¿POR QUÉ SOY REPUBLICANO?


Perpetrado por Oskarele.

Hoy, 14 de abril, se cumple el 80 aniversario de la proclamación de la Segunda República Española. Desde PLQHQ queremos expresar nuestro máximo respeto por aquellos señores y señoras, tanto de izquierdas como de derechas, que intentaron liberar a este país de una institución retrograda y ridícula como es la monarquía, pero que terminaron sucumbiendo cinco años después por la sublevación de determinados elementos del ejército español y el estallido de una salvaje Guerra Civil, que todos, espero, repudiamos.

Antes de nada quiero dejar clara mi posición, la mía, la del que escribe esto: soy republicano. Si. Y a mucha honra. Pero ¿Por qué?

Pa empezar, desde mi perspectiva, cualquier institución política que se base en privilegios, honores y poderes heredados no es legítima, pues, lógicamente, no ha contado con el beneplácito de su pueblo.

Mientras el Jefe de Estado de un país no sea elegido por su pueblo, no hay democracia.

Simplemente.

En la España actual, argumentan algunos que el pueblo si eligió la monarquía al votar a favor de la constitución en 1978. Pero de eso han pasado más de treinta años. Y en aquel momento, sin duda, fue la mejor opción, por no decir la única. Igual va siendo hora de que el pueblo sea consultado de nuevo. Aunque mucho me temo que el “juancarlismo”, que no la monarquía, tiene un tirón popular enorme, más que por afinidad política, por cariño que se le tiene.


Por otro lado, el que es nuestro monarca actual fue elegido por el vencedor de aquella guerra, dictador durante cuatro décadas, de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero, todo sea dicho, él mismo traicionó los principios de un movimiento que juró personalmente, ayudando, supuestamente, a que España superase con eso un difícil momento de transición.

Curiosamente, muchos franquistas se consideran hoy en día monárquicos, a pesar de que su difunto líder no cedió el poder a la monarquía borbónica hasta que palmó (aunque ya unos años antes dejó claro que “lo dejo todo atado y bien atado”). Y digo “curiosamente”, porque los primeros que deberían estar en contra de esta monarquía son los franquistas, ya que, desde se enfermiza perspectiva, el Rey traicionó su movimiento.

Por otro lado, también quiero dejar claro que, aunque hoy en día, por motivos que no vamos a entrar a discutir aquí, el republicanismo en España parece pertenecer solo a grupos de izquierda, en el pasado, durante la Segunda República, no fue así. Hubo grandes políticos republicanos de derechas.

En aquella época “República” no era algo inherente a “Izquierdas”. Desgraciadamente, hoy en día sí parece ser así. Incluso, diría, dentro de la izquierda, muy pocos políticos hacen ostentación pública de sus ideas republicanas.

Igual les da vergüenza… o igual son unos cobardes.

Hay incluso quien osa argumentar que la monarquía sale más barata que la república. Se me ocurren, así de pronto, dos respuestas. La primera es ¿Y qué más da, con tal de acabar con esa institución? La segunda respuesta es: no creo que sea así. El sistema viene a ser el mismo, simplemente cambia en que el jefe de estado pasa a ser alguien elegido por el pueblo. Y si, habría que pagarle, pero por lo menos no tendríamos que mantener a toda su descendencia de Marichaleres y Urdangarines, que además, se reproducen como conejos.


Al margen de esto, esto son los acontecimientos, grosso modo, lo que llevó a nuestro país a proclamar la Segunda República.

En enero de 1930, el general Miguel Primo de Rivera dimite. El monarca, Alfonso XIII, Borbón, y abuelo del monarca actual, se empeñó, como no, en seguir manteniendo un régimen decadente y débil, liderado por su figura. Para ello tiene la genial idea de convocar una serie de elecciones, con la intención de tener legitimación democrática (algo que nunca tuvo) y con un programa político clarico: elecciones a Cortes constituyentes y municipales y autonomía para Cataluña.

Así, el 12 de abril del siguiente año, 1931, se realizan elecciones municipales.

Y pasó algo curioso: en el momento en que se proclamó la República, dos días después, había unos resultados parciales de 22.150 concejales monárquicos  y apenas 5.875 concejales para las diferentes iniciativas republicanas, quedando 52.000 puestos aún sin determinar.

Pese a ello, las elecciones ya dejaban claro que la Corona había sido derrotada en las principales ciudades. En 41 capitales de provincia, pa ser exactos. En los Madriles, los concejales republicanos triplicaban a los monárquicos. En Barcelona los cuadruplicaban.

Estos resultados parciales fueron interpretados por los republicanos, lógicamente, como un referéndum en el que el pueblo mostró claramente su descontento con la anquilosada monarquía y su apoyo a la instauración de la República.

Algunos consejeros y militares instaron al Rey para detener el inminente movimiento republicano, ya, en la sombra bastante avanzado, pues Niceto Alcalá Zamora (que sería nombrado Jefe de estado unas horas después) había obtenido el apoyo de Sanjurjo, y con él el de la Guardia Civil y el Ejército.

Exigieron al monarca que se pirase inmediatamente del país.

Y Alfonso XIII, que vio peligrar su vida y la de los suyos, se marchó la misma noche del 14 de abril de 1931.

Dos días después, se hizo público el siguiente manifiesto, redactado en nombre del Rey caído:

“Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas. Un Rey puede equivocarse, y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra patria se mostró en todo tiempo generosa ante las culpas sin malicia.

Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa.

Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos.

También ahora creo cumplir el deber que me dicta mi amor a la Patria. Pido a Dios que tan hondo como yo lo sientan y lo cumplan los demás españoles.”


El mismo día 13 algunas ciudades (Sahagún, Eibar, Jaca), proclamaron la República, pero fue al día siguiente, cuando una gran cantidades de ciudades, incluidas las más importantes, proclamaron la Segunda República Española, que luego se vería refrendada, el 28 de junio, por las elecciones a Cortes Constituyentes, que  dieron como resultado la creación de la Constitución de la República Española de 1931, en la que se le daba un marco legal.

Desafortunadamente todos sabemos como acaba la historia: la República no consigue solucionar determinados problemas antiguos del país (la reforma agraria, las autonomías, el caciquismo…), la izquierda y la derecha se van distanciando cada vez más, concluyendo la cosa con el levantamiento militar de las derechas, ante el temor por un supuesto e inminente estallido revolucionario socialista.

La consecuencia sería el estallido de una cruenta guerra civil, de la que saldría victorioso el general aquel, que, contra todo pronóstico, en vez de reinstaurar la monarquía, se pegó como una lapa al poder, y no lo soltó hasta que el 20 de noviembre de 1975 palmó…

Pero lo dejo todo, en sus propias palabras, atado y bien atado, dejando preparado un sustituto para cuando nos dejase.

¿Saben quien fue?

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