EL CINE ALEMAN. PARTE 16 Y ULTIMA. LENI RIEFENSTAHL



















ByOskarele

Un caso curioso, por lo controvertido que es, es el de la directora alemana Helena Bertha Amalie Riefenstahl, más conocida como “Leni”, directora de una obra maestra llamada “Triumph des Willens” (El Triunfo de la Voluntad), cinta documental sobre Hitler y los nazis que marca la gloria y la desgracia de esta extraordinaria director: la gloria por tratarse, en opinión de muchos, de la mejor película propagandística de la historia, y la desgracia porque marcó el resto de su vida, recibiendo críticas de enorme envergadura por la naturaleza política de la misma. Riefenstahl siempre ha señalado que sus intenciones eran meramente artísticas, pero nunca se ha logrado librar de estigma nazi.


Leni nació en Berlín en 1902 y palmó 101 años después, en 2003. Era la primogénita de un industrial de la calefacción alemán y ya desde su más tierna infancia demostró interés por las artes, especialmente por la pintura y el baile, afición que tuvo que dejar por una lesión de rodilla. En 1924 se puso en contacto con el Dr. Arnold Fanck, cineasta alemán especializado en cintas sobre montañismo (genero extraño donde los haya, conocido como “Bergfilme” y que tenia gran éxito de público en la Alemania de la época), tras ver una película suya sobre los Alpes dolomitas. Con Fanck protagonizó cinco películas, siendo la primera y la más conocida una titulada “Der Heilige Berg” (La montaña sagrada), de 1926, y gracias a él aprendió a manejar la cámara.
(Aquí tenéis más información sobre Arnold Fanck y su colaboración con la Riefenstahl: http://www.nevasport.com/nevablogs/retro-ski/art/arnold-fanck--maestro-de-peliculas-de-montana---arnold-fanck--the-master-of-mountain-films/2625/)

Dicen que tras ver la película de Eisenstein “El acorazado Potemkin”, de 1925, decidió que su vida iba a estar dedicada a hacer películas y no quiso limitarse a la subordinación de ser actriz: así, en 1932, dirigió su primera película, “Das Blaue Licht” (La luz azul), filme ambientado en los Alpes, que tras ser premiada en la Mostra Venecia, la lanzó a la fama internacional. Ella misma interpretaba el papel principal, además de dirigir y escribir el libreto.


La película, como hemos dicho, fue muy bien recibida, pero lo más importante es que atrajo la atención de un político en ascenso que se enorgullecía de tener ambiciones artísticas, un tal Adolf Hitler… Ese mismo año, Riefenstahl había escuchado a Hitler hablar en una reunión pública y quedó fascinada por su oratoria y su capacidad de hipnotizar al público… y nuestra protagonista tuvo la “brillante” idea de ofrecerle su talento y su colaboración… mientras otros cineastas como Murnau, Lang o el propio Billy Wilder se largaban del terror nazi.
Hitler vio a Leni Riefenstahl como una directora que podía usar la estética para producir una imagen de una Alemania fuerte, apelando a la nostalgia nacionalista de tono Wagneriano. En 1933, con un tal Rudolf Hess de intermediario, le pidió a la Riefenstahl dirigir una película corta, “Der Sieg des Glaubens” (La victoria de la fe), filmada ese año en la reunión del partido nazi en el campo Zeppelin de Núremberg, el quinto congreso del NSDAP. La película estuvo perdida durante años hasta que se encontró una copia en los archivos de la Unión Soviética.

Esta película corta fue un modelo para su siguiente trabajo, el más famoso (y posiblemente el mejor), “Triumph des Willens” (El triunfo de la voluntad), filmado en la reunión de Núremberg al año siguiente, en 1934. Riefenstahl inicialmente rechazó el pedido de Hitler para hacer la película, pero cedió cuando recibió recursos ilimitados y libertad artística total. El triunfo de la voluntad, con sus imágenes evocativas y si innovadora técnica cinematográfica, figura como una película épica del cine documental, y es generalmente considerada una de las películas de propaganda más hábiles jamás producida.


La película ganó varios premios, pero por siempre unió su tema, el nacional-socialismo, con su artista, Riefenstahl. Y no es de extrañar, pues la obra arranca de una inocente y tímida coartada argumental (el congreso nazi) para glorificar el proyecto político de Hitler, presentado al principio de la película como un Dios que cae del cielo (la secuencia de la llegada en avión). Como todo Dios, es aclamado y vitoreado por el pueblo enfervorecido, por lo que son recurrentes e inevitables los planos del público, tanto civil como militar.

El documental consiste, básicamente, en mostrar toda la maquinaria de desfiles nazis y en ver lo amaestrado y embobado que estaba un pueblo que soportaba sin inmutarse (e incluso con pasión) los discursos continuados de toda la cúpula dirigente del partido único, concluyendo con el maestro de ceremonias, Adolf Hitler, engrandecido como un dios.

Vista desde un punto de vista político, esta película, provoca repulsión y rabia, por lo menos a mí, además de cierta vergüenza. Pero desde un punto cinematográfico es una autentica maravilla que no puede faltar en la colección de todo buen cinéfilo.
Su siguiente película será “Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht” (Día de libertad: nuestras Fuerzas Armadas, 1935), una obra menor, en la que se graba la reunión del partido de 1935.


