HISTORIA DE LA HERMANDAD MASÓNICA (PARTE 23) LAS REVOLUCIONES ESPAÑOLAS. LA GLORIOSA Y BOOM DE LA MASONERÍA EN ESPAÑA



A mediados de la década de los 60 del siglo XIX, el descontento contra el régimen monárquico de Isabel II, tanto en los ambientes populares, como en los militares y políticos, era enorme. Por un lado existían una grave crisis económica y un descontento con la actuación militar en Sudamérica. Así que los pronunciamientos se multiplicaban, como el que el masón Juan Prim protagonizo en 1966.

Los liberales y republicanos en el exilio acordaban promover mas desordenes para provocar un cambio de gobierno, no solo para que caiga Narváez, el presidente, sino para que caiga la propia reina. El momento definitivo llegaría en septiembre de 1868, cuando las fuerzas navales con base en Cádiz, al mando de Juan Bautista Topete, se amotinaron contra la reina, exactamente en el mismo lugar del levantamiento de Riego cincuenta años antes.

El movimiento iniciado en Andalucía pronto se extendió a otros lugares del país, sin que las tropas del gobierno hicieran frente seriamente a las de los pronunciados. Isabel se vio entonces abocada al exilio y cruzó la frontera de Francia. A partir de este momento y durante seis años (1868-1874) se intentará crear en España un sistema de gobierno revolucionario, conocido como Sexenio Democrático, hasta que el fracaso final lleve de nuevo al poder a los moderados.

La Orden masónica adquiere en este periodo fuerza y vigor. La Orden se estructura en dos organismos: El Gran Oriente Nacional de España de carácter más conservador y presidido por Ramón María de Calatrava y otro de tinte más progresista y avanzado, Gran Oriente de España que comanda Carlos Celestino Mañan y Clark.

Por otro lado estaban los masones que se agrupaban en torno a la Grande Oriente Lusitano Unido, una de las obediencias masónicas que mas influyo en la difusión de la masonería en España: desde esta época hasta finales del siglo se crean 83 logias españolas dependientes de la de Lisboa, acumuladas sobre todo en Andalucía. Pero poco a poco surgieron disidencias: algunas de las logias españolas se reunieron en asamblea en Sevilla, constituyendo el germen de una nueva obediencia masónica: la Gran Logia Simbólica Independiente Española, con sede en Sevilla, a la que se fueron incorporando gran parte de las logias del Oriente Lusitano.

El espíritu revolucionario que había conseguido derrocar al gobierno de España carecía sin embargo de una dirección política clara. La coalición de liberales, moderados y republicanos, gran parte de ellos masones, se enfrentaba a la tarea de encontrar un mejor gobierno que sustituyera al de Isabel. El control del gobierno pasó en un primer momento a Francisco Serrano, conocido masón y arquitecto de la anterior revolución contra el gobierno de Espartero. Al principio las Cortes rechazaron el concepto de una república para España, y Serrano fue nombrado regente mientras se buscaba un monarca adecuado para liderar el país. Mientras, se escribía una Constitución de corte liberal que finalmente era promulgada por las cortes en 1869, un programa legislativo de inspiración masónica, formado por catorce proposiciones, que entre otras reformas incluía las siguientes: libertad de cultos, supresión de las órdenes religiosas, secularización de los cementerios, sujeción del clero al servicio militar, matrimonio civil, etc.

La búsqueda de un Rey apropiado demostró finalmente ser más que problemática para las Cortes. Los republicanos se sentían en el fondo inclinados a aceptar a un monarca si éste era una persona capaz y acataba la Constitución. Juan Prim, el eterno rebelde contra los gobiernos isabelinos, fue nombrado dirigente del gobierno en 1869 y el general Serrano seria regente, y suya es la frase: «¡Encontrar a un rey democrático en Europa es tan difícil como encontrar un ateo en el cielo!».

Tras varios candidatos, finalmente se optó por un rey italiano, Amadeo de Saboya. Pero su reinado tan sólo duró 2 años y cuatro meses, entre 1870 y 1873, provocando la llegada de la primera república.

La inestabilidad política y las disensiones entre los partidos del gobernante se manifestaron en las tres elecciones generales y los seis gobiernos diferentes que hubo durante este breve reinado. Además, existía una oposición al régimen por parte de los carlistas, quienes se habían levantado en armas en 1872, los alfonsinos, dirigidos por Cánovas del Castillo y partidarios de que el hijo de Isabel II, Alfonso, fuese el rey.

Ante esta situación, Amadeo I abdica y las Cortes, en una reunión de ambas no prevista en la Constitución de 1869, proclaman la República el 11 de febrero de 1873

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