EL CAMINO HACIA NOSOTROS. LA EDAD DEL HIELO, PARTE 4. SOBRE COMO LOS MOVIMIENTOS DE LA TIERRA INFLUYERON EN LAS GLACIACIONES.


ByOskarele

La tierra se mueve por el espacio.

Su órbita se ve sometida no solo a variaciones de longitud y de forma, sino también a cambios rítmicos en su ángulo de orientación respecto al Sol, es decir, en su inclinación, posición y oscilación, y todo esto afecta a la duración e intensidad de la luz solar que cae, gracias al sol, sobre nuestro hermoso planeta.

En particular, la Tierra experimenta, durante largos periodos de tiempo, tres cambios de posición, conocidos oficialmente como oblicuidad, precesión y excentricidad. Pues bien, el serbio Milutin Milankovitch, partiendo de las ideas propuestas por Croll (del que hablamos en el artículo anterior) se preguntó si no podría haber una relación entre estos complejos ciclos y la aparición y desaparición de las eras glaciales… el problema era que estos ciclos tenían duraciones muy diferentes: unos 20.000. 40.000 y 100.000 años respectivamente, pero que variaban en cada caso unos cuantos miles de años. Esto significaba que determinar los puntos de intersección de estos cambios rítmicos conllevaba una cantidad enorme de cálculos.

Milankovitch (joer con el nombrecico….) tenía que obtener el ángulo y la duración de la radiación solar que llegaba a todas las latitudes del planeta, en todas las estaciones, durante un millón de años, según tres variables en constante cambio… toma ya.

Por suerte, y aunque parezca mentira, este era el tipo de trabajo repetitivo y coñazo que le molaba a Milankovitch: durante veinte añazos, incluso cuando estaba de vacaciones, trabajó incesantemente elaborando tablas de ciclos, un trabajo que hoy en día haría mi mediocre ordenata en un par de días… lo bueno es que tuvo mucho tiempo libre, pues, en 1914, con el estallido de la Gran Guerra, le detuvieron por su condición de reservista del ejército serbio, pasando la mayor parte de los siguientes cuatro años en Budapest, sometido a un arresto domiciliario. El resto del tiempo lo empleaba trabajando en la Biblioteca de la Academia de Ciencias Húngara.


El resultado final de sus veinte años de cuentas, gráficos y tablas de ciclos fue un libro publicado en 1930 llamado “La climatología matemática y la teoría astronómica de los cambios climáticos”.

Y resulta que tenía razón: existe una relación entre las eras glaciares y el giro excéntrico del planeta, aunque supuso, erróneamente, como la mayoría de la gente, que se trataba de un aumento gradual de inviernos duros que conducían a largos periodos de frio.

Fue un meteorólogo ruso-alemán el que se dio cuenta de que el proceso era sutil y muchísimo más desconcertante…

Wladimir Peter Köppen se dio cuenta de que el tema de las glaciaciones era mucho más complejo de lo que el bueno de Milankovitch había imaginado.

Pero vayamos por partes… este señor nació en San Petersburgo en 1846 y palmó en 1940. Fue un conocido e importante geógrafo, meteorólogo, climatólogo y botánico.

Sobre todo es conocido por lo que se conoce como el sistema de clasificación climática de Köppen, el cual es todavía comúnmente usado hoy en día para agrupar los climas (a pesar de las numerosas modificaciones efectuadas). En 1924 publicó el documento científico “Die Klimate der Geologischen Vorzeit” (Los climas del pasado geológico) junto con su yerno Alfred Wegener (famoso científico alemán por su teoría de la deriva continental), lo cual dio un soporte fundamental a la teoría de eras glaciales de Milanković.

La causa de las eras glaciales, que es de lo que venimos hablando en estos últimos artículos, decidió Köppen, no hay que buscarlas en inviernos brutales, como planteaba Milankovitch, si no en los veranos frescos: si los veranos son demasiado templados, lo suficiente como para que no puede fundirse la nieve acumulada durante el invierno en una zona determinada, hay una mayor proporción de luz solar devuelta por la superficie reflectante, lo que aumenta aun más el efecto refrescante y contribuye a que la nieve dure aun mas.

La situación tendería, vista de este modo, a perpetuarse.

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