Cuenta la leyenda que sobre el Teatro Romea recae una terrorífica maldición. Corría el siglo XIX cuando, mediante la Desamortización de Mendizábal, el Estado confiscó numerosos bienes a la Iglesia. Esta ley afectó Al convento de Santo Domingo, al que le quitan el huerto y el cementerio. Sobre éste último se decidió construir un teatro.
El cementerio, supuestamente se trasladó a otro lugar, pero un monje del convento, no contento con esta medida, lanzó una maldición sobre el teatro y predijo tres incendios. En el primero de ellos no moriría nadie, en el segundo fallecería una persona, y en el tercer incendio, cuando el teatro estuviera completo, morirían todos.
Con el tiempo han aparecido diferentes versiones sobre esta superstición. Una de ellas apunta que la maldición pronosticó tantas destrucciones como reconstrucciones sufriera el teatro, mientras que otra sostiene que esta auguró sucesivos incendios sin más. Asimismo, existe una tercera leyenda, aún más explícita, que asegura que los dominicos profetizaron exactamente tres incendios, cada uno de los cuales sería más devastador que el anterior.
El proceso de expropiación y gestiones comenzó en 1842, dilatándose hasta la definitiva construcción del teatro en 1862 y su inauguración por la reina Isabel II.
Todo hubiese quedado como una curiosidad histórica si no fuese por que el teatro ha sufrido dos incendios; en el primero (1877) no murió nadie y el teatro se reconstruyó y se le cambió el nombre, de Teatro de los Infantes pasó a llamarse Teatro de la Soberanía Popular. En el segundo incendio (1899) murió una persona y se volvió a reconstruir, pasando a llamarse Teatro Romea.
Desde entonces, se dice que el taquillero o taquillera del teatro siempre se guarda una entrada para que de esta manera nunca se pueda cumplir la tercera maldición.
Lo curioso viene ahora, mirad este enlace a ver que os parece: http://www.laopiniondemurcia.es/murcia/2
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