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Gerald Stanley Hawkins, director del departamento de Astronomía de la Universidad de Boston, planteo en los años sesenta una teoría controvertida. Hawkins, ingles de nacimiento, es famoso por su trabajo en arqueoastronomía, prestando especial importancia a Stonehenge (también escribía sobre las Líneas de Nazca). Publico un artículo revolucionario en la revista fundada por Lockyer, “Nature”.
Antes de seguir una pequeña referencia científica: La visibilidad de un eclipse de Luna depende críticamente de un fino balance entre los leves planos de inclinación de las órbitas de los tres implicados, el Sol, la Tierra y la Luna. La orientación relativa de esos tres planos no sigue ningún ciclo anual, pero se aproxima a un ciclo de 18,61 años. Los astrónomos llaman a ese periodo un ciclo Saros -el nombre se lo puso Edmond Halley-, y siempre lo han usado para predecir los eclipses.
Hawkins se sabía una división por 3 que se le había escapado a todo el mundo: 56 entre 3 igual a 18,67. Los “56” eran los famosos (y citados en el artículo anterior) Agujeros de Aubrey, situados en el borde exterior del Henge. Estaba claro, Stonehenge también servía para predecir los eclipses solares. Los 56 agujeros habrían sido utilizados para marcar los 56 años que la luna tarda en completar su círculo de eclipse.
La implicación de todo esto, es que los 'diseñadores de Stonehenge' no solamente conocían la forma esférica de la Tierra y las causas de los eclipses, sino que también eran capaces de conservar y transmitir su conocimiento astronómico de una generación a otra. Junto a este sorprendente dato y muchos estudios más sobre el resto de piedras, publico en 1965 el libro “Stonehenge decoded”, en el que establece que el complejo megalítico era un "ordenador neolítico de uso astronómico", directamente, y se quedó tan ancho.
La comunidad arqueológica en general fue escéptica y sus teorías fueron rechazadas por notables historiadores especializados en el tema como Richard Atkinson, que denunció que el libro era “Tendencioso, arrogante, inmaduro e inconvincente”. No obstante, el libro se vendió bien y fue bastante popular entre miembros de la contracultura de los 60. Las teorías de Hawkins son todavía aceptadas con cautela, pero es de las pocas personas que ha logrado explicar, pese a quien le pese, lo que era Stonehenge.
Fred Hoyle, Cosmólogo y Profesor de Cambridge, fallecido en 2001 y bastante polémico por dos ideas sorprendentes (su modelo de Universo estacionario y la teoría de la Panspermia, que afirma que la vida no surge en la Tierra sino que llego a nuestro planeta a bordo de cometas), tras comprobar y estudiar los cálculos de Hawkins, declaró “la alta capacidad de los astrónomos de Stonehenge pone en evidencia la intervención en su construcción de una mente similar a la de Newton o Einstein”
Mas tarde, otro investigador importante, Alexander Thom, escocés e ingeniero, antiguo profesor de ingeniería en Oxford, escribió un libro titulado “Lugares Megalíticos en Gran Bretaña” (1967), en el que también plantea elevados conocimientos matemáticos y astronómicos en los constructores de Stonehenge. Thom viajó, junto a su hijo, a sitios prehistóricos de Inglaterra realizando mediciones y analizando los datos creados. Demostró la repetición estadística de determinadas formulas, identifico numerosas orientaciones solares en los círculos de piedra, que le llevaron a establecer un calendario de 8 meses.
También plantea un concepto interesante: la yarda megalítica, de 2.72 pies o 82.9 cm. Una medida común en los yacimientos megalíticos ingleses, según Thom, con un significado simbólico o mágico. Lo propuso en un artículo de 1955 titulado “A statistical examination of megalithic sites”, donde calculaba los diámetros de 46 círculos de piedras megalíticos ingleses. Thom registraba luego esos diámetros en un diagrama de frecuencias. Los resultados le llevaron a pensar que se había llegado a utilizar una unidad de medida, puesto que los picos de la distribución de frecuencias parecían coincidir con múltiplos integrales de una unidad que para los diámetros era de 5,435 pies (1,657 m). aunque el planteaba que empleaban el radio, más que el diámetro, ya que la circunferencia se hacía señalada con una cuerda sujeta al centro de cada círculo.
La teoría de Alexander Thom ha resultado muy criticada, pero a pesar de ello pudo existir una unidad fija de longitud. Si fuesen más precisos en sus medidas todas estos Henges y círculos de piedra se podría aceptar esta idea, pero por desgracia no lo son. Además, es bastante posible que esa repetición estadística se produjese por el empleo de medidas humanas (un paso, la altura de un hombre, la distancia entre las manos con los brazos extendidos…)
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