JOSE ANTONIO RODRIGUEZ VEGA. EL "MATAVIEJAS"



Se ganaba la confianza de señoras de entre 70 y 90 años, a las cuales violaba y estrangulaba simulando muerte natural. No sería raro considerarlo como unos de los mejores ejemplos de psychokillers de España: con numerosos antecedentes de violador serial, un mal día decidió llevar las cosas mas allá y terminó con la vida de dieciséis mujeres de edad avanzada en el corto lapso de un año. Un psicópata sin miramientos, que jamás sintió culpa ni remordimientos por los asesinatos que cometió.

Nadie podía pensar que José Antonio, un joven guapo, apuesto, bien educado y con ciertas dosis de seducción, albañil de profesión y con una vida aparentemente normal, iba a tener un lado oscuro. Y es que padecía algunos trastornos que mantenía ocultos, especialmente uno: la tortuosa y extraña relación que tenía con su madre, posiblemente unos de los desencadenantes de su barrena psicológica. Odiaba a su madre. ¿Por qué? Os preguntareis… parece ser que el conflicto con su madre comienza cuando esta le echa de casa tras agredir a su padre enfermo.

En prisión, entrevistado por una periodista, declararía convencido: "ha sido una venganza hacia mi familia. Ha sido una venganza contra mi madre. Al no matarla a ella pues, mira... Está el amor y el odio hacia la maternidad, y lo respetas... ¿Cómo vas a matar a tu madre, qué es la que te ha traído al mundo?"

Mucho antes de comenzar su sangrienta cacería de ancianas, ya era conocido en los ambientes policiales por su historial de violador (era conocido como “El violador de la moto”), motivo por el cual fue detenido (aunque se ignora el número exacto de mujeres que abordo).

Significativamente, cuando fue atrapado, gracias a su gran poder de persuasión, característico de los psicópatas, logro que casi todas las mujeres que había violado le perdonasen y retirasen los cargos, excepto una, por lo que su pena de 27 años se vio reducida a solo 8.

Una vez libre, y tras casarse con una disminuida psíquica, comienza con la espiral de violencia que le haría, desgraciadamente, famoso. Así, entre abril de 1987 y abril de 1988 violo y asesino a dieciséis ancianas, que, poco precavidamente, le abrieron las puertas de su casa, confiadas, pensando que iba a hacer alguna reforma o arreglo.

La policía española, hábil como siempre, no sospecho que esas mujeres ancianas, encontradas con las bragas bajadas y con claros signos de violación, habían muerto de forma intencionada. Los informes dictaminaron que todas habían muerte de manera natural por una parada cardio-respiratoria.

Menos mal que cometió errores.

En la casa de una de sus víctimas se encontraron muestras claras de violencia, lo que alejaba las causas naturales y en otra casa se olvido una tarjeta de visita con sus datos. La policía ataria cabos cuando descubrieron que en todas las casas se habían hecho reformas. Esto lleva a que en mayo de 1988 José Antonio sea detenido, confesando a la benemérita los crímenes de los que le acusaban.

Cuando fue registrada su casa, la policía encontró un bizarro escenario: una especia de casa del horror, un museo personal con suvenires de sus víctimas; televisores, cuadros, joyas, porcelanas, muñecas… Unos extraños y crueles fetiches.

En el juicio se mostro altivo, con un ego enorme, ávido de protagonismo, sin mostrar el más mínimo remordimiento ni dolor, ni siquiera cuando le condenaron a 440 años de cárcel (de los que solo cumpliría 30 por nuestro sistema penal…aunque, gracias a dios, no los cumplió)

"Es un psicópata desalmado al que son imputables los crímenes cometidos y en ningún caso se trata de un enfermo mental, sino que sabe lo que hace, aunque no siente nada" (Informe del Hospital Psiquiátrico de Carabanchel)

Después de desfilar por diversas prisiones (incluso compartió el sector de máxima peligrosidad con otro célebre asesino en serie como Manuel Delgado Villegas, "el arropiero", con el que entabló una macabradisputa), a José Antonio Rodríguez Vega, el "mataviejas", le llegó su final. Estaba seguro que al cumplir su condena saldría a la calle y volvería a hacer de las suyas. Incluso se permitía el lujo de amenazar a periodistas diciendo que iría a por ellos una vez fuera. Pero todos sabemos que dentro del mundo carcelario los violadores no son muy apreciados.

Así es que el 24 de octubre de 2002, otros tres reclusos de la unidad salamanquesa de Tropas le pusieron punto y final a la vida de Rodríguez Vega. Provistos de un calcetín con piedras dentro y dos armas cortantes de fabricación artesanal, esos presos con los que compartía el patio de aislamiento le propinaron más de un centenar de puñaladas, ante la mirada del guardia, que decidió no inmiscuirse ante la amenaza de los participantes… o por otros motivos que no merece la pena mencionar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario