...A LO MÁS GRANDE



Mientras los físicos de las décadas medias del siglo XX examinaban perplejos el mundo de lo muy pequeño, los astrónomos se hallaban igual de fascinados ante su incapacidad de incomprensión del mundo de las cosas grandes, el universo en su conjunto.

La última vez que hablamos de Edwin Hubble (el del telescopio) había decidido que todas las galaxias de nuestro campo de visión se están alejando de nosotros y que la velocidad y la distancia de ese retroceso son perfectamente proporcionales: cuanto más lejos está la galaxia, más deprisa se aleja. Hubble se dio cuenta de que esto se podía expresar con una sencilla ecuación: Ho=v/d (donde Ho es una constante, conocida como la constante de Hubble, v es la velocidad recesional de una galaxia en fuga y d la distancia que nos separa de ella).

Valiéndose de esta forma Hubble calculo que el universo tenía unos dos mil millones de años de antigüedad, lo cual resultaba embarazoso, porque por aquel entonces ya resultaba claro que había muchas cosas en el universo, incluida la tierra, que eran más viejas. Así que la única cosa constante de la constante de Hubble ha sido el gran desacuerdo sobre el valor que se le puede asignar.

Los astrónomos descubrieron en 1956 que las cefeidas variables eran más variables de lo que pensaban, lo que permitió establecer una nueva edad para el universo, gracias a estas estrellas-guía. Algunos propusieron en los 50 entre siete mi l y veinte mil millones de años de antigüedad, cifra no demasiado precisa, pero lo suficientemente grande para incluir por lo menos la formación de la tierra.

Incluso en una fecha tan reciente como 1994, unos astrónomos, basándose precisamente en mediciones del telescopio espacial Hubble, propusieron que el universo podía tener solo ocho mil millones de años… una edad que aceptaban podía ser menor que algunas de las estrellas que lo contenían.

Así en febrero de 2001, un equipo de la NASA utilizando un nuevo tipo de satélite de largo alcance, proclamo con cierta seguridad que el universo tiene 13.700 millones de años, cien millones arriba o abajo. Y así están las cosas, al menos por ahora.

Lo cierto es que hay mucho, incluso a un nivel muy básico, que no sabemos… por ejemplo, nada menos que de que esta hecho el universo. Cuando los científicos calculan la cantidad de materia necesaria para mantener unidas las cosas, siempre se quedan desconcertantemente cortos. Parece ser que el 90% del universo, si no mas, está compuesto por la “materia oscura” de Fritz Zwicky, del que hablamos en artículos anteriores… algo que, por su propia naturaleza, es invisible para nosotros.

Resulta algo jodido pensar que vivimos en un universo que no podemos comprender y, ni siquiera, ver, en su totalidad. Por lo menos tenemos los nombres de los dos principales culpables de nuestra ignorancia, y son muy divertidos: se dice que son WIMP (Weakly interacting massive particles, o grandes partículas que interactúan débilmente, que equivale a decir manchitas de materia invisible que son los restos del big bang) o MACHO (Massive compact halo objects, objetos con halo compactos y masivos, otro nombre en realidad para los agujeros negros, las enanas marrones y otras estrellas muy tenues)

Los físicos de partículas han tendido a inclinarse por la explicación basada en las partículas, las WIMP, mientras que los astrofísicos por la explicación estelar de los MACHO. Estos últimos han llevado la voz cantante por un tiempo, pero no se localizaron ni mucho menos los suficientes para entender la desproporción entre materia real y materia “necesaria” que planteamos antes. Así que la balanza se acaba inclinando por las WIMP… con el problema de que nunca se había localizado ni una sola. Dado que interactúan débilmente, son, suponiendo que sean, muy difíciles de identificar.

Pruebas recientes indican no solo que las galaxias del universo están huyendo despavoridas de nosotros, sino que, además, lo están haciendo a una tasa que se acelera, lo que contradice todas las expectativas. Además, parece que el universo puede estar lleno no solo de materia oscura, sino de energía oscura (los científicos le llaman también energía del vacío o quintaesencia). Sea lo que sea, parece estar pilotando una expansión que nadie es capaz de explicar del todo.
La teoría es más o menos “asin”: el espacio vacío no está vacío, sino que está habitado por partículas de materia y antimateria, que afloran a la existencia y desaparecen de nuevo, y que esas partículas están empujando el universo hacia fuera a un ritmo acelerado. Lo único que resuelve todo esto, curiosamente, es la fallida constante cosmológica de Einstein… aquel pequeño añadido matemático que introdujo en la teoría general de la relatividad para detener la presunta expansión del universo y que el califico como la mayor metedura de pata de su carrera.

Lo que está claro es que no tenemos nada claro: que vivimos en un universo cuya edad no podemos calcular del todo, rodeados de estrellas cuya distancia de nosotros y entre ellas no podemos conocer, lleno de materia que no somos capaces de identificar, que opera según leyes físicas sin sentido…

Ahora regresaremos a este bello planeta que nos cobijo y alimento, y consideraremos algo que SI entendemos… aunque hemos estado mucho tiempo sin entenderlo: vivimos en un planeta que se mueve.

Un planeta vivo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario