pero mas curiosas: la que dice que Jack fue un renombrado médico de nombre William Gull, que llegó a ser el cirujano de la casa real, y que además era un masón. Para ascender en la escala social, y en la jerarquía masónica, no duda en aceptar el encargo de eliminar el rastro de un niño bastardo que el príncipe de Inglaterra había tenido con una prostituta. Claro, que esto se le va de las manos, y se lo toma como algo personal, pasando a eliminar a todos los que rodeaban a la amante del heredero.
Moore realiza una tarea documental impresionante, pues fueron varios años los que se paso preparando el material antes de sentarse a escribir el guion. En la novela las notas y los apéndices documentales son casi mas importantes que la propia trama (y ese puede ser precisamente el lastre de la novela, que a veces se hace algo difícil de seguir, por la enorme cantidad de información). Ademas Moore crea unos personajes increíbles, complejos, creibles…
Quizá los dibujos de Campbell puedan resultar algo extraños en una primera impresión, pero basta avanzar un poco en la historia para entender que el suyo es un lenguaje gráfico que se adapta de maravillas al guión de Moore. Algunas viñetas son sencillamente de antología, y el capítulo décimo, titulado “El mejor sastre del mundo”, uf, es casi demasiado fuerte, no apto para estómagos sensibles, de verdad. Es gracias a esta colaboración armónica que Moore y Campbell logran urdir la pesadilla.
Una de las cosas que menos me gustaron es la visión negativa que ofrece de la masonería. Por otro lado esta visión es la típica que se da en los escritos antimasónicos: que si quieren dominar el mundo en la sombra, que son los que manejan los hilos, que realizan rituales sangrientos y macabros…Topicazos antimasónicos en toda regla, pero que les son perdonados, por lo genial del resto de la obra.
Todo es simbólico, en From hell, o al menos todo lo que allí pasa, se muestra o se sugiere tiene el valor potencial de convertirse en símbolo. Y sin embargo un lector poco avisado podría disfrutar la historia linealmente, sin siquiera asomarse a su valor alegórico. Se estaría perdiendo cosas, es verdad, pero la narración no lo dejaría por el camino.
Además, los guiños son interminables, a lo largo de las casi 600 páginas de la novela muestra o menciona a personalidades históricas como Wilde, Blake -a quien Gull admira-, Yeats –a quien le dice que sus huesos nunca descansarán en paz-, Conan Doyle, y podría continuar un largo rato. Lo interesante es que todas estas apariciones siempre están justificadas, quiero decir que la historia las justifica, y además ayudan a construir el ambiente de la época.
El giro fantástico del asunto ocurre cuando, a medida que Gull avanza en sus asesinatos, comienza a tener visiones del futuro. En el clímax, cuando le llega el turno a la última víctima, Mary Jane Kelly, todo “se ha ido de mambo” de tal modo, digamos, que Gull sufre un tremendo salto temporal y aparece en forma de espíritu invisible en una especie de oficina de fines del siglo XX, computadoras, tubos de neón, celulares, todo eso. Es todo un shock para el señor Destripador. Vean su interpelación a nuestro tiempo:
“Oh, Dios mío. ¿Qué espíritus son estos que trabajan bajo qué luz celestial? No… No, esto es deslumbrante, pero no acaba de ser divino. Y estos fantasmas paganos que me rodean no son espíritus, ya que ni siquiera tienen la vitalidad de los espíritus. Entonces, ¿qué? ¿Acaso, igual que al divino San Juan, se me ha concedido un vistazo al final de los tiempos? ¿Son estos los días que la muerte me ahorrará ver? Da la impresión de que sufriremos un Apocalipsis de cacatúas… Con niños bárbaros y taciturnos que juegan sin alegría con sus juguetes insondables. ¿De dónde procede lo apagado de vuestros ojos? ¿Cómo ha hecho vuestro siglo para entumeceros de este modo? ¿Acaso sólo se le concederán maravillas al hombre cuando ya no esté capacitado para asombrarse? ¿Qué impresión os daría yo? La de algún villano salido de un folletín de terror barato, ¡y sin embargo sois vosotros quienes me asustáis a mí! No tenéis alma…”
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