PA LO QUE HEMOS QUEDAO: UN TAL CHAPLIN, PARTE 6. EL CIRCO/LUCES DE CIUDAD

Perpetrado por Oskarele

“Me casé con Lita presionado por su familia, pero la quería realmente y es muy probable que también me hubiera casado aunque no estuviera embarazada. Como tantos hombres infelices, la quiero a pesar del daño que me ha hecho con sus acusaciones públicas y después de que ella me confesara que se casó sin amarme”

En 1926, cansado de las infidelidades y de los desplantes de su esposa, Lita Grey, con quien había tenido dos hijos, Charles y Sidney, decide echarla de su casa. Ello provoca una respuesta despiadada de la joven veinteañera, que le acusa públicamente de “torpeza mental” y de quedarse con los bienes gananciales, todo ello en un largo alegato de 48 páginas, llenos de insultos contra Chaplin. El juzgado interviene rápidamente en el asunto, confiscándole todos sus bienes en espera de que se celebre el juicio, lo que provocará el retraso del rodaje de su siguiente película, “The Circus” (El Circo).

Los preparativos del juicio y las mutuas acusaciones fueron la comidilla de la prensa carroñera que, nuevamente, se inventó historias sobre el comportamiento de Chaplin que lindaban con la demencia. Solamente recibió el apoyo incondicional de sus amigos europeos y de algún que otro americano, que tampoco se quisieron manchar mostrando un apoyo público a nuestro autor.

La instigadora del divorcio y de toda la movida sensacionalista fue su suegra, Lillian McMurray, madre de Lita, una mexicana arruinada que vio la oportunidad de hacerse de oro a costa del prestigio de un genio y de su propia hija.

Finalmente, en 1927, la indemnizó con un millón de dólares, una fortuna en su época. Posteriormente Lita se trasladaría a California con sus hijos, donde fijaría definitivamente su residencia.

Toda esta movida echó al traste un proyecto que tenia con Josef Von Sternberg, el realizador de “El Ángel Azul”, y retrasó el rodaje de su genial película “The Circus”, que finalmente consiguió acabar y estrenar en enero de 1928, siendo considerado uno de los filmes más “trágicos” de su carrera y en el cual interpretó a un imprevisto artista circense enamorado de una mujer que ama a otro hombre, el equilibrista Rex, para lo que tuvo que aprender las bases del equilibrio y del trapecio, junto a profesionales cirquenses que estuvieron todo un año con él en un circo real que montaron para la ocasión.

El drama personal por el que estaba pasando se hizo notar en esta película, que parece algo desordenada y caótica, como montada con poco interés, además de con unas escenas románticas poco convincentes, quizá porque la actriz Merna Kennedy fue incluida a última hora… y además era amiga de su ex, Lita…

A pesar de esto, fue nominado al Óscar como mejor actor y mejor director, aunque en el momento de la ceremonia se lo cambiaron por uno honorifico, por su gran versatilidad, al ser capaz de dirigir, escribir, producir, interpretar y hacer asombrosos malabarismos. Posteriormente, en 1970, restauró la cinta y le añadió una banda sonoro compuesta por él mismo, además de cantar una canción propia titulada “The monthly film bulletin”.

En agosto de ese mismo año, 1928, murió su madre a los 63 años, hecho del que comentó: “Pasó muchos años en manicomios. Pero en sus últimos siete, vio a sus hijos triunfantes. Eso hizo que recobrara en parte su salud”.

Y ese mismo año se produce una hecatombe en Hollywood: con el estreno de “El cantor de Jazz”, de Alan Crosland, con Al Jolson, irrumpe con una violencia enorme el sonido en el cine: ahora la película podía incluir banda sonora, así como las voces de los actores y los efectos sonoros. Todo iba a cambiar… y Chaplin fue de los que no lo llevó precisamente bien, como otros muchos actores que tuvieron que abandonar el cine a causa de una deficiente voz o una floja interpretación sonora. No fue el caso de Chaplin, que en un principio si se sintió tentado por esta nueva técnica, como en su siguiente peli, “City Lights” (Luces de Ciudad), pero que luego regresó al cine silente, pensando que el público las apreciaría más que si fueran habladas. De alguna manera nunca dejo de hacer cine mudo.

Además no fue el único que se mostró crítico con el sonoro. Eisenstein o René Clair también consideraban que esta nueva técnica podría quitar expresividad a los actores.

“City Lights” (Luces de Ciudad), estrenada en 1931, es una película poco conocida, pero absolutamente maravillosa de Chaplin, en la que interpreta a un pobre hombre que se hace pasar por millonario ante una bella chica, vendedora de violetas, a la que ofrece pagar la operación para devolver la vista. Cuando la chica descubre que es una mentira y que su protector es tan pobre como ella, se declara una de las escenas más conmovedoras de la historia del cine. El muchacho se busca la vida de mil maneras para conseguir pasta y ayudar a la muchacha.

Fue otro rodaje catastrófico, pues duró dos largos años y se vio en la necesidad de sustituir a la actriz principal, en principio Virginia Cherill, por Georgia Hale. Lo mismo pasó con el actor principal. Además tuvo movidas legales con el tema musical de fondo, “La violetera”, del Maestro Padilla, con un litigio sobre la autoría de la canción, que finalmente ganó el compositor español.

La peli, en plena eclosión del cine sonoro, fue todo un reto, pues era semi muda: tenía música y algunos efectos sonoros, pero no diálogos, además, el tratamiento visual y argumental era totalmente el típico del cine silente. Se trata de una película bellísima y poética, una de sus mejores obras para muchos. Además fue un gran éxito en la costa este (en la costa oeste muchos se negaron a proyectarla), que conmovió al publico de todos los países donde se exhibió, amenazados por una crisis económica sin precedentes, que hicieron a muchos empatizar con la trama, cada mas critica con las desigualdades sociales y económicas.

Charlot, el eterno vagabundo arruinado, seguía siendo el personaje cómico favorito del público, con diálogos o sin ellos.

A modo de curiosidad, mencionar que la película fue proyectada, antes de su estreno oficial, para los presos de la cárcel de Sing Sing, en donde se supone que estaban encerrados los mayores delincuentes del país. Después, en un claro gesto irónico, hace un pase privado para la alta sociedad neoyorquina.