LA TIERRA SE MUEVE, PARTE 2. Y ESTA ROTA...
Pero la teoría de Wegener y su Pangea no fueron aceptadas inmediatamente: los escépticos plantearon soluciones del tipo “puentes de tierra”, para explicar la similar distribución de los fósiles a ambos lados de las cuencas oceánicas… y seria Arthur Holmes, aquel geólogo ingles que tanto hizo por determinar la edad de la tierra, quien aportaría una sugerencia interesante:
comprendió que el calentamiento radiactivo podía producir corrientes de convección en el interior del planeta, y que estas podrían ser lo suficientemente fuertes como para provocar el desplazamiento de los continentes de un lado a otro.
Así Holmes, en su popular “Principios de la geología física” de 1944, expuso por primera vez la teoría de la deriva continental, que, en sus ideas fundamentales, prevalece hoy en día, aunque en su momento fue enormemente criticada y tachada de radical y ridícula. Sobre todo por un problema: ¿Adonde iban a parar los sedimentos que arrastraban los ríos de la tierra? Los fondos oceánicos deberían estar llenos de estos sedimentos, pero no es así…
HARRY HESS, especialista en mineralogía, investigando precisamente esto en alta mar, constato que los fondos marinos, que según la teoría debían de ser muy antiguos y llenos de sedimentos, estaban, por el contrario, bastante limpios de estos acarreos. Pero además descubrió que el fondo marino estaba lleno de cañones, grietas y picos volcánicos.
El desarrollo de la oceanografía en los 50 trajo consigo un descubrimiento perturbador: la mayor cadena montañosa de la tierra estaba bajo el mar, desde Islandia, con rumbo sur, pasando por el centro del océano atlántico, por la punta meridional de África y adentrándose en el mar Indico para terminar en el pacifico. Unos 75.000 de montañas submarinas, aunque de vez en cuando afloraban a la superficie sus picos más altos (las Azores y las Canarias en el Atlántico, Hawaii en el Pacifico…)
Además contenía una anomalía espectacular: en el centro de la cordillera, en mitad del atlántico había un cañón de 10 kilómetros de anchura que recorría los 19.000 kilómetros de su longitud atlántica. Esto parecía indicar que la tierra se estaba separando en las junturas, como una nuez cuya cascara se estuviera rompiendo. Además en los 60 se descubrió que el fondo era más joven en la cordillera central y que se hacía más viejo a medida que te alejabas, hacia el este o el oeste. La explicación era clara: se iba formando corteza oceánica a ambos lados de la fisura. Este proceso se denomino ensanchamiento del lecho marino.
Cuando la corteza llegaba al final de su viaje en la frontera con los continentes, volvía a hundirse en la tierra en un proceso llamado Subducción, que explicaba a donde iba todo el sedimento: regresaba a las entrañas de la tierra. Harry Hess expuso todo esto en sus teorías, pero fue universalmente ignorado.
Mientras, otros dos investigadores, PATRICK BLACKETT y S.K. RUNCORN, basándose en las ideas del francés BERNARD BRUNHES (que había descubierto que el campo magnético de la tierra se invierte de vez en cuando, y que la crónica de este cambio se manifiesta en ciertos tipos de rocas), descubrieron que Inglaterra, en algún momento de su lejano pasado, había girado sobre su eje y viajado cierta distancia hacia el norte.
La tarea de atar todos los cabos sueltos correspondió a DRUMMOND MATHEWS y su alumno FRED VINE, que en 1963, valiéndose de estudios magnéticos del fondo marino, demostraron de modo concluyente que los lechos marinos se estaban ensanchando exactamente de la manera postulada por Hess, y que los continentes también estaban en movimiento. Estos si recibieron la aceptación por parte de la comunidad científica.
La expresión “Deriva continental” se desechó rápidamente al constatarse que estaba en movimiento toda la corteza terrestre y no solo los continentes, pero llevo tiempo ponerse de acuerdo en la denominación para los segmentos individuales: al principio se les llamo “bloques de corteza”, hasta que en 1968 se les comenzó a llamar “placas” y a la nueva ciencia “tectónica de placas”.
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