REIVINDICO MI DERECHO A PODER DECIR “¿Y A MI QUE ME IMPORTA?

ByOskarele

Es raro el día que no llega alguien y me cuenta un cotilleo o un chisme sobre sí mismo o sobre un tercero, conocido o no de ambos. Suelen ser cosas intrascendentes y de escasa importancia. Que si fulanito ha sido visto con alguna damisela cogidos de la mano. Que si menganito es más vago que el sastre de Tarzan. Que si su esposa es aficionada al sexo extraconyugal… cosas que a mí, al fin y al cabo no me interesan. Pero me lo cuentan…

Es en esos momentos donde uno debería poder decir “¿Y a mí que me importa?, pero no lo hacemos porque es algo tremendamente brusco y asocial, osea, no es políticamente correcto.

Os pongo en situación, pa que me entendáis. El otro día, un señor que conozco, pero que no tiene conmigo mas relación que “hola” y “adiós”, de cuyo nombre no quiero acordarme, tras consumir varias copas de Ron, cual viejo bucanero de mar, estaba comentando, indignado, como un amiguete suyo le había dicho que unos días antes le había visto con una muchacha de la antigua Unión Soviética paseando en su flamante cochazo de diez millones de pelas. Este señor que os digo estaba enfadado porque decía que la gente es la hostia, que están pendientes de la vida de los demás, “que mas la dará a este tío con quien yo entre o salga” decía aireado.

Lo curioso es que, nada más acabar su charanga etílica, se acerca a mí y, ni corto ni perezoso, comienza a narrarme los encantos físicos de esta, parece ser, atractiva señorita, que además, según sus palabras, tiene unas enormes habilidades en las labores de la cama, aunque un escaso dominio del español. Por lo que me comentaba, la joven criatura no está muy de acuerdo con valores tradicionales como la monogamia o la fidelidad conyugal, por lo que tenia, siempre según sus comentarios, una vida sexual abierta y generosa. Yo, atónito ante semejante despropósito, no pude resistirme, y le solté un contundente “¿Y a mí que me importa?...

Teníais que haber visto la cara del tipo.

No sabía exactamente a qué se debía mi exaltado alarido. Me vi en la obligación de explicarme y le espeté: “Vamos a ver, lo que no puede ser es que hace unos minutos te estabas quejando de lo cotilla que es la gente, que si todo el mundo habla de la vida privada, que si patatin que si patatan… y luego tienes el valor de contarme a mí, que al fin y al cabo no soy tu amigo, ni siquiera un conocido, una intimidad como esta que me acabas de soltar. Si me lo cuentas a mí, y te quedas tan pancho, ¿Quién me dice que no lo contaras a todo el mundo? ¿Por qué te quejas de que la gente hable de tu vida privada si tu eres el primero que la haces pública? ¿Qué podrás contar de mi cuando no esté yo presente?”

Creo que no se quedó del todo satisfecho con mi explicación, como pude deducir del silencio cortante que se produjo nada más acabar mi exaltado discurso y de que se fue sin decir ni adiós del bar. Nunca me he caracterizado por mi sutileza dialéctica. Pero creo que tengo razón.

Por eso reivindico mi derecho, y el de todos vosotros, a decir “eso no me importa”. Es la única forma de acabar con el cotilleo y con el critiqueo tan, lamentablemente, populares en mi tierra, especialmente entre el sector femenino de la población. Al principio igual nos cuesta algún disgusto y algún problemilla, pero, si todos lo hacemos, si todos soltamos un contundente “¿Y a mí que me importa?” cada vez que alguien se ponga a contar chismes y rumores de terceros, creo que, a la larga, la cosa iría mejor para todos.

Incluso deberíamos decirlo cuando nos contasen cosas de su vida privada. ¿Nunca os ha llegado alguien que no sea un amigo y os ha dicho: “te voy a contar una cosa, pero es secreto, no se lo digas a nadie” Pues si es secreto, no me lo cuentes, en primer lugar, porque cuando me lo cuentes ya no es secreto y en segundo lugar, porque no quiero asumir la responsabilidad de ocultar una información ¿Y si alguien, a quien también le haya contado su “secreto”, se va de la lengua y me culpan a mí?
Prefiero no saberlo.

Por cierto, sabéis lo que me han contao…

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