LA ATLÁNTIDA. PARTE 4. LOS TESTIMONIOS GRECORROMANOS AL RESPECTO, 2/2

Perpetrado por Oskarele

Un poquillo más tarde, en el primer siglo de la era cristiana, Gaius Plinius Secundus (23-79 d. C.), “Plinio el viejo”, en su “Historia Natural”, hablando de una isla situada
en el Atlántico, frente a las costas de Mauritania (Marruecos), dice lo siguiente: "... TRADITUR ET ALIA INSULA CONTRA MONTEM ATLANTEM, ET IPSA ATLANTIS APPELLATA. ..." (... según la tradición la otra isla frente al Monte Atlante, es la misma llamada Atlantis…) (Plinio
el Viejo, Historia Natural. Libro VI, X X X V I, 199) (Traducción: Georgeos Díaz-Montexano, aquí)


Curiosamente, Plinio no menciona a Platón en esta cita, lo que nos puede hacer pensar que estamos ante una mención a la Atlántida extra-platónica.

Pero, que no mencione a Platón no quiere decir que no conociese su historia. Además, otros autores le atribuyen un comentario en el que plantea que, de ser cierto lo que dice Platón sobre la Atlántida, el océano atlántico tenía que haber tenido en otros tiempos una enorme plataforma continental (usando términos modernos)


Un contemporáneo suyo, Plutarco (50-120 d. C.), planteaba que Solón, el antiguo legislador ateniense, intentó hacer un poema épico sobre la historia fabulosa de la isla hundida, pero no viviría para completarlo. De ello se encargaría tiempo después Platón, destacando Plutarco los valores literarios y “el pesar por la parte inacabada, que es tan grande como extraordinaria es la satisfacción que tiene por la parte completada”. Berlitz propone otra curiosa idea: dice que Plutarco “describió un continente llamado Saturnia y una isla llamada Ogygia, que se hallaban a unos cinco días de navegación hacia el Occidente de Gran Bretaña”


Berlitz también argumenta que Homero (del siglo VIII a. C. unos cuatro antes de Platón), el genial autor de la “Ilíada” y la “Odisea”, también menciona el nombre de Ogygia en esta última obra, siendo la isla donde habitaba la ninfa Calipso, hija de Atlas, quien retuvo durante siete años al héroe griego Odiseo, ofreciéndole convertirse en inmortal si aceptaba quedarse con ella en la isla. Sin embargo, Atenea, protectora del héroe, le ordenó que lo liberase, abandonando la isla en una barca.

Esto es lo que dice Atenea en la obra homérica: “Nuestro padre, hijo de Cronos, preclaro gobernante... mi corazón está destrozado por el sabio Odiseo, hombre desgraciado, que abandonó hace tanto tiempo a sus amigos y que vive tristemente en una isla situada en el centro mismo del mar. En esta isla boscosa habita una diosa, hija del habilidoso Atlas, que conoce la profundidad de cada mar y conserva los altos pilares que separan el cielo de la tierra...”


Pero Homero habla de otra isla que se podría identificar con la Atlántida: de nuevo en la “Odisea”, hace referencia a Esqueria, una isla situada muy lejos, en el océano, donde los feacios, “viven aparte, muy lejos, sobre la inconmensurable profundidad y en medio de las olas —los más remotos entre los hombres...”.

Allí fue Odiseo tras partir de Ogygia, tras sufría varias tempestades enviadas por Poseidón, y allí fue ayudado por el rey Alcínoo para que pudiese regresar a su patria, Ítaca.
En la Alejandría helenística del siglo III de nuestra era surgen unas corrientes que la historiografía define como “neoplatónicas”, ya bajo el yugo del Imperio Romano, formándose unas doctrinas que rozan la mística y el ocultismo (no en vano surge en Alejandría, bebiendo de numerosos escritos herméticos y gnósticos).

Terminarían desapareciendo por el triunfo de cristianismo, con el que tenían numerosos puntos en común, posiblemente por influencias recíprocas.

Uno de estos neoplatónicos, Proclus o Proclo (410-485), uno de los más importantes representantes de aquella escuela, analizando el “Timeo” de Platón, aseguraba que Crantor (que vivió entre el siglo IV y el III a. C), uno de los primeros seguidores de Platón, tomo la historia como exacta y declaro haberla confirmado con los sacerdotes egipcios de Sais, de donde procedía el relato original narrado, supuestamente, a Solón, que le mostraron, según dice, unas antiguas columnas o estelas de piedra donde estaba escrita la historia, a pesar de que, como no entendía los jeroglíficos, tuvieron que traducírselos. Esto sería de suma importancia, pues eliminaría la cuestión sobre si Platón se inventó o no la movida (lo que no quiere decir que sea cierta, igual Platón fue engañado, o se creyó una leyenda)

Además, decía el Proclus este, el geógrafo Marcellus (del primer siglo a. C.) habló en su “Historia de Etiopia” de islas en el Atlántico, tres grandes y siete pequeñas, cuyos pobladores conservaban las tradiciones de la Atlántida y su imperio.

Otros, como el neoplatonista Porfirio o el padre de la iglesia Orígenes, consideraron la historia como una alegoría con un significado simbólico, como el de que la guerra Atlántida vs. Atenas simbolizaba conflictos entre los espíritus que animan el universo. Otro neoplatonista, Jámblico, al igual que Proclus, se convenció a sí mismo de que la historia era verdadera en los sentidos literal y figurativo-simbólico simultáneamente.

Pero en muchos casos los intentos de estos dos por casar ambas realidades (la histórica y la simbólica) no fueron demasiado satisfactorios.

La mayor parte de los padres de la iglesia que comentaron el tema de la Atlántida tampoco fueron demasiado críticos, siguiendo la línea abierta por los neoplatonistas, quienes tomaron el lado bueno de la narración. Pero con el éxito del cristianismo, el interés por aquellos eventos remotos que confundían historia con leyenda fue declinando, centrándose el interés de los pensadores en los aspectos más trascendentales de la existencia.

Así, el último comentario sobre la Atlántida antes de siglos de silencio (coincidentes con la Edad Media), fue el de un tal Cosmas, llamado Indicopleustes (viajero hacia la India), un monje de Alejandría del siglo VI que había sido un mercader viajero en su juventud y que intentó refutar las ideas geográficas paganas en un extraño tratado llamado “Topografía cristiana”, donde rescata la historia de la Atlántida con la idea de demostrar que la Tierra no era redonda, como, curiosamente, defendían los griegos, si no plana.


El Cosmas este mantenía que el universo estaba configurado, como pensaban los antiguos egipcios, como el interior de un arca, el Tabernáculo Hebreo construido bajo la dirección de Moisés, que era un modelo de ello. Así nuestra Tierra era una isla rodeada de agua, un enorme océano que a su vez estaba circundado por una franja rectangular de tierra. El Paraíso bíblico descansaba en la parte este de la tierra exterior, en donde los hombres habitaban antes del diluvio. Así Cosmas afirmaba que la historia de Atlantis era en realidad una versión de la historia del diluvio que Timeo había recogido de los Caldeos.

Después del Cosmas este, la Atlántida se hundió por segunda de vez, esta vez en el olvido, salvo por una breve mención a ella que se hace en la una enciclopedia medieval llamada “Imago Mundi” de un tal Honorio de Autun, escrita hacia el 1100.

1 comentario:

  1. también te puede valer respecto a la Atlántida en Plinio

    http://www.historia-del-arte-erotico.com/Plinio_el_viejo/libro2.htm#205

    Un saludo

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