LA CAJA DE LETRAS existencialismo “Un hombre así no comete crímenes”

LA CAJA DE LETRAS existencialismo
“Un hombre así no comete crímenes”
a_oskareleselection
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la caja de letras es un reducto,
un solar; uno de esos donde jugaba cuando era niño
uno de esos descampados heridos de hierba amarilla y ladrillos
de granito, a pedazos

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No puedo imaginar una tortura mayor que la congoja de una inteligencia intrigante que de repente pierde su hilo conductor y que, cuando su conciencia despierta y trata de salir del laberinto, vuelve contra sí mismo toda su penetración cerebral. Le resultan inútiles todas las salidas de su cueva de zorro: cuando cree alcanzar la luz del día, se da cuenta de que se halla delante de una nueva entrada y, como una fiera despavorida, en la desgarradora desesperación que le acomete, trata de nuevo de salir, pero de nuevo sólo encuentra entradas que lo conducen de nuevo a sí mismo.

Un hombre así no comete crímenes, porque a menudo le engaña su propia superchería, pero recibe un castigo mucho más terrible que un verdadero delincuente; pues, en realidad, ¿qué es el dolor de la expiación si se compara con esta consecuente locura?

El castigo, para él, tendrá un carácter puramente estético: un despertar resulta demasiado ético, según su modo de pensar. Ira conciencia se le aparece tan sólo bajo la forma de un conocimiento más elevado, que se expresa como una inquietud; y ni siquiera puede decirse que le acuse con toda propiedad, sino que le mantiene despierto y, al inquietarle, le priva de todo reposo. No puede admitirse que sea un demente: la diversidad de sus pensamientos no está fosilizada en la eternidad de la locura.

(…)

Luego viene el arrepentimiento, pero ni siquiera en esto encuentra la paz, pues en ese instante precisamente, otra voz en su conciencia le dice que ella no ha tenido culpa alguna: fue él mismo quien le puso con gran astucia ese propósito en el alma.

De este modo nace el odio y su corazón se aligera al maldecir, pero no recobra la paz, ya que la conciencia le dirige nuevos reproches; se increpa a sí misma por odiarle y se censura por haber sido culpable, incluso engañada.

Al engañarla, él cometió una falta muy grave, pero peor aún fue el desarrollarla estéticamente de modo que ella no puede prestar oído a una sola voz con sumisión por mucho tiempo y, en cambio, sí puede escuchar más y más reclamos.

Cuando en su alma se despiertan los recuerdos, ella olvida pecado y culpa, para evocar sólo los instantes de felicidad, dejándose embriagar por una exaltación que nada tiene de particular.

SOREN KIERKEGAARD. Diario de un seductor.

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