LA ERA ATOMICA, PARTE 4. EL GATO DE SCHRODINGER
Una de las cosas más inverosímiles de la ciencia, en especial de la física cuántica, es la idea del “Principio de Exclusión”, enunciado en 1925 por WOLFGANG PAULI. Viene a decir lo siguiente: ciertos pares de partículas subatómicas pueden “saber” instantáneamente cada una de ellas lo que está haciendo la otra, incluso en el caso de que estén separadas por distancias considerables.
Pauli planteaba que las partículas tienen una propiedad llamada giro o “espín” y, de acuerdo con la teoría cuántica, desde el momento en que determinas el espín de una partícula, su partícula hermana, por muy alejada que este, empezara a girar inmediatamente en la dirección opuesta y a la misma velocidad.
Es como si tuvieses dos bolas de billar idénticas, una en España y otra en Birmania, y que, en el instante en que hicieses girar una, la otra empezara a girar en dirección contraria a la misma velocidad exacta. Aunque parezca mentira, este fenómeno se demostró en 1997, cuando físicos de la Universidad de Ginebra lanzaron fotones en direcciones opuestas a lo largo de 11 kilómetros y comprobaron que, si se interceptaba uno, se producía una reacción instantánea en el otro.
Schrodinger, para ejemplificar el carácter escasamente intuitivo de este extraño mundo cuántico, expuso un experimento teórico famoso en el que se colocaba en el interior de una caja un gato hipotético con un átomo de una sustancia radiactiva unido a una ampolla de acido cianhídrico. Si la partícula se desintegraba en el plazo de una hora, pondría en marcha un mecanismo que rompería la ampolla y envenenaría al gato. Si no era así, el gato viviría. Pero no podíamos saber lo que iba a suceder, hasta que abriésemos la caja, así que no había más elección desde el punto de vista científico que considerar al gato como un 100% vivo y un 100% muerto.
Por estas extravagancias, la teoría cuántica fue aborrecida por muchos científicos, o al menos ciertos aspectos de ella, y ninguno en mayor grado que Einstein, lo cual era bastante irónico, pues había sido él quien había explicado que los fotones de luz podían comportarse unas veces como partículas y otras como ondas. Pero claro, la idea de la acción a distancia era una violación patente de la teoría de la Relatividad, ya que nada podía, según esta, superar la velocidad de la luz, y estas partículas lo hacían.
El problema principal era que la física cuántica introducía un grado de desorden enorme: de pronto necesitabas dos leyes para explicar la conducta del universo: una para las cosas grandes y otra para las chicas. La relatividad explicaba porque giran los planetas alrededor de los soles, pero no parecía afectar a las partículas. Era necesario encontrar otras fuerzas para explicar lo que mantenía unidos a los átomos, y en la década de los treinta se descubrieron dos: la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil.
La fuerza fuerte mantiene unidos a los átomos. Es lo que permite a los protones estar unidos en el núcleo. La fuerza débil se encarga de otras cosas, relacionadas principalmente con el control de los índices de ciertos tipos de desintegración radiactiva. La fuerza débil, aunque parezca mentira por el nombre, es miles de millones de veces más fuerte que la gravedad, y la fuerza fuerte es aun más potente, aunque su influjo se extiende a distancias minúsculas
El pobre Einstein no comprendía nada. Dedico el resto de su vida a buscar un modo de unir los cabos sueltos mediante una gran teoría unificada que explicase todo. No lo consiguió. De vez en cuando creía que lo había logrado, pero al final todo se desmoronaba. Con el paso del tiempo se fue quedando cada vez más al margen, y hasta se le llego a tener lastima.
Muchos piensan que desperdicio la segunda mitad de su vida.
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