EL MANUSCRITO VOYNICH. Capitulo II. La carta marci y Rodolfo II
bymoser
“Reverendo y distinguido maestro, padre en cristo; este libro que heredé de un íntimo amigo, estuvo destinado a ti desde que llegó a mis manos; porque estoy convencido de que nadie más que tú será capaz de descifrarlo”
Así comienza la carta que acompañaba al libro cuando Wilfred Wojnicz lo adquiere; la Carta Marci; su autenticidad ha sido verificada, y se convierte en el primer y principal recurso para remontarnos en su historia; una historia que no deja de ser una leyenda bien documentada.
Según esta, fechada en 1666, el Voynich habría pertenecido hasta hace poco a la casa real de los Habsburgo; Emperadores del Sacro Imperio Romano; mecenas de artistas y científicos y coleccionistas de enanos.
Y según explica el autor, es el propio Sr.Dr.Rafael, maestro de idiomas de la corte, quien le informa de que habría sido adquirido en tiempos de Rodolfo II y de que su autoría era atribuida al mismísimo Roger Bacon.
El médico alemán J. Marcus Marci es su autor y esta dirigida a su amigo, el entonces sabio de fama mundial y erudito lingüista, Athanasius Kircher; y no será la única; por 4 veces más será impelido a esclarecer el dilema; 2 veces más el propio marci; en realidad, a lo largo de treinta años fue molestado por tal asunto; sin que jamás ninguno de los demandantes encontrara respuesta. Quizás por falta de humildad o por no decepcionar a los q con tanta estima y seguridad le pedían consejo.
Kircher no fue un intelectual menor pero su extraordinaria fama, en especial como lingüista, era del todo inmerecida; si en el campo de la biología defendía la generación espontanea, como lingüista fue el primero en traducir el obelisco egipcio de la plaza del Vaticano; malamente la verdad pero eso no se supo hasta un par de siglos después de muerto.
Entonces estamos a principios del SXVII en la corte de Rodolfo II; primer lugar y tiempo en el que podemos situar el manuscrito con cierta seguridad; en adelante, con solo dar un paso ya tendremos los dos dentro del agua.
Rodolfo II era un tipo realmente feo q además hubo de perder los dientes ya de niño por enfermedad. Y digo esto porque será su corte, hecha a la medida de su persona, la propia donde un libro como el V tiene q llegar.
Su persona se compone de un gran interés por la cultura y de una igualmente notable tendencia al aislamiento y la depresión; desde su juventud las ciencias más exactas compartieron su tiempo de estudio con otras más heterodoxas como la astrología o la alquimia; su pasión por estas últimas creció hasta el punto de conformar el cuerpo central de la Kunstkammer; biblioteca habilitada por él mismo en su castillo de Praga, muy celebre en la época, y repleta de manuscritos, sobretodo de magia u ocultismo; en estas encontró fuente inagotable con la que nutrir sus neurosis; enfermo por obtener la piedra filosofal que le otorgara la eterna juventud; fue dando de lado a notables de la talla de Giordano Bruno por acercarse a dudosos o falsarios que terminaron decorando su castillo del mismo modo que ya lo hacían águilas o leones, orgias y enanos.
De la mano de alguno de estos estudiosos, astrólogos, alquímicos… no necesariamente farsantes, debió de llegar el libro a la Kunstrammer y al mejor postor de la época en este tipo de rarezas (no tanto; los manuscritos encriptados, en especial alquímicos, estuvieron de moda durante siglos) y no sería mucho presuponer que lo hiciera en el trascurso de una cena espectáculo organizada por el médico personal de Rodolfo, Hagecius, y a la q asistieron algunas de las personalidades mas influyentes del Imperio. Aquella noche delante de una tan cultivada audiencia 2 personajes llevaron a término el principio alquímico de convertir, en este caso el mercurio, en oro.
Los oficiantes del logro eran el ya por entonces celebérrimo John Dee y su compañero, el algo más dudoso alquímico, Edward Kelley; y por supuesto contaban para ello con un misterioso libro.
Capitulo III. John Dee y Edward Kelley
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