UN PLANETA SOLITARIO Y HOSTIL, PARTE 3, TOLERANTES A LA TIERRA
Todo lo que conocemos está hecho con 92 tipos de “ladrillos” (conocidos por los científicos como “Elementos”), más un par de docenas extra creadas en laboratorio. Pero lo cierto es que muchas de estas piezas son poco conocidas (¿Alguien ha visto alguna vez algo llamado “Ástato” o “Francio”, del que se cree que en todo el planeta puede haber menos de 20 átomos…?). En realidad son solo unos treinta los elementos ampliamente extendidos en nuestro planeta, y apenas unos seis son fundamentales para la vida.
El elemento más abundante (constituye algo menos del 50% de la corteza terrestre) es el oxigeno, pero, aparte de este, es sorprendente la abundancia, o escasez, relativa de algunos elementos: el silicio es el segundo elemento con mas existencias, el titanio el decimo… lo que nos lleva a pensar que la abundancia tampoco tiene mucho que ver con la utilidad para nosotros (en la tierra hay mas cerio que cobre, mas lantano que cobalto o nitrógeno).
Pero es que la abundancia tampoco tiene mucho que ver con la facilidad para la detección: el aluminio, cuarto en el ranking de abundancia, ni se sospechaba que existía hasta el siglo XIX, y cuando se descubrió se consideraba algo precioso (el monumento a Washington iba a recubrirse de Aluminio) La abundancia tampoco está relacionado con la importancia para nosotros: el carbono ocupa el 15º lugar (el 0.048 % de la corteza terrestre), pero sin este estaríamos perdidos.
El carbono es tan importante por su desvergonzada promiscuidad: se trata del fiestero del mundo atómico, que se une a muchos otros átomos y mantiene la unión firme, formando espectaculares congas moleculares… precisamente, el truco necesario para poder crear proteínas y ADN. Pero aun así no es demasiado abundante: en tu cuerpo, de cada 200 átomos, 126 son de hidrogeno, 51 de oxigeno y solo 19 de carbono.
Otros elementos son esenciales no para crear vida, sino para mantenerla: el hierro es la materia prima de la hemoglobina, el cobalto de la vitamina B12, el zinc, el molibdeno, el potasio, el sodio valen para cosas que ni me atrevo a explicar. Hemos evolucionado para utilizar o tolerar esas cosas, pero siempre con un margen estrecho de aceptación. El grado en que los organismos necesitan o toleran determinados elementos es una reliquia de su evolución. Nuestra tolerancia es, por norma, directamente proporcional a su abundancia.
En términos generales, si un elemento no halla el medio natural de incorporarse a nuestro sistema (por ejemplo, si no es soluble en agua) tendemos a no tolerarlo. Eso pasa, por ejemplo, con el plomo, que nos intoxica porque nunca habíamos estado expuestos a él, hasta que empezamos utilizarlo en envases o en gasolinas.
Así, cuando los elementos no aparecen de forma natural, no hemos adquirido en el proceso evolutivo tolerancia a ellos, suelen ser sumamente tóxicos.
Todo esto nos lleva a las siguientes conclusiones: Que la tierra parezca agradable y maravillosa se debe, en parte, a que evolucionamos para ir adaptándonos a sus condiciones. Lo que nos maravilla no es que sea adecuada para la vida, sino que lo sea para NUESTRA vida. En otros mundos puede ser que sus habitantes disfruten bañándose en bellos lagos plateados de mercurio, con maravillosas nubes errantes de amonio y lluvias coloreadas de acido. Puede que estén encantados en un planeta sin terremotos, ni volcanes ni tsunamis, al no tener placas tectónicas. Se quedarían asombrados al ver que respiramos uno de los elementos más combustibles que existen, claro que, aquí no podrían comer de casi nada de nuestras comidas, a lo mejor algo de tierra y cobalto, o nitrógeno liquido, o quién sabe. Para ellos la Tierra no sería un lugar tan agradable como nos parece a nosotros
Esto es como si yo os digo: “anoche vi una matrícula de un coche con la numeración 5948 THC, me quede asombrado ¿Te lo imaginas? De todos los millones de placas de matrícula que existen, ¿Qué posibilidades tenia de encontrarme justo esa matricula? Es asombroso”. Con esto quiero decir, que es fácil hacer que cualquier situación intrascendente parezca extraordinaria si la tratamos como algo profético a posteriori. Es la famosa tontería del numero 23, si lo buscas, lo encuentras…
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