ByOskarele
Imagina lo chungo que sería vivir en un mundo dominado por oxido de dihidrogeno, un compuesto sin olor, ni sabor, en la mayoría de los casos benigno, pero a veces tremendamente peligroso: según el estado en que se encuentre puede escaldarte o congelarte, si se combina con determinadas moléculas puede formar ácidos terribles. En grandes cantidades, cuando se agita, puede golpear con furia tal que ninguna construcción humana lo resiste. Pero, sin embargo, no podemos vivir sin oxido de dihidrogeno. ¿No te suena?
Normalmente lo llamamos AGUA.
Por todos lados encontramos agua. Una patata en un 80% agua, una bacteria un 75%, un tomate un 95% y tu estas hecho en un 65% de agua, lo que te hace más líquido que solido en un margen de 2 a 1.
El agua es una cosa muy rara: informe y transparente, no tiene sabor, aunque nos encanta beberla, e incluso, nos encanta sumergirnos en ella… por todo eso no nos paramos a pensar en lo extraordinariamente asombrosa que es. Casi no hay nada en ella que puede emplearse para establecer predicciones fiables sobre las propiedades de otros líquidos: casi todos se contraen un 10% al enfriarse. El agua también lo hace, pero solo hasta cierto punto, en cuanto se encuentra a una distancia mínima de la congelación empieza a expandirse. Así, en estado sólido congelado es casi una decima parte más voluminosa. Además, el hielo, como se expande, flota en el agua (al ser menos denso). Esta propiedad es importantísima: si se hundiese el hielo y no quedase una capa superficial que retuviese el calor más abajo, el agua se iría haciendo cada vez más fría y creando cada vez mas hielo… por eso, por suerte para nosotros, el agua no hace ni puto caso a las normas químicas y físicas.
La formula química del agua es H2O, lo que significa que consiste en un átomo grande de oxigeno y dos átomos más pequeños de hidrogeno unidos a él. Estos átomos de hidrogeno se aferran con fuerza al oxigeno, pero, además, establecen enlaces con otras moléculas de agua, efímeros pero constantes. Un vaso de agua igual no te parece muy animado, pero cada molécula que hay en él está cambiando de pareja a razón de miles de millones de veces por segundo. Por eso las moléculas de agua se mantienen unidas formando charcos, lagos y mares, pero tampoco tan unidas como para no poder separase cuando te tiras de cabeza a una piscina.
No hace falta decir que estaríamos perdidos sin agua (con el calor que hace…). El organismo humano se descompone rápidamente si se ve privado de ella. A los pocos días desaparecen los labios, las encías se ennegrecen, la nariz se arruga y reduce a la mitad de su tamaño y la piel se contrae. El agua es tan importante para nosotros que no nos damos cuenta de que, en realidad, la mayor parte de la que hay en la tierra es venenosa para nosotros debido a la sal que contiene.
Nosotros necesitamos sal para vivir, pero solo en cantidades mínimas, y el agua del mar contiene mucha más de la que podemos metabolizar sin problema (unas setenta veces más). Las proporciones de sales y minerales en nuestros tejidos son asombrosamente similares a las del agua del mar (sudamos y lloramos agua de mar…) pero curiosamente no podemos tolerarla como un aporte, al producir en nuestro organismo una deshidratación enorme (las moléculas de cada célula se lanzan a intentar diluir y expulsar la afluencia de sal, dejando a las células peligrosamente escasas de agua).
En la Tierra existen 1.300 millones de kilometros cúbicos de agua. Y eso es todo lo que podemos tener. Es un sistema cerrado. No hay más. El agua que bebes ha estado por ahí haciendo sus cosillas desde que la Tierra existe. Hace 3.800 millones de años, los océanos habían alcanzado aproximadamente los volúmenes actuales.
El reino del agua se llama Hidrosfera, y es abrumadoramente oceánico: el 97% del agua está en los mares, la mayor parte en el Pacifico (mayor que todas las masas terrestres juntas), que contiene más de la mitad de toda el agua oceánica. La profundidad media de los mares es de 3.86 kilometros. El 60% de la superficie del planeta es océano con más de 1.6 kilometros de profundidad.
Del 3% del agua de la Tierra que es dulce (y por lo tanto, apta para nosotros), la mayor parte esta helada. Solo una cuantía ridícula (el 0.036%) se encuentra en lagos, ríos y botellas del supermercado, y una cantidad menor (0.001%) se encuentra en las nubes. Casi el 90% del hielo está en la Antártida (si vas allí, pondrás tus pies sobre 3.2 kilometros de agua helada), y la mayor parte del resto en Groenlandia (aquí solo hay unos 4.5 metros de medio). La Antártida tiene unos 906 millones de kilometros cúbicos de hielo, lo suficiente para elevar el nivel del mar unos 60 metros si se derrite…
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