SÓCRATES. EL FILÓSOFO. PARTE 3: ¿FUE UNA CONDENA JUSTA? SEGURAMENTE, SI…


ByOskarele

Mucho se ha debatido sobre la cuestión del proceso a Sócrates y su posterior condena a pena de muerte. Y todos sabemos cómo termino la cosa: con el ateniense bebiéndose la cicuta. Partiendo desde nuestra perspectiva actual, conociendo como termino aquel juicio injusto, es necesario plantear primero lo terrible de la pena a la que se le condeno: al margen de si fue o no justamente condenado, la pena de muerte es una pena increíblemente excesiva para alguien que lo único que hizo fue pensar, por muy dañino y perjudicial que fuesen su pensamiento y sus acciones. No se puede matar a nadie por pensar. Sócrates se convirtió en un mártir de la filosofía, en alguien que decidió morir con valentía y arrojo defendiendo las ideas que pensaba hasta la muerte. Y esto le ha honrado, le honra y le honrara siempre. Es más, el mismo juicio en si fue una barbaridad y un despropósito.

¿Culpable o inocente? He ahí la cuestión. Sin la más mínima duda el veredicto más correcto, desde mi modo de entender, es la culpabilidad (reiterándome en que no se merecía, ni él ni nadie, ser juzgado por pensar y por llevar a cabo sus ideas filosóficas). Y además es culpable de todas las acusaciones que se hicieron contra él…

Seria culpable de Impiedad, de no creer en los dioses de Atenas, o por lo menos no creer como hay que creer, y de inventarse dioses nuevos, a los que solo él veía. Está claro que en ningún momento, ni durante su vida ni durante su defensa, Sócrates maldijo o mostro animadversión hacia los dioses de su pueblo, todo lo contrario, afirma creer en ellos, incluso plantea que son ellos (en concreto Apolo) los que le motivan en su búsqueda de la sabiduría. Sócrates atacó a los dioses con sus actos: relativizo sus capacidades y poderes, a la par que su importancia, al centrarse en el individuo como tal. El ser humano para Sócrates, mediante el “conócete a ti mismo”, era un dios en potencia.

El conocimiento de uno mismo nos acercaría a la divinidad, nos haría dioses.

Eso es una grave afrenta contra la idea de divinidad en si, como algo superior, por su naturaleza intrínseca, al ser humano. El hombre nunca puede ser como los dioses a no ser que estos dejen de ser lo que son. Sócrates relativizo, quizá sin darse cuenta, el poder de los dioses. Unos dioses con poder relativo quedan reducidos a cuentos, a leyendas.

Además Sócrates creía hablar con un ser interno, su daemon, que le aconsejaba que hacer, o mejor dicho, que no hacer ante determinadas circunstancias de su vida. Sería absurdo plantearnos si realmente hablaba con alguien o si era fruto de su imaginación (o quizá tenía algún desorden mental no diagnosticado). Pero el hecho estriba en que Sócrates consideraba que ese daemon suyo tenía un origen divino, por lo que, cuando intervenía para recomendarle que hacer, en realidad quien le estaba aconsejando eran las divinidades. Esto tuvo que ser un enorme insulto contra la concepción de la divinidad en la antigua Grecia, donde los dioses se mostraban prácticamente inaccesibles, interviniendo solo cuando ellos querían. El hecho de que ayudasen a nuestro protagonista en determinadas acciones de su vida, por lo menos eso creía él, equivaldría a considerarlo, por parte de los dioses, como un elegido, un enviado. Y esto era lo que realmente Sócrates pensaba. Más aun cuando se planteo contradecir al oráculo de Delfos, intentando demostrar que se equivocaba al calificarlo del hombre más sabio de Atenas.  Ni siquiera aquí acepto el mandato divino. A pesar de que luego comprobaría que tenía razón, siempre desde su lógica interna: era el más sabio de Atenas porque sabía que no sabía nada, porque sabía que el conocimiento nunca es pleno, siempre se está haciendo, siempre se está llenando.

Fue también acusado de corromper a la juventud, en el sentido de que mediante su retorica y su dialéctica convencía a los hijos para que se rebelasen contra las ideas de los padres.

