ByOskarele
En ese día imaginario que comentábamos en el artículo anterior, los continentes se desplazan y chocan a una velocidad enorme. Aparecen y desaparecen montañas, sierras y cordilleras. Se esfuman cuencas oceánicas y surgen en otro sitio. El hielo avanza y retrocede constante y enfermizamente. Y unas tres veces por minuto un resplandor nos indica el choque de un meteorito.
Si lo vemos así es extraño ver que hemos sobrevivido. La vida tiene una característica inherente y necesaria. Que se extingue. Además, con regularidad. Las especies, por complicadas y curradas que estén, por mucho que se empeñe en perdurar, acaban sucumbiendo. Y parece ser que, cuanto más complejas sean, más deprisa caen. Igual es por esto que la vida no es demasiado ambiciosa.
Así que cuando la vida hace algo valiente y atractivo es todo un acontecimiento. Y si ha existido un acontecimiento importante en la historia de la vida en la Tierra fue cuando decidió salir del mar a una superficie terrible: caliente, seca, bañada de una radiación ultravioleta chunguisima y muerta. Las aventureras criaturas que decidieron salir tuvieron que reconstruir y revisar sus anatomías para vivir en aquel ambiente hostil. En primer lugar se hizo necesario hacerse de una espina dorsal fuerte, no como la de los peces, para poder soportar el peso, esfuerzo que antes era menor por la ayuda del agua. Además tuvieron que aprender a respirar aire.
Además había un motivo de peso para salir del agua: estaba empezando a ser peligroso vivir allí. La lenta fusión de los continentes en una sola masa de tierra, Pangea, significaba que había mucho menos costa que antes, menos hábitat costero, por lo que la competencia aumentaba. Y encima surgió un depredador como se había conocido hasta entonces, tan perfectamente diseñado para el ataque que apenas ha cambiado: el tiburón.
Los primeros en salir fueron las plantas, hace unos 450 millones de años. Pero no lo hicieron solas: con ellas fueron algunos pequeños ácaros y otros organismos que necesitaban para descomponer y reciclar materia orgánica muerta en su beneficio. Los animales más grandes tardaron algo más, unos 50 millones de años.
Recuerdo como en mis antiguos y ochenteros libros de texto las ilustraciones mostraban estos primeros moradores de la tierra firme como una especie de salmón ambicioso con paticas o como un anfibio plenamente formado. En realidad fueron algo más parecido a los bichos bolas, o cochinillas de humedad, esos pequeños bichejos que salen despavoridos cuando levantas una piedra del campo.
Para quienes gusten de respirar oxigeno, fueron buenos tiempos. Durante el devónico y el carbonífero, periodos en los que floreció la vida en la superficie, los niveles de oxigeno llegaron al 35% (en la actualidad es un 20%). Esto permitió a los animales hacerse más grandes en un periodo menor de tiempo. Igual te preguntas ¿Cómo sabe este el oxigeno que había hace centenares de millones de años? La respuesta está en un campo del que soy absolutamente desconocedor llamado “geoquímica isotópica”. A ver si me explico:
Los antiguos mares del carbonífero y el devónico estaban petados de plancton encerrado dentro de sus diminutas conchas protectoras. Entonces, como ahora, el plancton construía sus casas de concha extrayendo el oxigeno de la atmosfera y mezclándolo con carbono y otras cosas, para formar compuestos duros, como el carbonato cálcico. Cuando estas criaturicas se mueren, se precipitan al fondo del mar, donde son prensados hasta formas piedra caliza. Consigo se llevan unas diminutas estructuras atómicas, entre las que se encuentran dos isotopos muy estables: el oxigeno 16 y el oxigeno 18.
Los isotopos, como dijimos en un artículo anterior, se acumulan a ritmos diferentes según la cantidad de oxigeno o de dióxido de carbono que haya en la atmosfera en el momento de su formación. Esto permite hacer calcular las condiciones que existían en el mundo antiguo: el porcentaje de oxigeno, la temperatura de la atmosfera y de los mares, los periodos glaciares… esto, junto a otro tipo de técnicas similares (como el estudio del hielo, de los niveles de polen, de la descomposición del carbono) permiten que podamos reconstruir con bastante precisión como fueron aquellas épocas.
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