LEMURIA. PARTE 1. SEGÚN LOS CIENTÍFICOS…


Perpetrado por Oskarele

Por un lado: Los Lémures son unos mamíferos, del orden de los primates, y de la familia Lemuridae, que viven en los arboles, tienen los ojos enormes, un gran hocico, el cuerpo alargado y una larga cola… en la actualidad solo quedan en Madagascar, pero en la antigüedad los hubo también en África y en la India, así como parientes cercanos suyos. (Más info aquí: http://magma.nationalgeographic.com/ngexplorer/0510/articles/spmainarticle.html)

Por otro lado: William Thomas Blanford  (1832-1905) fue un geólogo y naturalista hijo de la Gran Bretaña que trabajó durante años en el Servicio Geológico de la India. Fue miembro de la Royal Society y obtuvo mucho prestigio tanto por sus estudios geológicos como por los zoológicos. En 1860, haciendo unos estudios en la zona de Abisinia (Etiopía), encontró ciertas similitudes entre los tipos de rocas presentes en esa zona y en el Sur de la India. Las rocas en cuestión eran del periodo Pérmico y eran prácticamente idénticas en ambos continentes alejados por más de de 5.000 km. Esto le llevó a plantear la existencia de un desaparecido puente de Tierra que uniera ambos continentes. (Más info aquí: http://en.wikipedia.org/wiki/William_Thomas_Blanford)


Estas ideas de Blanford fueron sumamente valiosas para el trabajo que estaba realizando un biólogo alemán llamado Ernst Heinrich Haeckel (1834-1919) que estaba bastante intrigado por culpa del misterio de los lémures, es decir, la extraña presencia de estos animalicos tanto en Madagascar como en Asia.

La existencia de aquel puente de tierra explicaría el misterio.

Por aquella misma época otro zoólogo, el inglés Philip Lutley Sclater (1829-1913), en su intento por estructurar las diferentes zonas zoológicas del planeta, en 1864, se planteó la posibilidad de que hubiese existido un continente desaparecido entre África y la India, haciéndose eco de las teorías de Blanford y del tema de los lémures, y decidió ponerle nombre: Lemuria… una vastísima extensión de tierra que  comprendería Sudáfrica, Madagascar, Ceilán, Sumatra, el océano Índico, Australia, y Nueva Zelanda.


Haeckel, fascinado con la idea de ese mítico continente, le sacó aun mas partido. En aquella época (segunda mitad del siglo XIX), aun no se había encontrado ningún resto de antepasados homínidos del ser humano. Haeckel, darwinista de pro, estaba convencido de que la evidencia de aquellos antiguos humanos se podía encontrar en lo que en aquel entonces se conocía como las “Indias Orientales Holandesas”… lo que es Indonesia, más o menos.



Planteaba que debía de haber habido una especie intermedia entre los monos y nosotros, a la que dio el nombre de “hombre simio” o Pithecanthropus, la cual, aunque humana en muchos aspectos, no poseía la que consideraba verdadera característica del hombre, el lenguaje, por lo que la denominó “Pithecantrhopus alalus”.

Claro, si partimos de la idea de que consideraba que el hombre había surgido en aquellas islas que forman la actual Indonesia, no es extraño aceptar que Haeckel plantease que el lugar de la aparición del ser humano fue Lemuria, desde donde se habrían extendido por todas partes.

Fascinado por su propia teoría encargó a sus estudiantes encontrar el eslabón perdido. Uno de ellos, Eugène Dubois, lo hizo al encontrar el conocido como “Hombre de Java”, al que dio el nombre de “Pithecanthropus” aunque más tarde sería reclasificado como Homo erectus.

Pero todo esto cambió a principios del siglo XX: en primer lugar, cuando un geólogo aficionado yanqui llamado Frank Bursley Taylor, sorprendido la similitud de formas entre los litorales opuestos de África y Suramérica,  dedujo que los continentes habían estado en movimiento en otros tiempos.

Luego vino Alfred Wegener, que desarrolló esta idea, y  propuso en 1912 que, en algún momento de la antigüedad, los continentes habían formado una sola masa terrestre, que denomino Pangea, donde flora y fauna existieron, antes de dispersarse y acabar llegando a los emplazamientos actuales.

Pero la teoría de Wegener y su Pangea no fueron aceptadas inmediatamente: los escépticos plantearon soluciones del tipo “puentes de tierra”, para explicar la similar distribución de los fósiles a ambos lados de las cuencas oceánicas… y seria Arthur Holmes, geólogo inglés, quien aportaría una sugerencia interesante: comprendió que el calentamiento radiactivo podía producir corrientes de convección en el interior del planeta, y que estas podrían ser lo suficientemente fuertes como para provocar el desplazamiento de los continentes de un lado a otro.

Así Holmes, en su popular “Principios de la geología física” de 1944, expuso por primera vez la teoría de la deriva continental, que, en sus ideas fundamentales, prevalece hoy en día, aunque en su momento fue enormemente criticada y tachada de radical y ridícula.

La expresión “Deriva continental” se desechó rápidamente al constatarse que estaba en movimiento toda la corteza terrestre y no solo los continentes, pero llevo tiempo ponerse de acuerdo en la denominación para los segmentos individuales: al principio se les llamo “bloques de corteza”, hasta que en 1968 se les comenzó a llamar “placas” y a la nueva ciencia “tectónica de placas”.


Pero ¿pensaban que la idea de la existencia de este continente desaparecido iba a desaparecer, valga la redundancia, con estas nuevas teorías?

Pues lo cierto es que Lemuria, junto con la Atlántida y Mu, pasó  a formar parte de las elucubraciones, descabelladas pero fascinantes, de ocultistas y amantes del misterio (como Madame Blavatsky, Louis Jacolliot, Thomas Lake Haris y Annie Bessant) mucho tiempo antes, en la segunda mitad del siglo XIX.
Y, de alguna forma, sus rocambolescas teorías desataron la imaginación de muchos estudiosos fascinados con la posibilidad de la existencia de civilizaciones desaparecidas, razas humanas antiguas, libros sagrados que cuentan la autentica historia de este planeta…

La paleontología y la geología las han desmentido, pero no por eso dejan de inspirarnos con su misterio y encanto.

A Lemuria dedicaremos unos cuantos articulillos…

1 comentario:

  1. interesante cómo el avance de la ciencia y el conocimiento permite alcanzar nuevas verdades que por suerte además son más finas y certeras.Lástima que existan tantos vendedores de misterios que vendan miles de libros ocupando secciones propias en librerías inclusive...basándose en cosas inventadas sin base pero dándolas como verdad,es más,incluso permitiéndose hablar despectivamente de lo que llaman ciencia ortodoxa

    ResponderEliminar