Su siguiente obra importante como directora fue el megadocumental de más de cuatro horazas de duración “Olympia”, de 1938, con dos partes, “Fest der Völker” (Festival de la naciones) y “Fest der Schönheit” (Festival de la belleza). Y básicamente se trata de la filmación de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, conocidos como las “Olimpiadas de Hitler” y de nuevo se trata de un film propagandístico a favor del régimen nazi, en este caso destacando la fuerza y la valía de la raza aria… Lo cierto es que la obra es curiosa, sobre todo por su calidad técnica, ya que nuestra protagonista se ingenió mil y un sistemas para poder captar los momentos deportivos con la mayor fidelidad posible.

La verdad es que la película ganó el premio a la Mejor Película Extranjera en el festival de cine de Venecia y un premio especial del Comité Olímpico Internacional por su representación de la alegría del deporte…

Si bien Leni Riefenstahl demostró ser simpatizante de Hitler en sus inicios, y colaboradora política en su llegada al poder (además de amiga de Hess y de Albert Speer, con quien llegó incluso a colaborar en la famosa “Catedral de la Luz”), progresivamente fue distanciándose de la figura del gobernante, sobre todo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, según ella mismo diría.

En los primeros días de la campaña de Polonia, un incidente parece haber debilitado la confianza de Riefenstahl en el movimiento que glorificó: mientras acompañaba a las tropas alemanas cerca de Konskie, presenció la ejecución de unos ciudadanos polacos fusilados como represalia por un ataque contra tropas alemanas.

Riefenstahl aparentemente dejo su filmación ese día para pedirle a Hitler personalmente que no permitiera tal violencia arbitraria. El incidente puede haber sembrado la semilla de la duda en su mente (aunque no le impidió filmar el desfile triunfante de Hitler en Varsovia unas pocas semanas después)

Tras el final de la contienda tuvo problemas en su vida privada, su matrimonio fracasó y además el gobierno francés se empeñó en enjuiciarla. Riefenstahl rechazó estar vinculada con el régimen nazi, aduciendo que sus filmes y trabajos sólo habían sido producto de un servicio profesional contratado y que ella había cumplido de acuerdo con las directivas nazis, sin hacer una apología por convicciones personales.

Sin embargo, Riefenstahl había empezado a filmar “Tiefland” (Tierras Bajas) en 1940, una historia ubicada en los Pirineos españoles, que había archivado anteriormente, cuya filmación se arrastró durante cuatro años. Para aumentar el sabor “español” de la película, tuvo que “pedir prestados” como extras unos 51 jóvenes prisioneros gitanos del cercano campo de trabajos forzados en Maxglan-Leopoldskron. Para las escenas de interior, filmadas en Berlín, usó como extras por lo menos 66 prisioneros gitanos más.

Posteriormente se demostró que todos ellos fueron deportados a Auschwitz… Sería una de las pruebas que la llevarían a ser juzgada años después.

“Tiefland” se estrenó en 1954, ocho años después que las autoridades francesas y americanas de ocupación en el Tirol arrestasen a Riefenstahl y confiscasen sus materiales cinematográficos en enero de 1946…Vivió varios meses en la miseria, su matrimonio fracasó, se le recluyó durante tres meses en un manicomio, en el que se le aplicó electroshock para “desnazificarla”… En varios juicios sucesivos, a instancias norteamericanas y francesas, salió con veredicto favorable, que reconocía su no-implicación ni en el partido ni en ninguna otra de sus ramificaciones y que su relación con Hitler y su partido era estrictamente profesional (se la señaló como amante de Hitler, hecho que ella negó, limitándose a reconocer que el líder alemán la pretendió en alguna ocasión sin que ella aceptase…lo mismo ocurrió con Goebbels)

Tras una última apelación la calificaron solamente como simpatizante (no perteneciente) del partido nazi.

Riefenstahl encontró difícil superar su asociación con las películas de propaganda nazis, y enfrentó dificultades para recuperar su posición en la comunidad de cine alemán. Así que, a partir de la década de 1950, Riefenstahl inició una nueva y estimulante etapa profesional, esta vez como fotógrafa.

Viajando por África, se quedó prendada por unas fotografías de los atléticos cuerpos de Los Nuba, un pueblo de Sudán. Se obsesionó con la idea de filmarlos, y a pesar de los peligros y los consejos en contra (tenía ya 60 años), partió para el sur de Sudán en las más adversas circunstancias. Sus imágenes de aquellas gentes dieron la vuelta al mundo. Para lograrlas se integró en las costumbres de la tribu y aprendió su lengua.



Su culto al cuerpo en forma de imágenes sirvió a sus críticos para indicar sus evocaciones de la ideología nazi., así que en la última etapa de su vida profesional, prefirió eliminar de sus imágenes humanas…

Desde mediados de los años setenta (con setenta años ya) aprendió submarinismo (con más de 90 seguía lanzándose en paracaídas) y comenzó a fotografiar el mundo submarino, un tema que incluso le permitió filmar una última película, ya absolutamente vacía de contenido, “Impresiones bajo el agua”, que realizó con 97 años y presentó en el 2000, ya con 98 años…



Riefenstahl falleció a los 101 años, tras un progresivo, y lógico, deterioro de su salud.



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