ZECHARIA SITCHIN. LIBRO 2º: LA ESCALERA AL CIELO. EN BUSCA DEL PARAÍSO, PARTE 1. PONCE DE LEÓN.

ByOskarele

Ya hemos contado, en nuestro extenso análisis del primer libro de Sitchin “El 12 planeta”, que hubo una época, según nuestro autor y según determinadas religiones, que la inmortalidad estaba al alcance de la humanidad, en aquella época mágica en que Vivian en el Jardín del Edén junto con su creador. Ya sabemos lo que cuenta la Biblia acerca del árbol del conocimiento y del árbol de la vida. Y ya sabemos que todo aquello lo perdieron aquellos míticos humanos primigenios por no acatar las leyes de aquella divinidad (según Sitchin, por hacer caso a Enki, la serpiente, en vez de a Enlil, el que los tenía custodiados en el jardín del Edén, Sumer). El ser humano fue expulsado del lugar donde se custodiaba el secreto de la vida eternal.

Y desde entonces, los humanos, jamás pararon de buscar la vida eternal, como demuestran las historias míticas de héroes que recorrieron la Tierra en busca de la inmortalidad, llegando algunos, incluso, a encontrarla, casi siempre, por casualidad. Y las religiones más populares del mundo no hicieron más que hacerse eco de este afán del ser humano por perdurar. Unos buscaban la inmortalidad por el camino de la religión y del dogma. Pero hubo otros que la buscaron en este mundo. Se trata de las famosas leyendas del árbol o a la fuente de la vida, variadas y distintas, aunque con el fondo común del ansia por romper con la muerte.

Un ejemplo cercano y curioso de esto es el descubrimiento de América, empresa financiada por el estado español que buscaba un camino para llegar más rápido que los portugueses a las Indias, y que, sin embargo, desembocó en el hallazgo de un continente Nuevo (para los españoles, claro, porque para los Americanos nativos ya estaba allí…). Pues bien, entre otras cosas, uno de los motivos por los que se convencieron los reyes católicos fue la esperanza de encontrar allí la Fuente de la Eterna juventud, un manantial mágico que rejuvenecía a los viejos y mantenía a los jóvenes siempre igual, porque brotaba de un pozo del paraíso. Los españoles se esforzaron en encontrar aquello, interrogando y torturando a los americanos capturados para que revelaran la localización secreta de la mítica fuente.


Ponce de León, famoso aventurero español, destacó en aquellas investigaciones, asistiendo en 1511 a un interrogatorio a indios de las Antillas, en el que reconocieron las geniales virtudes de una fuente donde un isleño de una isla llamada Bimini, que se encontraba "gravemente oprimido por la vejez" fue beber. Después de eso "él recuperó su fuerza varonil y practicaba todos los desempeños viriles, habiendo nuevamente tomado una esposa y generado hijos". Ponce de León creía haber encontrado aquellas míticas aguas de la vida.

Hay quien plantea, como el historiador citado al respecto por Sitchin, un tal Leonardo Olschki y su obra “Ponce de León's Fountain of Youth: History of a Geographical Myth (La Fuente de la Juventud de Ponce de León: Historia de un Mito Geográfico), que la búsqueda de esta fuente de la eterna juventud fue uno de los motivos “emociones y expectativas que agitaron a los conquistadores del Nuevo Mundo”.

Efectivamente, parece ser que cuando Ponce informo al monarca, Fernando de Aragón, este le concedió de inmediato una patente de descubrimiento (el 23 de febrero de 1512), para que fuese en busca de la citada fuente, proporcionándole, además, embarcaciones y tripulación. Así, en marzo de 1513, partió hacia el norte de La Española en busca de la isla, con la excusa de ir a por oro y metales, llegando a las Islas Bahamas, donde fueron isla por isla buscando la fuente, probando aguas de riachuelos y manantiales, llegando incluso a lo que pensaban era una isla alargada, pero que en realidad se trataba de Florida, una península.


Allí tampoco encontraron la fuente de la Eterna Juventud… pero no se desanimaron y siguieron buscando e interrogando mas nativos… y encontrando nuevas leyendas similares, como aquella que narraba que una antigua divinidad, Olelbis, "aquel que está sentado en lo alto", mandó dos emisarios a la Tierra para que construyeran una escalera que conectaría el Cielo y la Tierra. A medio camino, deberían instalar un lugar de reposo, donde habría una laguna de la más pura agua potable. En el tope de la escalera crearían dos fuentes, una para beberse y otra para baños. Dijo Olelbis: "Cuando un hombre o una mujer envejezcan, déjenlo subir a esa cumbre, beber y bañarse. Con eso, su juventud será restaurada".

La certeza de aquel lugar existía era tal que en 1514 Pedro Mártir de Anglería, miembro del Consejo de Indias y cronista del descubrimiento y la conquista, escribió al papa León X informándole de que “A una distancia de 325 leguas de La Española, dicen, existe una isla llamada Boyuca, de hecho Ananeo, que, según aquellos que exploraron su interior, posee una fuente extraordinaria, cuyas aguas rejuvenecen a los viejos. Que Su Santidad no piense que eso esté siendo dicho liviana o irreflexivamente, pues ese hecho es considerado verdadero en la corte, y de una manera tan formal, que todos, aún aquellos cuya sabiduría o fortuna los distinguen de las personas comunes, lo aceptan como verdad.

Ponce de León tenía cada vez más claro que tenía que buscar una fuente conectada a un rio, posiblemente a través de un túnel subterráneo, y seguía empeñado que tenía que ser en la Florida, así que en 1521 organizó una nueva expedición.

En vez de la juventud eterna, Ponce de León encontró la muerte al ser alcanzado por una flecha de los indios caribes



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