LA ATLÁNTIDA. PARTE 7. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y EL RESURGIR DEL MITO, PARTE 3/3

Perpetrado por Oskarele

En 1561 Guillaume de Postel (1510-1581), un lingüista francés, astrónomo, cabalista, diplomático y erudito famoso en el siglo XVI, sugirió que se llamase Atlántida a uno de los continentes recién descubiertos.


En 1580 John Dee (1527-1609), importante matemático, astrónomo, astrologo y ocultista, así como consultor de la reina Isabel I, aplicó ese nombre a América en uno de sus mapas, en un libro suyo llamado “La Atlántida antes del diluvio universal”.  Algo similar hicieron un tiempo después los cartógrafos franceses Sanson (1689) y Robert de Vangoudy (1769) los que llegaron al colmo de publicar mapas de América mostrando como Neptuno había dividido aquella tierra entre sus diez hijos, razón por la que Vangoudy fue, con cierta justicia, ridiculizado por Voltaire.

Justas Lepsius (1547-1606), filólogo y humanista belga, comentó que era posible que los hombres hubieran transportado en naves animales tan diversos como los encontrados en el Nuevo Mundo; pero que era imposible haber cargado por propia voluntad víboras de cascabel y osos...

Mucho más plausible era admitir que hombres  y animales hubieran pasado al Nuevo Mundo, desde el viejo, por vía terrestre, a través del antiguo continente de la Atlántida, antes de que fuese engullido por el océano.


John Swan, en su “Speculum Mundi” (1644) también admite que “pudiese ser supuesto que americe era  a veces parte de la gran tierra que Platón llamó la Atlántida, y que los reyes de esta isla tuvieron algún intercambio con la gente de Europa y África… pero cuando ocurrió que esta isla de volvió mar, el tiempo borró todo recuerdo de aquel remoto país, a causa, a saber, por razón del lodo y el barro y otros escombros de este tipo… y aun cuando tal isla hubiese existido y luego fuese tragada por un terremoto, yo estoy muy persuadido de que si América no estaba unida con su parte occidental, aun así no sería errado que hubiera mucho mar entre África y la dicha isla”


El padre jesuita Simao de Vasconcelos, en su “Crónica de la compañía de Jesús” (1663), compiló varios escritos anteriores y trazó las siguientes ideas: “¿Los animales terrestres, onzas, tigres y otros semejantes, como pasaron a América? Pues ni era posible que nadaran por tan gran distancia, ni parece que los traerían consigo los hombres en sus naos, ni sabemos que hubiese para ese efecto una segunda arca de Noé, ni tampoco que Dios hiciese de ellos una segunda creación en esa tierra… Y es que los primeros pobladores de estas partes pasaron a ellas, o por tierra continua o dividida por algún estrecho breve, que fácilmente pudiera ser vencido, así de hombres, como de animales…




Joseph de Acosta (1540-1600), en su “Historia natural y moral  de las Indias” también se pregunta “¿Con que pensamiento, con que industria, con que fuerza, pasó tan copioso mar el linaje de los indios?”, pero solo por dos vías, mar o tierra. Y también consideraba que la leyenda de Atlántida también se refería a americe: “porque lo que los otros poetan cantan de los Campos Elíseos y de la famosa Tempe, y lo que Platón o cuenta o finge de aquella su isla Atlántida, cierto lo hallarían los hombres en tales tierras…”

El padre Claude D’Abbeville, en 1614, en su “Historia da missao dos capuchinos de Ilha do Maranhao” sugiere, como otros muchos autores (Lopez de Gómara, Martín del Rio), que América era en realidad el paraíso terrenal, al que también asimilaba con la Atlántida.


En 1665, el padre Athanasius Kircher, erudito en diversos campos del saber, por ejemplo en el  supuesto desciframiento de los jeroglíficos egipcios, campo en el que pese a que se le consideraba un experto no logró ningún resultado válido, opinó a favor de la teoría de que la Atlántida era una isla del Atlántico y dejó un famoso mapa en que la hace aparecer en su relación con Europa y América, aunque, curiosamente, el mapa está al revés, ya que el Sur aparece en la parte superior.

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