LE FAUX MYSTÈRE (PARTE 26) LA BARRENA JUDICIAL DE SAUNIERE


ByOskarele

Pero surgen dos problemas con esto del tráfico de misas: en primer lugar, aun siendo brutales los ingresos que recibe por las misas, no son suficientes para cuadrar los enormes gastos en los que se implico en su megalómano proyecto en RLC. 

En segundo lugar, hay un detalle que se nos olvida: ¿Cómo puede ser que un cura local de una aldea de unos 100 habitantes reciba en 7 años 110.000 peticiones de misas? Sabemos que muchos de los fieles que le encargaban misas lo hacían desde sitios lejanos.

Por un lado es porque se le ocurrió la, por llamarlo sutilmente, extravagante idea de anunciarse en los periódicos, informando que el cura de RLC hacia misas por un franco (medio menos que el resto). Esta probado que recibía gran cantidad de giros postales y que solía encargar a personas del pueblo que los fueran a ingresar e Couiza. Pero, además, apelaba a numerosas congregaciones religiosas que le servían de nexo con los clientes de misas.

Pero sigue siendo extraña la enorme cantidad de peticiones de misa. ¿Es que hay algo especial en RLC para que la gente quiera que se celebren misas allí? Cuando promete dejarlo, parece que lo hace sinceramente, pero su sistema está en marcha y la rueda gira por su propia inercia. Le siguen llegando giros postales. Su poca decencia no le permite devolver la pasta.

Es lógico porque en 1910 los gastos del cura siguen siendo enormes. Sigue despilfarrando su fortuna en muebles, flores, tarjetas postales y sellos (que colecciona), objetos religiosos… además de gran cantidad de vestidos, blusas, sombreros, guantes, capas, juegos de cama y ropa interior para su amiga/amante/criada Marie Denernaud. En 1910 hace un pedido a un almacén de Paris para Marie valorado en 770 francos de la época (unos 12.000 euros).

Ese mismo año de 1910 realiza un encargo de un busto de su careto a la casa Monna de Toulousse, realizado primero en barro cocido y posteriormente en mármol de Carrara. Esto debió costar una fortuna. Pero además, por aquella época, se observa un claro aumento de los encargos de alcohol, que no ayuda demasiado a su permanente estado de depresión. Empieza a mostrarse desconcertado y alicaído, además se encuentra víctima de una sentencia de “suspensión a divinis”, que, encima, apenas se toma en serio, ya que ni se busca un abogado defensor ni se presenta ante el tribunal eclesiástico cuando lo convocan.

En su acta de acusación leemos: “acta de acusación que inculpa al abate Sr. Sauniere de trafico de misas, desobediencia a su obispo y gastos exagerados y sin justificar a los que parecen haber sido consagrados los honorarios de misas no realizadas… condenamos al Sr. Sauniere a una suspensión a divinis, para la diócesis de Carcasonne y de un mes de duración. Además, declaramos que el abate Sr. Sauniere está obligado a conciencia, a restituir los honorarios de las misas que no haya realizado, una cantidad que no podemos determinar, ya que no hemos podido recabar ni un solo justificante…

En esta ocasión debe tomarse en serio su defensa, buscándose, ante todo, un buen abogado, decantándose por el abad Huguet, con un supuesto prestigio en la profesión y unos honorarios mas bien caros. Huguet se da cuenta pronto de las posibilidades económicas del abad y no duda en saquearlo, pidiendo fondos en cada reunión. El 15 de octubre de 1910 defiende a Sauniere en Carcasonne ante el tribunal eclesiástico, aunque el abad no está presente. A la salida presume de haber ganado la partida y, unos días antes de la sentencia, escribe: “desde la audiencia del sábado por la mañana me estoy devanando los sesos intentando comprender el brusco cambio que se ha producido, pero no lo consigo y me deja estupefacto que el obispo se lance tan alegremente a un procedimiento cuya relevancia, sin duda, no llega a comprender".

El 5 de Noviembre se presentan ante el tribunal para recibir la sentencia: es esta la ocasión en la que es condenado a un retiro de diez días. El obispo no está dispuesto a zanjar el asunto con esta condena, y esto lo aprovecha el abogado Huguet para seguir sacándole los cuartos al cura. Convence a Sauniere de no dejar la cosa ahí y de llevar el asunto directamente a Roma, lo que no hará nada más que complicar la situación.

En Roma, la instrucción del proceso se alarga y Huguet no duda en reclamar más documentas y estipendios: la vida en la capital italiana sale cara y el abogado ha de afrontar gastos de hotel y restaurantes.

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