Cierto es que Sócrates no fundo ninguna escuela, si tenía discípulos (entendidos como alumnos), ni cobraba por sus enseñanzas. Y también es cierto que otros filósofos y pensadores de la época, como los sofistas, sí que lo hacían. Pero el problema no está en si cobraba o no, o en si tenía pupilos o no. El problema radica en que el mensaje de Sócrates es “corruptor” por definición: el conócete a ti mismo que tomó Sócrates como punto de partida propio, a pesar de pertenecer al oráculo de Delfos, el individualismo racional basado en el constante debate contra las ideas asumidas “porque si”, era un claro atentado contra la labor educativa de los padres, pilar básico de una sociedad como la griega, sino de cualquier sociedad.

Sócrates no le dijo a ninguno de sus seguidores que se rebelasen contra sus padres, ni que dejasen sus casas para irse con él. Pero les dijo algo peor: les planteo a todos sus seguidores que pensasen por sí mismos, que pusiesen en tela de juicio todo lo que hubiesen considerado como verdad hasta ese momento, incluyendo lo que decían los políticos, los poetas o los filósofos, incluso lo que decía el mismo. En una sociedad como la griega, la educación de los hijos, tanto en lo referente al conocimiento como en lo referente a la moral, era una tarea de los padres, del padre, mejor dicho. El padre era el principal proveedor de verdad y de moral. Poner en tela de juicio esto, relativizar la educación paternal, era un grave atentado contra uno de los pilares del sistema social griego.

Incluso seria un atentado hoy en día (según algunos, claro).

También se acusa, aunque no fueron los motivos que lo llevaron a la muerte, a Sócrates de soberbia y de afán racionalista. Y también fue culpable de ambas cosas. Fue soberbio y prepotente desde el mismo momento en que no se cree la sentencia que dijo el oráculo de Delfos sobre el mismo: o quizá si se lo creyó, pero necesitaba justificarlo mediante hechos explícitos, proponiéndose de este modo hacer ver que los que dicen ser sabios no lo son. Pero esto lleva implícito lo siguiente: no es humilde en su postura porque es tramposo. El juzga a los que se creen sabios porque creen saber algo, pero en realidad no saben nada, como él, claro que el es consciente de que no sabe nada, y por eso es el más sabio. Esto es una postura increíblemente soberbia y prejuiciosa, y además errada, porque él considera que ser sabio es saber todo, es tener un conocimiento absoluto. Claro que no vas a encontrar a nadie que sea sabio desde este punto de vista, sobre todo cuando partes de que el único sabio eres tú, porque si sabes algo absoluto: que no sabes nada, que nunca sabrás nada, porque nunca sabrás TODO.

Además se mostro inmensamente soberbio durante su juicio: podía haber cedido, para evitar la pena de muerte, proponiendo una condena alternativa, tal y como planteaba el sistema griego de justicia. Pero no lo hizo, porque consideraba que era inocente de todo lo que se le acusaba, y que proponer una condena paralela equivaldría a reconocer la culpa. Pero es que ya había sido condenado como culpable: ya solo quedaba saber que iban a hacer con él. Podría haber elegido el ostracismo, el exilio o pagar una fuerte sanción económica, y hubiese sido comprensible, porque nunca es caro pagar por vivir. Está claro que le honra esta postura, que le honra su seguridad y su valor ante la muerte, pero, a la vez, es un enorme acto de soberbia, porque vida no hay más que una, y Sócrates decidió perderla antes que cambiar su pena.

Así que Sócrates fue culpable de todo por lo que fue acusado.

Pero, como ya hemos planteado, eso no justifica la tremenda injusticia que suponía tanto su juicio, como, sobre todo, su condena a muerte. Además de que su mensaje ha trascendido, hasta el punto de que hoy, dos mil y pico años después, seguimos dándole vueltas al caso de Sócrates, gracias a su muerte.

Igual por eso decidió morir y no proponer ninguna pena alternativa. Igual su daemon le mostro lo necesaria que era su muerte para que su mensaje perdurara durante siglos. Sócrates tenía que morir para predicar con el ejemplo, como Jesucristo, aunque el pobre ateniense no tuvo la suerte de resucitar tres años después… aunque leyendo los escritos de Platón lo mismo si lo hizo…

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