LOS LADRILLOS DE LA VIDA. PARTE 3: HONRARÁS A TUS PADRES


ByOskarele

Si estás aquí, sin duda alguna, es gracias a tus padres. Si estos no se hubiesen unido justo cuando lo hicieron (en ese segundo exacto), no estarías aquí. Ahora mismo puedes leer esto gracias a que durante un momento de placer, tu padre introdujo una semillica dentro de tu madre, y unos meses después, tras provocar mil y un dolores en tu progenitora, fuiste expulsado a este mundo cruel.

Pero, parate a pensar: si retrocedemos en el tiempo, esas deudas ancestrales se van acumulando. Simplemente, con que retrocedas unas ocho generaciones, hasta la época en la que nacieron Abraham Lincoln, Charles Darwin o Edward Allan Poe, encontrarás, más o menos, a unas 250 personas de cuyas uniones en el momento justo depende tu existencia actual. Si nos vamos un poquito más atrás en el tiempo, a la época de Cervantes, tendrás unos 16.000 ancestros intercambiando afanosamente material genético y fluidos con el milagroso resultado final que eres TÚ…

Veinte generaciones atrás, el número de personas a las que debes la vida se habrá elevado a un millón. Cinco generaciones antes de eso serán 30 millones. Treinta generaciones antes de ahora, tu número total de antepasados (no primos ni tíos, sino solo padres) será de más de 1000 millones. Si nos vamos hasta Roma (unas 64 generaciones), los esfuerzos corporativos de los que depende tu vida se habrán elevado hasta un trillón, varias veces el número total de personas que han vivido…

Evidentemente, algo está mal en estas cuentas.

¿Por qué?

Has de asumir que tu línea no es pura. No podrías estar aquí sin un poco de incesto (entendido en un sentido amplio del término), aunque se guardase una distancia genética prudencial. Con tantos millones de antepasados de tu importante estirpe, habrá habido multitud de ocasiones en las que un pariente de la familia de tu padre procrease con algún primo de la familia de tu madre. En realidad, si tienes como pareja a alguien de tu propia raza y de tu propio país, hay muchas posibilidades de que sea familia tuya, en una medida más bien variable, pero segura. De hecho, si sales a la calle, la mayor parte de la gente que te cruces será familia tuya.

Cuando alguien presuma que es descendiente de Cervantes o de los Reyes Católicos, piensa que, en parte, tú también lo eres.

¡Todos somos familia!

Y esto no debería ser extraño, pues somos todos igualicos, o por lo menos, bastante parecidos, aunque creas que tu belleza no tiene par… compara tus genes con los de cualquier ser humano, por lejano, inaccesible y feo que sea y te darás cuenta de que compartís un 99.9 % como mínimo.

Por eso somos una especie.

Y somos diferentes solo por un 0.1 % de genes, que son los que nos proporcionan nuestra egocéntrica individualidad. Si no fuese por este ridículo porcentaje seriamos todos iguales.
En realidad se puede afirmar que “el” genoma humano no existe: lo que existen son millones de genomas humanos, todos diferentes por las interminables combinaciones de nuestros genomas individuales (cada uno casi idéntico a los demás, pero diferente).

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