“una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón”


LA CAJA DE LETRAS narrativa contemporánea
“una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón”

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la caja de letras es un reducto,
un solar; uno de esos donde jugaba cuando era niño
uno de esos descampados heridos de hierba amarilla y ladrillos
de granito, a pedazos
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-Raphaël
-¿Qué puedo hacer?
-Ve a sacudírtela
-¿Crees que se ha jodido?
-Claro. Se jodió hace tiempo, al principio. Raphaël, tú nunca serás el sueño erótico de una chica. Tienes que hacerte cargo; esas cosas no son para ti. De todas formas, ya es demasiado tarde. El fracaso sexual que has tenido desde tu adolescencia, Raphaël, la frustración que te persigue desde los trece años, ya han dejado en ti una marca imborrable. Incluso suponiendo que pudieras conseguir a alguna mujer –cosa que, con toda franqueza, no creo que vaya a suceder- , no será bastante; ya nada será nunca lo bastante. Siempre serás huérfano de esos amores adolescentes que no tuviste. En ti la herida ya es muy dolorosa; pero lo será cada vez más. Una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón. Para ti no habrá ni redención ni liberación. Así son las cosas.
(…)
Cuando volvió (Raphaël), no dijo una palabra. Tenía en la mano el largo cuchillo; la hoja brillaba suavemente; ya no veía manchas de sangre en la superficie. De pronto me sentí un poco triste. Al final él habló.
-Cuando llegué, estaban entre las dunas. Él ya le había quitado el vestido y el sujetador. Sus pechos eran tan hermosos, tan redondos a la luz de la luna…Luego ella se dio la vuelta y se acercó a él. Le desabrochó el pantalón. Cuando empezó a chupársela no pude soportarlo.
Se calló. Yo esperé. El mar estaba inmóvil como un lago.
-Me di la vuelta y empecé a andar entre las dunas. Podría haberlos matado; no oían nada, no me prestaban ninguna atención. Me masturbé. No tenía ganas de matarlos; la sangre no cambia nada.
-la sangre está en todas partes.
-Lo sé. El esperma también está en todas partes. Estoy harto. Vuelvo a París.
(…)
Se mató en el coche esa misma noche.
(…)
Por lo menos, me dije al enterarme de su muerte, luchó hasta el final. El club juvenil, las vacaciones de esquí… Por lo menos no abdicó, no tiró la toalla. Hasta el final, y a pesar de los fracasos, buscó el amor. Sé que, aun aplastado entre los hierros de su 205 GTI, ensangrentado, con su traje negro y su corbata dorada, en la autopista casi desierta, seguía presentando batalla su corazón; el deseo y la voluntad de la batalla.

Ampliación del campo de batalla 1994 Michel Houellebecq

Traducción Encarna Castejón

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