ByOskarele
Después de “Las tres luces”, Lang dirigirá otra obra maestra, “Dr. Mabuse, der spieler” (El doctor Mabuse), de 1922, de nuevo escrita por su mujer, Thea Von Harbou. Se trata de una intriga policiaca con estética expresionista, basada en la novela de Norbert Jacques, con una duración de cuatro horazas (motivo por el que se suele presentar en dos partes) y con un genial personaje protagonista, el El doctor Mabuse, un personaje ficticio, parecido a los malos de James Bond, con grandes habilidades para el disfraz, al igual que Fantômas, además de otros poderes como la telepatía y la hipnosis, que empleará para hacer el mal haya donde vaya, en una busca continua por joder al personal, básicamente. El mal en estado puro, se podría decir…
Tanto le gustó esta historia y este personaje que volvería a él en dos ocasiones, espaciadas en el tiempo por cerca de tres décadas: “Das Testament des Dr. Mabuse” (El testamento del Dr. Mabuse) de 1933 y “Die 1000 Augen des Dr. Mabuse” (Los mil ojos del Dr. Mabuse), su última película, de 1960. Ninguna de estas será tan buena como la original silente de 1922. La segunda, la de 1933, es la más politizada, algo loco si nos situamos en el contexto de una Alemania que ve impasible el ascenso del nazismo, y esto se muestra en la obra: Mabuse sirve de metáfora visionaria de lo que acabaría siendo Hitler en Alemania. Es más, el propio régimen la censuró y hasta hace poco no la hemos podido ver completa.
La de los sesenta fue su última peli, y es curioso, porque representa el regreso a Alemania, tras su largo exilio, de Lang y, por otro lado, el regreso a su personaje favorito, aunque con un tono bastante serie B y con una calidad bastante inferior, aunque con bastante éxito en taquilla.
Pero volvamos a su época muda: tras Mabuse rueda otra de sus obras maestras, “Die Niebelungen” (Los Nibelungos), de 1924, dividida también en dos partes: “Sigfried” (La muerte de Sigfrido) y “Kriemhelds Rache” (La venganza de Krimilda). Se trata de su intentona de hacer una especie de “Intolerancia” a la alemana, una obra representativa del espíritu alemán, y para ello se pasó dos años rodando una epopeya larguísima y curradisima, escrita de nuevo por su mujer Thea, basada en los poemas “El Fin de Los nibelungos” (1160), y “El Poema de los nibelungos” ( 1200) y con claras reminiscencias de la opera de Richard Wagner “El anillo del Nibelungo”
En la primera entrega, Sigfrido se encamina a la corte de Burgundia para pedir la mano de Crimilda, hermana del rey Gunther. Por el camino se las verá con el dragón Fafnir. La sangre del dragón muerto le hará invulnerable, con excepción de una parte de su espalda en la que ha caído una hoja de tilo. Gunther pone como condición para el matrimonio que Sigfrido le ayude a conseguir la mano de Brunilda. Sigfrido, con ayuda de una caperuza mágica que le proporciona invisibilidad, ayudará a Gunther a vencer a Brunilda en una serie de pruebas atléticas, debiendo incluso disfrazarse de rey posteriormente para cortejarla. Al conocer Brunilda la verdad, manda a Hagen dar muerte a Sigfrido.La segunda parte muestra los planes de Crimilda, que había jurado vengar a su esposo en la primera parte. Para ello se casa con Atila, rey de los hunos, y le insiste para que invite a su hermano Gunther, acompañado de Hagen y todo su séquito. Crimilda convencerá a los hunos para que ataquen a los burgundios, sucediéndose después una carnicería sin parangón hasta entonces en la pantalla grande. Al final, Crimilda apuñala a Gunther y Hagen, desplomándose poco después en el suelo sin vida.
De nuevo el tema central, como en “Las tres luces” es lo inevitable del destino: los personajes no pueden escapar a sus pasiones e instintos primarios. Su sino es el que marca el camino. Y de nuevo vemos referencias visionarias al posterior nazismo, que acogería esta épica mítica alemana como una peli de culto, aunque en realidad el mensaje de Lang era crítico.
Destaca una cosa especialmente de “Los Nibelungos”: fue íntegramente rodada en decorados construidos en estudio, ya sea tratase de una pradera cubierta por el rocío de la mañana o las estepas por las que desfilan los caballos de Atila, o los bosques, grutas y castillos. Todo eran decorados. El que no haya visto la peli no puede entender que me reitere en esto, pero es que los escenarios son realmente espectaculares y majestuosos, tanto que a veces superan a la propia historia.
Tras estas pelis llegaría el clásico de Lang por excelencia, “Metrópolis”… de la que hablaremos mañana.
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