LA TIERRA ESTA ROTA. TECTONICA
Hoy sabemos que la superficie terrestre está formada por entre ocho y doce grandes placas, según lo que se considere grandes, y unas veinte más pequeñas, y que todas se mueven en direcciones y a velocidades distintas. Unas son más grandes y activas, otras, en cambio, son pequeñas y dinámicas.
Una cosa importante: las placas solo mantienen una relación incidental con las masas de tierra que se asientan sobre ellas. La placa norteamericana, por ejemplo, es mucho mayor que el continente con el que se asocia. Nueva Zelanda, por su parte, se halla en la inmensa placa del océano indico, a pesar de encontrarse bastante lejos de él.
Además se descubrió que las conexiones entre las masas continentales modernas y las del pasado son infinitamente más complejas de lo que nadie había supuesto: resulta que Kazakstan estuvo alguna vez unido a Noruega y Nueva Inglaterra. Las Highlands escocesas y buena parte de Escandinavia son sustancialmente americanas. Las rocas, concretando, andan de un sitio para otro.
El movimiento constante impide que las placas se fundan en una sola placa inmóvil. Suponiendo que las cosas sigan el mismo camino que ahora, el océano atlántico se expandirá hasta llegar a ser mucho mayor que el pacifico, California se alejara flotando y se convertirá en una especia de Madagascar pijo. África se desplazara hasta el norte, haciendo desaparecer el mediterráneo y mi casica en la costa de Almería, haciendo, además, elevarse una cadena de montañas similar al Himalaya desde Paris a Grecia. Pero ¿A qué velocidad sucede todo esto? Gracias a los sistemas de localización por satélite podemos ver que Europa y Norteamérica se están separando aproximadamente a la velocidad que crece la uña de un dedo… unos dos metros en un vida humana…
La Tierra es el único planeta rocoso que tiene tectónica y la razón de ello es algo misteriosa. No se trata solo de tamaño o densidad (Venus es casi gemelo a la Tierra y no tiene actividad tectónica), pero puede que tengamos justamente los materiales adecuados en las cantidades justas para que la tierra se mantenga efervescente, y esto además es clave para el bienestar orgánico del planeta (cambios climáticos, procesos de extinción…)
Lo cierto es que la tectónica de placas no solo explicaba la dinámica de la superficie terrestre (como fósiles similares se encuentran a ambos lados del atlántico, por ejemplo) sino también muchos de sus procesos internos: los terremotos, la formación de archipiélagos, el ciclo del carbono, los emplazamientos de las montañas, las eras glaciales, los orígenes de la vida…
Aunque la distribución de los continentes en épocas antiguas estas menos claramente resuelta de lo que podía pensarse: los libros de texto proponen representaciones bonicas, pero poco acertadas, con nombres tan sugerentes como Laurasia, Gondwana, Rodinia y Pangea. El problema radica en que los elementos que se emplean para justificar estas divisiones son bastante antiguos, siendo casi siempre restos fósiles comunes o rocas.
Además hay muchos rasgos de la superficie que no explica la tectónica de placas: por ejemplo, gran parte de África meridional se ha elevado kilometro y medio en un centenar de millones de años sin ninguna actividad tectónica conocida relacionada. O Australia, que mientras se desplaza hacia el norte, se inclina y se hunde…
La explicación llegaría de la mano de un alumno aventajado de Harry Hess, actor principal de esta teoría; un joven llamado Walter Álvarez acabaría cambiando el mundo de la ciencia de una forma completamente distinta.
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