ByOskarele
Podríamos decir, tomándonos cierta licencia poética, que el cine nace en las pinturas rupestres, como, por ejemplo, las de la Cueva de Altamira (Cantabria, España). “Si –diréis- no te lo crees ni tú”. Y en parte tendríais razón. Me explico.
En Altamira (15.000-12.000 a.c.), y en otros lugares con pinturas rupestres, se comienza a dar una especie de animación limitada: consistía en sugerir el movimiento mediante la multiplicación de una parte del cuerpo (por ejemplo un jabalí con más patas de la cuenta), o imitando la forma de andar, dando la sensación de que el animal se mueve. Hoy en día en el comic y en la novela grafica se emplean efectos similares.
Claro que esto no es cine, pero ya nos hace entrever la necesidad inmemorial del ser humano por mostrar lo que veía, que no es otra cosa que la realidad en movimiento. Y esto mismo lo plasmo el hombre en muchas representaciones artísticas a lo largo de la historia. Así, por ejemplo, en el Estandarte de Ur, obra sumeria del siglo XXVI a.c., donde aparecen imágenes distribuidas en bandas sucesivas, una a continuación de la otra, dando la idea de movimiento y de continuidad narrativa.
Eso mismo ocurre por ejemplo en la Columna de Trajano, monumento conmemorativo erigido en Roma por orden del emperador homónimo, concluida en el año 114. Esta obra esta recorrida por un bajorrelieve en espiral que conmemora las victorias de Trajano frente a los Dacios. Lo curioso es que la historia es lineal y comienza en la base de la columna, continuando en espiral a los largo de toda la altura de la misma.
El físico Ibn al-Haytam de Basora, en el actual Iraq (también conocido como Alhacén), nacido en el 965 y muerto en 1.040, desarrolló la Óptica en su obra “Al-Manazir”, formulando la revolucionaria teoría de que los rayos luminosos van de los objetos al ojo que los observa y no al revés, como habían afirmado los griegos Aristóteles y Euclides. También descubrió las leyes de refracción que demostraban la naturaleza material de la luz, preconizando la que hoy conocemos como “teoría corpuscular”. Describió la constitución del ojo (retina, córnea, humor acuoso…) dando una explicación científica al proceso de la visión.
Pero, a lo que vamos, fue el primero en describir los principios de la cámara oscura, construyendo un cajón oscuro con un pequeño orificio en una de sus paredes que, al ser atravesado por un rayo de luz, proyectaba invertida la imagen del objeto exterior.
Esta idea llego sin duda a oídos de un tal Leonardo Da Vinci, que en 1498 escribió un libro llamado “Tratado de la pintura”, en el que planteaba esta misma idea pero aplicada a una habitación con la pared blanca, totalmente a oscuras y con un pequeño agujero en una pared. A través de este pasara la luz, proyectando sobre la pared la imagen invertida del exterior, pero perfecta en las formas y colores.
En 1558 un tal Giovanni Batista della Porta perfecciono este principio, creando un pequeño cajón con un orificio en la parte central, aunque, como novedad, le añadió una lente biconvexa (lupa) y con ella obtuvo mayor nitidez y luminosidad en la imagen. A partir de este avance varios científicos se dedicaron a perfeccionarla. Esta aportación fue fundamental para el desarrollo de la fotografía, ya que marcó el principio de lo que hoy conocemos como el objetivo de la cámara, el cual permite la captura de imágenes a diferentes distancias y ángulos obteniendo como resultado imágenes nítidas y luminosas.
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