ByOskarele
El otro día me entere de una de esas cosas que solo pueden pasar en esta España nuestra. No porque este país tenga algo especial, que por otro lado tiene, si no porque estos hechos tienen relación con la historia, triste historia, de este país. Voy a intentar no herir sensibilidades ni fomentar ningún tipo de polémica, pero tampoco depende de mí al cien por cien, porque estos temas, lo sé a ciencia cierta, suelen levantar polvareda.
El otro día estuve hablando con un familiar de unas nueve décadas de edad. Un Señor, con mayúsculas, del campo, apegado a la tierra como pocos, fundador de una extensa familia de la que se siente orgulloso y que siente como si fuesen parte de su carne. Un Señor, con mayúsculas, que tuvo la desgracia de tener que luchar en una guerra que hubo en este país, pa el que no lo sepa, hace más de setenta años.
Resumiendo: el 14 de abril de 1931 el rey de España, Alfonso XIII, sale echando hostias del país ante unos comicios electorales en los que ganan los partidos republicanos. Se proclama la Segunda República Española. Rápidamente comienzan unos procesos de reformas para intentar solucionar varios males congénitos que estaban jodiendo el país desde, por lo menos, el siglo anterior. Como siempre, hay gente que no es demasiado amiga de las reformas, sobre todo cuando son sociales y progresistas. Así que desde un primer momento la República se vio cuestionada y atacada por los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad, especialmente encarnados en el ejército, el clero y los capitalistas.
Finalmente el 17 de julio de 1936, unos cuantos militares, ante el temor de que España se convierta en una república soviética (cosa que no estaba lejos de ser realidad, lo que hizo que muchos anarquistas también se enfrentasen, dentro del bando rojo, con los comunistas pro soviéticos), deciden levantar sus armas, y, en nombre de dios, iniciar una cruzada para rescatar España. Tres años después, el 1 de abril de 1939, termina la contienda, resultando ganadores la coalición de fuerzas nacionales, liderada por Francisco Franco, que, durante los siguientes 36 años, gobernara España, sin que el pueblo, en ningún momento, lo elija.
Más que nada porque nunca fue consultado.
El 20 de noviembre de 1975, “Franco ha muerto”. España comienza un proceso hacia la democracia, con el que, como siempre, no todos estuvieron de acuerdo. Muchos siguen sin estarlo.
Estos hechos, que yo, he de reconocer, solo conozco por los libros y por las antiguas historias de familiares que las han vivido, han marcado la conciencia colectiva de este país, hasta el punto de que hoy en día aun surgen enconadas discusiones sobre aquella Guerra Civil en la que murieron, entre un bando y otro, entre medio millón y un millón de personas.
A lo que iba, este Señor, con mayúsculas, del que os hablaba al principio, lucho en el bando republicano, en el bando de los rojos, yéndose a la guerra con la escasa edad de 17 años. Vio morir gente delante de ella, mato a otros en nombre de unas ideas que en aquella época no acababa de entender. Pasó hambre, frio, penurias, miedo, dolor… y perdió a un hermano, que, supuestamente está enterrado en alguna cuneta en Aragón.
Pues bien, hace poco la selección española de futbol se proclamo campeona del mundo. Para celebrarlo, un familiar de este Señor, tuvo la genial y prudente (ironía “on”) idea de colocar, orgulloso, la bandera del bando nacional, la bandera del pollo, pa entendernos, durante la celebración del triunfo.
Imagínense la cara de este Señor, con mayúsculas, cuando vio izada la bandera del dictador, la bandera por la que mato personas y por la que mataron a amigos y familiares. No daba crédito. Ante el malestar, visible y obvio, de este Señor, quitaron la bandera, sin mayores consecuencias.
No voy a entrar en la falta de tacto, que es evidente, ni en cuestiones políticas, ya que si fuese al revés, si este señor fuese fascista y le hubiesen sacado una bandera republicana, pensaría lo mismo.
A lo que voy es a lo siguiente: en primer lugar me sorprende comprobar como, por mucho que digamos que no, y especialmente en los últimos años, sigue habiendo dos Españas. En un lado, la España que considera justificada aquella barbarie, tanto por un lado como por otro, por unos motivos o por los contrarios. Hoy en día hay muchos que aun aventuran posicionarse en uno de los bandos, aunque no hayan vivido ni siquiera en la época de la dictadura (como es mi caso por ejemplo, que nací en el 76) y sin tener ni puta idea de lo chunga que es la guerra. Por otro lado hay muchos, aunque bastantes menos, que creen que ya va siendo hora de cerrar la herida, de hacer borrón y cuenta nueva, de tirar pa’lante, de respetarse mutuamente.
Igual hay una tercera España. Una España en la que cada uno se posiciona como quiere respecto a aquella contienda, defendiendo libremente sus argumentos, tanto de un bando como de otro, sin necesidad de insultar ni de llamar asesino al rival. Una España en la que se condena la dictadura de aquel señor, que aunque justificada para algunos, no dejar de ser una barbaridad por ser impuesta. Una España en la que se sacan los muertos de las cunetas y descansan por fin donde sus familiares quieren. Una España en la que se juzgue a los responsables de crímenes que aun estén vivos, de un lado y de otro, ya se apelliden “Fraga” o “Carrillo”. Una España formada por todas las “Españas” que quieran estar dentro.
Pero, desgraciadamente, esa Tercera España no existe.
Unos y otros nos empeñamos en reabrir las heridas. Unos y otros nos empeñamos en adscribirnos a un bando de la contienda. Y no existe por culpa del silencio de la transición, por culpa de no hacer bien las cosas, por culpa de la injusta justicia. Y sobre todo, porque no estamos todos, porque hay gente que aun busca a sus muertos en las cunetas.
Como aquel Señor, con mayúsculas, del que os hablaba.
Algunos seguiremos empeñados en que esa Tercera España exista algún día, mientras tanto, existe en los que la creemos posible ;)
ResponderEliminar