LAS BOMBAS H QUE CAYERON EN ALMERIA

ByOskarele

Los años de la guerra fría entre las democracias occidentales y el bloque comunista estuvieron dominados por los arsenales nucleares que fueron amontonando ambos bandos. El riesgo de manejar estas armas atómicas no se hizo tan presente como en este caso de Almería.

En 1961 se inicia una operación denominada “Operación Chrome Dome”, en la que aviones B-52 cargados con armas nucleares estaban en vuelo continuamente dispuestos a atacar blancos soviéticos en cuanto recibiesen la orden. Claro, esto hacia necesario el reabastecimiento aéreo, como el que nos ocupa ahora.

El 17 de enero de 1966, un B-52 yanqui choco con un avión cisterna sobre la parte sudoriental de España. Ambos aparatos resultaron destruidos, aunque cinco de los siete tripulantes del b-52 consiguieron saltar en paracaídas, sobreviviendo cuatro. Lo chungo es que el B-52 transportaba cuatro bombas nucleares, de las cuales tres cayeron en tierra, cerca de la localidad de Palomares, en la Provincia de Almería, y una al mar.

Da la casualidad de que cerca otro B-52 estaba también reabasteciéndose, por lo que la alerta se dio casi al momento de la colisión. Noventa minutos después, Lyndon B. Johnson era informado de lo sucedido, y ordenaba que se hiciera todo lo posible para recuperar las cuatro bombas. Las autoridades españolas (hay que recordar que en 1966 aun esta vivito y coleando el dictador Francisco Franco) fueron informadas, y partió desde Estados Unidos un equipo de control de desastres con destino a Palomares. Las noticias filtradas a prensa, si bien informaban del accidente, no decían nada de las bombas caídas.

El equipo yanqui llego al tranquilo pueblo de Palomares y empezó a buscar las bombas H. Su llegada causo una alteración mayor de la pensada en la vida de los habitantes, ya que no explicaron que es lo que estaban buscando, además, iban equipados con trajes de protección y contadores Geiger. Tampoco ayudaba que los yanquis enviados no sabían ni papa de español.

Pronto se encontró la primera bomba, prácticamente intacta y sin radiación, el mismo día 17 de enero. Al día siguiente se encontraron otras dos bombas. En este caso los detonadores si habían explotado, pero no se había producido la explosión nuclear. Sin embargo, si había señales de contaminación por plutonio, por lo que se fijaron cinco áreas que posiblemente habían resultado contaminadas. Los emplazamientos 1, 2 y 3 eran los lugares donde habían caído las bombas. El 5 (no había emplazamiento 4) conectaba los emplazamientos 2 y 3, y era todo el pueblo de Palomares. El 6 estaba situado donde había caído la sección de cola. Todos eran radiactivos, excepto el 1.

Pero aun quedaba una cuarta bomba. Se pensó desde un primer momento que había caído en el mar, por lo que se organiza otro equipo especial encargado de buscarla. A finales de enero de 1966 había 700 norteamericanos establecidos en Camp Wilson, un campamento de tiendas de campaña montado junto al pueblo. Algunos se dedicaron a descontaminar la zona, retirando el suelo de la zona más afectada, con una superficie de 2.25 hectáreas. La tierra fue depositada en barriles sellados y transportada a Estados Unidos. Se roturo un mínimo de 115 ha. De tierra y la vegetación fue almacenada en pozos o quemada.

Las autoridades no pudieron disimular mas y tuvieron que reconocer lo que había pasado, hecho que rápidamente aprovecharon los soviéticos para protestar.

Finalmente, tras 42 días de búsqueda, el 1 de marzo de 1966, la bomba fue localizada por el minisubmarino Alvin a 869 metros de profundidad y 5 millas de la costa gracias a la ayuda de un pescador local, llamado Francisco Simó Orts, vecino de Águilas que observó el accidente ya que estaba faenando en el mar cerca. Desde este día a se le conoce como “Paco el de la bomba”. Claro que la recuperación no iba a ser fácil: hasta el 7 de abril no se consiguió sacar.

El incidente, aparte de la perdida de los dos aviones y su tripulación, costaría al gobierno norteamericano unos 80 millones de pavos y un enorme descredito político, mediático y social. Pero más le costó a la bonita zona de la provincia de Almería: Se calcula que el 15% del plutonio, unos 3 kg en estado natural, en óxidos y en nitratos, quedó esparcido en forma pulverizada y fue irrecuperable. Actualmente, Palomares es la localidad más radiactiva de España.

Existían en la zona del incidente rumores que hablan que cuando Manuel Fraga Iribarne, ministro de información y turismo, y el embajador estadounidense acudieron a darse el famoso baño en las playas, para demostrar que no estaban contaminadas, éste no se produjo en las playas de la zona accidentada (Palomares), sino en Mojácar (a 15 kilómetros). La realidad, no obstante, es que se realizaron dos baños, el primero, efectivamente en Mojácar, en el que solamente se bañó el embajador estadounidense Angier Biddle Duke y alguno de sus acompañantes y un segundo baño, ya en la playa de Quitapellejos en Palomares, donde de nuevo el embajador se bañó acompañado por el ministro de Información y Turismo español, Manuel Fraga Iribarne

El gobierno franquista tampoco suministró protección de ninguna clase a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza. La dictadura, bajo presión del Gobierno estadounidense, mantuvo secretos los informes de monitorización médica hasta que el gobierno socialista finalmente los desclasificó en 1986.

Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. En la actualidad hay alguna urbanización turística por los alrededores, lo bastante cerca como para que los coches pasen levantando polvo que entra en el circuito del aire acondicionado, por ello el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas. Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT.

Recientes mediciones relativas a la presencia de plutonio radiactivo (que se disuelve muy mal en el agua) en el plancton del Mediterráneo español han hecho pensar a muchos científicos que hubo una quinta bomba, nunca recuperada y ocultada por los Estados Unidos a los gobiernos de la democracia.

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