ZECHARIA SITCHIN. LIBRO 2º: LA ESCALERA AL CIELO. PARTE 17: ANSIAS DE TRASCENDENCIA


ByOskarele

Ziusudra (el Noé sumerio) no sería este el primer humano en buscar o conseguir la inmortalidad o en ascender a los cielos. En un curioso libro llamado “El Libro de Adán y Eva”, se narra lo que sucede con Adán en su vejez: enfermo, con 930 años, encarga a su hijo Set que suplique a Dios para que le conceda el fruto del Árbol de la Vida.  Finalmente, el ángel Miguel se apareció a ellos anunciando que la súplica no sería atendida. "El tiempo de la vida de Adán terminó", dijo el ángel; su muerte no debía ser evitada o aplazada. Seis días después, Adán murió.

Moisés, el héroe hebreo del éxodo, realizó muchos milagros con la ayuda de un palo, de una cayado, entre otros lo de abrir las aguas del Mar Rojo, que, según la tradición, fue traído por Adán del Jardín del Edén. Adán lo dio a Enoc (otro de los humanos inmortalizados, del que ya hemos hablado antes), que, por su parte, lo pasó a su bisnieto, Noé, el héroe del diluvio. Enseguida él fue heredándolo por la línea de Sin, de generación en generación, hasta llegar a Abraham (el primer patriarca hebreo post-diluviano). El bisnieto de Abraham, José, llevó el cayado consigo cuando fue a Egipto, donde alcanzó muy alta posición en la corte del faraón. Allá el cayado permaneció entre los tesoros del reino y fue así que llegó a las manos de Moisés, pues este fue criado en la corte y vivía como un príncipe egipcio antes de huir para la península del Sinaí.

En una versión de esa leyenda, el cayado era hecho de una única piedra; en otra, de una rama del Árbol de la Vida que crecía en el Jardín del Edén.

Un cuento judaico, llamado "El Ascenso de Moisés", habla de que cuando el Señor llamó a Moisés en el monte Sinaí y lo encargó de llevar a los israelitas fuera de Egipto, este se resistió a la misión por varios motivos, entre ellos su habla vaga y poco elocuente. Determinado a acabar con esa humildad, el Señor decidió mostrar Moisés "los ángeles", los misterios del cielo y el lugar donde quedaba su trono. Entonces "Dios ordenó a Metatrón, el Ángel de la Fisonomía, conducir Moisés hasta las regiones celestiales". Aterrorizado, Moisés preguntó a Metatrón: "Quién eres tú?" Y el ángel (literalmente: "emisario") respondió: "Soy Enoc, hijo de Jared, tu ancestro".

Acompañado por el angelico Enoc, Moisés viajó por los siete cielos, vio el infierno y el paraíso y enseguida fue devuelto al monte Sinaí, donde aceptó su misión.

Enoc fue un tío muy activo después de su ascenso a los cielos: Otro libro muy antiguo lanza más luz sobre su preocupación con el inminente diluvio y su bisnieto Noé. Es el llamado "Libro de los Jubileos", también conocido en la Antigüedad como el "Apocalipsis de Moisés", pues habría sido escrito por éste en el monte Sinaí mientras un ángel le dictaba las historias del pasado. (Los eruditos creen que la obra fue compuesta el segundo siglo a.C.)

El relato sigue de cerca las narrativas bíblicas del Libro del Génesis, pero suministra más detalles, como los nombres de las mujeres e hijas de los patriarcas pre-diluvianos, y amplía los eventos experimentados por la Humanidad en esa época distante. La Biblia nos informa que el padre de Enoc era Jared ("Descendido"), pero no por qué él recibió ese nombre. Este Libro esclarece al respecto: Dice que los padres de Jared le dieron ese nombre “pues en sus días los ángeles del Señor descendieron a la Tierra, Aquellos que son llamados "Los Observadores", para instruir a los hijos de los hombres e implantar el juicio y la restricción en la Tierra.

El hijo de Jared, Enoc, fue el primero entre los hombres nacidos en la Tierra que aprendió la escritura, el conocimiento y la sabiduría. En el 12º jubileo (dividen el tiempo en “jubileos”), Enoc tomó por esposa a Edni ("Mi Edén"), y ella le dio un hijo, Matusalén. Después de eso Enoc "anduvo con los ángeles de Dios por seis jubileos de años y ellos le mostraron lo que existe en los cielos y en la Tierra... y él escribió todo".

Según el Libro de los Jubileos, Enoc desempeñó algún tipo de papel en ese cambio de actitud del Señor ante los hombre que precipitó el diluvio por sus actos impuros, pues "testificó sobre los Observadores que habían pecado con las hijas de los hombres; él testificó contra todos". Y fue para protegerlo de la venganza de los Ángeles del Señor pecadores que "él fue retirado de entre los hijos del hombre y llevado al Jardín del Edén", específicamente mencionado como uno de los cuatro lugares de Dios en la Tierra.

Noé, aquel hombre íntegro escogido para sobrevivir al diluvio, nació después de esos acontecimientos. Su nacimiento, ocurrido cuando los "hijos de los dioses" se relacionaban sexualmente con las mortales, causó una crisis conyugal en la familia. Como el Libro de Enoc nos cuenta, Matusalén "escogió una mujer para su hijo, Lamec, y ella se embarazó y dio a la luz un hijo". Sin embargo, cuando el bebé -Noé - nació, había algo de raro: “Su cuerpo era blanco como la nieve y rojo como el desabrochar de una rosa; sus cabellos y largos rizos eran blancos como la nieve; sus ojos eran bellos. Cuando abrió los ojos, iluminó la casa toda como el sol y la casa quedó muy brillante. Cuando la partera lo irguió, él abrió la boca y conversó con El Señor de la Justicia. Chocado, Lamec corrió hacia su padre, Matusalén, y habló: Engendré un hijo extraño, diferente del hombre y parecido a los hijos del Dios del Cielo, su naturaleza es diversa, él no es semejante a nosotros... Y parece que no se originó de mí, sino de los ángeles.”

Así que Lamec, mosqueado, tuvo una idea: ya que su abuelo, Enoc, estaba viviendo entre los hijos de los dioses, ¿por qué no preguntarle a él?  Matusalén, padre de Lamec e hijo de Enoc, le llamó  y le contó sobre el nacimiento de aquel niño raro. Después de hacer algunas indagaciones, Enoc garantizó a Matusalén que Noé era realmente hijo de Lamec y que su aspecto raro anunciaba que algo estaba por venir: "Habrá un gran diluvio y una enorme destrucción durante un año, y sólo ese hijo, que deberá recibir el nombre de Noé ("Descanso"), y su familia serán salvos".

El término empleado en esas escrituras antiguas para designar a los "hijos de los dioses" envueltos en tonterías antediluvianas, es Observadores. Se trata del mismo término, Neter, que los egipcios usaban para los dioses y es el significado exacto del nombre Shumer, el lugar de su aterrizaje.  Los famosos Manuscritos del Mar Muerto aportan algo más de luz en este complicado tema. Un fragmento que trata del nacimiento de Noé emplea un término hebraico que ha sido traducido como "Observadores" o "Gigantes", Nefilim,  hace referencia, en realidad, según Sitchin, a aquellos extraterrestres que nos crearon.

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