ZECHARIA SITCHIN. LIBRO 2º: LA ESCALERA AL CIELO. PARTE 7: LOS ANTEPASADOS INMORTALES. DE NUEVO ALEJANDRO

ByOskarele

Alejandro Magno, aunque murió joven, solo con 33 añicos, vivió una vida plena, llena de aventuras, conquistas y triunfos. Hijo de la reina Olimpia y, presumiblemente, de su marido, el rey Filipo II, tuvo como maestro a Aristóteles, que le enseñó la sabiduría antigua. El asesinato de su padre, le llevó a la coronación a los 20 años de edad. Las primeras expediciones militares del joven rey culminaron con su ida a Delfos, sede del renombrado oráculo, donde oyó la primera de varias profecías que le presagiaban fama, pero también una corta vida.

Así, mosqueado por sus ansias de inmortalidad (ya que pensaba que era hijo del dios egipcio Amón, según decía su madre, y por lo tanto un semidiós), partió en busca de ella, en busca del Agua de la Vida, para lo que necesitaba abrir el camino hacia el este, pues de allí habían venido los dioses: el gran Zeus que atravesó el Mediterráneo a nado, saliendo de la ciudad fenicia de Tiro y llegando a la isla de Creta; Afrodita, que también hubo surgido en la isla, venida del mar; Poseidón, que había venido de Asia Menor, trayendo consigo el caballo; Atenea, que había llevado a Grecia el olivo originario de Asia occidental. Era en Asia, también, según los historiadores griegos, donde estaban las aguas que mantenían a las personas eternamente jóvenes.

Había oído la historia de Cambises, el hijo del rey persa, Ciro, que atravesó Siria, Palestina y el Sinaí para atacar Egipto. Después de derrotar a los egipcios, Cambises los trató con crueldad y profanó el templo del dios Amón. Enseguida, resolvió seguir hacia el sur y atacar a "los longevos etíopes", en busca de una enigmática fuente que les proporcionaba la juventud eterna.

Esta historia tendrá especial relevancia para Alejandro, que, como hemos dicho, se creía hijo de Amón: en los pseudo-Calístenes se cuenta que la corte de Filipo fue visitado por un faraón egipcio llamado Nectanebo por los griegos (Najtnebef) que sedujo a la reina. Pero en realidad, según el mito, se trataba del propio rey Amón.

Esto quizá explique la misteriosa acción de Alejandro, que, después de derrotar a los persas en Asia Menor, se volvió hacia Egipto, que fue conquistado sin demasiada resistencia por parte de los persas. Sin perder tiempo, Alexander se dirigió al Gran Oasis, sede del oráculo de Amón. Allá el propio dios (según Sitchin y según las leyendas) confirmó el verdadero parentesco del joven rey, que fue ordenado por los sacerdotes faraón. Desde entonces aparecerá en las monedas como Zeus-Amón ostentando dos cuernos. Ahora reclamaría el derecho a la inmortalidad, como dios que era.

Así que se dirigió a Karnak, al sur, centro de adoración de Amón, un gran conglomerado de templos, santuarios y monumentos hecho a lo largo de varias generaciones. Una de las importantes edificaciones fue el templo construido por Hatshepsut, mil años antes, de la que también se decía que era hija de Amón (visitó a su madre disfrazado, también…). Y allí, inexplicablemente, seleccionó un grupo pequeño de hombres y se fue más al sur todavía, en busca de una mujer llamada Candace, reina de un país al sur de Egipto, donde esta acordó revelarle el secreto de la localización de la "maravillosa caverna donde los dioses se congregan".

Siguiendo las indicaciones, el rey encontró el lugar sagrado, entrando con unos pocos soldados. Los techos brillaban como iluminados por estrellas. Allí estaban los dioses… Y hubo uno que dijo: "Saludos, Alejandro, ¿sabes quién soy?” Y él contestó: "No, mi señor"…"Soy Sesonchusis, el rey conquistador del mundo que se unió a las filas de los dioses". Así que fue invitado a entrar para conocer al “Creador y Supervisor de todo el Universo”. Entró y se encontró con Serapis (En la versión griega, fue el dios Dionisio) y le preguntó “Señor, ¿cuantos años viviré?”

No hubo respuesta.

Sesonchusis intentó consolar a Alejandro, argumentándole que aunque muriese en vida, en realidad no morirá, pues su memoria permanecerá.

Desalentado, Alejandro dejó las cavernas y "continuó el viaje que tenía que hacer" para buscar consejos de otros sabios en la tentativa de escapar del destino de un mortal, de imitar a otros que antes de él habían obtenido éxito en unirse a los dioses inmortales.

Según una de las versiones, entre estos inmortales que encontró estaba Enoc, el patriarca bíblico de los tiempos antes del diluvio, el bisabuelo de Noé. Parece ser que se encontraron en las montañas “donde queda situado el paraíso, la Tierra de los Vivos”. En lo alto de una de las montañas se encontraba una estructura brillante, de donde se elevaba hacia el cielo una inmensa escalera hecha de 2.500 escalones de oro. En una gran caverna anexa encontró a Enoc, que le dijo: "No sondees los misterios de Dios". Atendiendo al aviso, partió para juntarse con sus tropas, pero no antes de recibir como presente de despedida el rizo de uvas que milagrosamente alimentó todo su ejército.

En otra versión, Alejandro no encontró sólo uno, sino dos hombres del pasado: Enoc y el profeta Elías, que, según las tradiciones bíblicas, jamás murieron. El caso aconteció cuando el Rey atravesaba un desierto. Súbitamente su caballo fue tomado por un "espíritu" que lo transportó a un centelleante tabernáculo, donde estaban los dos hombres. Le dijeron que "Dios los escondió de la muerte" y que aquel lugar era la "Ciudad del Granero de la Vida", de donde emanaba la "cristalina Agua de la Vida". Pero, antes de que descubriera más o consiguiera beber el agua, un "coche de fuego" lo arrebató de allí y él se vio de nuevo con sus tropas.

Según la tradición musulmana, mil años después también el profeta Mahoma fue llevado hacia el cielo montado en su caballo blanco.

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