EL HOMBRE DEL TIEMPO, PARTE 3. GRADOS, NUBES, LLUVIA Y LA CRISIS DEL MEDITERRANEO


ByOskarele

A pesar de su importancia práctica, la meteorología no se puso en marcha hasta bien entrado el siglo XIX. En parte, esto es motivado porque exige mediciones precisas de temperaturas, y los termómetros eran bastantes chungos de hacer en aquellos tiempos, sobre todo por lo difícil que era perforar el cristal.

El primero que lo logro fue un tal Daniel Gabriel Fahrenheit, un holandés que hizo un termómetro preciso en 1717, aunque, perturbadoramente, calibraría el instrumento de manera que situó la congelación a los 32 grados y la ebullición a los 212. Esa excentricidad numérica molesto desde el principio, así que un tal Anders Celsius, en 1742, astrónomo y sueco, presento una escala rival.

Un farmacéutico ingles llamado Luke Howard es considerado el padre de la meteorología. Se hizo célebre a principios del siglo XIX (Goethe le llego a dedicar cuatro poemas), aunque hoy se le conoce por haber puesto nombre a las nubes. Las dividió en tres grupos: estrato para las nubes en capas, cúmulos para las esponjosas y cirro para las formaciones altas, finas y livianas. Luego añadió un cuarto cuerpo, los nimbos, para las nubes de lluvia. Lo bueno de este sistema es que se podían recombinar para describir cualquier forma o tamaño: estratocúmulo, cirrostrato…Claro que el sistema de Howard se ha complicado con los años.

Pero en realidad una nube ordinaria es una cosa sorprendentemente insustancial. Un esponjoso cumulo estival de varios cientos de metros de lado puede contener solo 150 litros de agua (mas o menos una bañera). La niebla no es más que una nube vaga que no quiere volar (o que no le dejan). Cuando atraviesas andando una niebla típica durante 100 metros entraras en contacto solo con ocho centímetros cúbicos de agua. Definitivamente, las nubes no son grandes depósitos de agua: solo el 0.035% del agua portable de la Tierra flota en las nubes.

La historia de una joven molécula de agua de lluvia varía mucho dependiendo de donde caiga. Si aterriza en suelo fértil, la absorberán las plantas o volverá a evaporarse directamente en un rato. Pero si llega hasta la capa freática, puede tardar años en llegar a ver el sol, incluso miles si llega muy hondo. Cuando ves un lago, lo que estás viendo son billones de átomos de agua que llevan allí, de media, diez años. El tiempo de residencia en el mar parece ser que es de 100 años de media. Aproximadamente el 60% de las moléculas de agua de un chaparrón vuelven a la atmosfera en uno o dos días. Una vez que se evaporan, no pasan en el cielo más de siete días.

La evaporación es un proceso rápido. Incluso algo tan grande como el Mediterráneo (mar que, por cierto, veo con solo girar la cabeza a la derecha) se secaría en mil años si no se repusiese su agua continuamente.

Y lo peor es que esto ha pasado: hace unos seis millones de años sucedió lo que los listos llaman “Crisis de salinidad mesiniana”. Lo que sucedió es que el movimiento continental cerro el estrecho de Gibraltar, provocando que el Mare Nostrum se secase, y que, su contenido, convertido en agua de lluvia, se depositase como agua dulce en otros mares, diluyendo levemente la salinidad de los océanos… diluyéndolos lo suficiente como para que se congelasen en aéreas mayores de lo habitual. Esta región ampliada de hielo rechazo más el calor e hizo que la Tierra entrase en una nueva edad de hielo.

Esto demuestra que un pequeño cambio en la dinámica de la Tierra puede tener unas repercusiones enormes, que desbordan incluso nuestra imaginación.

Un acontecimiento de este tipo pudo, incluso, habernos creado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario