ByOskarele
En 1977 se produjo uno de los descubrimientos mas importantes de la historia de la ciencia: un submarino (el famoso Alvin) encontró populosas colonias de organismos grandes que Vivian en las chimeneas de las profundidades y en torno a ellas, cerca de las Islas Galápagos: serpulidos (gusanos enormes de tres metros), almejas de treinta centímetros… todos debían su existencia a la vastísima colonia de bacterias que obtenían su energía y sustentos de los sulfuros de hidrogeno (compuesto terriblemente toxico para los seres de la superficie). No había luz solar, ni oxigeno, ni plantas. No había fotosíntesis sino quimiosintesis.
Estas chimeneas expulsan cantidades inmensas de calor y de energía y tienen oscilaciones de temperatura tremendas: en el punto de salida del agua puede alcanzar los 400 grados mientras que dos metros más allá puede estar a tres grados. El descubrimiento del submarino Alvin transformo nuestra idea de los requerimientos mínimos para la vida. Pero además aclaro otro enigma: porque los océanos no se hacen más salados con el tiempo.
En el mar hay mucha sal (la suficiente para cubrir todo el planeta con una capa de 150 metros de espesor). Desde hace siglos sabemos que los ríos arrastran minerales al mar y que estos se combinan con iones en el agua para formar sales. Pero era desconcertante que los niveles de salinidad se mantuvieran estables. Algo extrae una cantidad de sal del agua equivalente a la que se incorpora a ella cada día. La solución la aporto el Alvin al descubrir las chimeneas marinas: actuaban como los filtros de las peceras. Cuando la corteza terrestre absorbe el agua, se desprenden de ella sales y finalmente el agua sale limpia de nuevo por las chimeneas. El proceso no es muy rápido, pero es eficaz.
No hay nada que ilustre mejor nuestra lejanía psicología de las profundidades marinas que el hecho de que durante años, décadas, el gobierno de Estados Unidos ha estado arrojando al fondo marino desechos radiactivas en las Islas Fallarone (a 50 de kilometros de San Francisco) desde 1946. Algo realmente burdo, que se detuvo en la década de los noventa, después de haber arrojado al mar cientos de miles de bidones en varios emplazamientos más. Claro que los yanquis no estaban solos: también lo hicieron Rusia, China, Japón, Nueva Zelanda y casi todas las naciones europeas.
¿Qué efecto ha podido tener esto en las profundidades marinas? Pues la verdad es que no lo sabemos.
Ignoramos de un modo asombroso las características de la vida en las profundidades. Sabemos poco hasta de las criaturas grandes, como, por ejemplo, la gran ballena azul, un ser gigantesco, enormemente grande, del que, hasta hace poco tiempo no teníamos ni idea de que existía. Incluso hoy no sabemos apenas nada. Y eso que estas salen a la superficie.
Más chungo es el tema con los animales que no tienen que salir, ya que viven siempre en las profundidades y es muy difícil estudiarlos. Por ejemplo el calamar gigante, otro animal de considerable tamaño, con los ojos como pelotas de futbol y tentáculos de 18 metros. Es el invertebrado más grande que conocemos. Sin embargo nunca hemos visto ninguno vivo. Según una estimación existen más de treinta millones de especies marinas sin descubrir.
Es cierto también que los mares del mundo no son ricos en formas de vida de un modo uniforme. Se considera naturalmente productiva menos de una decima parte del océano. Casi todas las especies prefieren las zonas poco profundas, donde hay calor, luz y materia orgánica abundante. Incluso donde prospera la vida, esta suele ser sumamente sensible a la perturbación, y nosotros estamos empeñados en hacer un mal uso de los océanos, arruinando y aniquilando especies enteras para nuestro consumo o por nuestros vertidos.
Además, tenemos un desconocimiento notorio de la dinámica que rige la vida en el mar. Mientras que la vida marina es más pobre de lo que deberá en zonas que han sido esquilmadas por la pesca abusiva, en algunas zonas pobres por naturaleza hay muchas más vida de la que debería haber. Los océanos australes, que rodean la Antártida, solo producen el 3% del fitoplancton del mundo, y, sin embargo, alimentan un ecosistema enorme. Las focas cangrejeras tienen el honor de ser la segunda especie más abundante de animales grandes, después de los seres humanos.
Sabemos muy poco del mayor sistema biológico de la tierra. Pero, como veremos en los siguientes capítulos, en cuanto se empieza a hablar de la vida, hay muchísimas cosas que no sabemos… entre otras cosas, como se puso en marcha por primera vez...
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