LA VIDA, COMO VENIMOS DICIENDO, ES MUY EXTRAÑA. PROSPERANDO ENTRE LA DESTRUCCIÓN


ByOskarele

Ya hemos visto que por masivas que fueron las extinciones, ninguna consiguió acabar por completo con la vida. Siempre hubo supervivientes, algunos milagrosos, como los corales. Pero es que, pa colmar el vaso, existen muchas movidas locales difíciles de explicar: las extinciones parecen haber sido más graves en el hemisferio norte que en el sur.

Nueva Zelanda, especialmente, tiene el privilegio de haber salido prácticamente ilesa de todas y, sin embargo, en su fauna autóctona apenas hay criaturas mayores que un conejo. En cambio en otros lugares la devastación fue absoluta.

Algunos animales, incluso, prosperaron.

Como nuestras amigas, las eternas tortugas. Se puede decir sin exagerar que el periodo que siguió a la extinción de los dinosaurios fue “La época de las Tortugas” o, parafraseando el titulo de aquella peli “Cuando las tortugas dominaron la Tierra”. Solo en Norteamérica sobrevivieron dieciséis especies.

Sin duda ayudó el hecho de vivir en el agua: les protegió del calor y las llamas del impacto del meteorito, pero es de suponer que también proporcionó más sustento en el periodo de escasez que siguió al evento. Los carroñeros también disfrutaron de una ventaja increíble.

Erróneamente, se suele decir que a la devastación del jurasico solo escaparon los animales chicos. En realidad, entre los valientes supervivientes estaban los cocodrilos, que no son precisamente pequeños (y en aquella época eran tres veces más grandes). Aunque es cierto que, en general, sobrevivieron los animales más pequeños: era un buen momento para ser un pequeño, de sangre caliente, miedoso y nocturno.

Era un buen momento para ser un mamífero poco evolucionado. Por eso sobrevivieron, porque se adaptaron mejor que nadie a aquella catástrofe.

Sin embargo, tampoco fue la cosa tan fácil para el colectivo mamífero: no comenzaron a multiplicarse salvajemente hasta rellenar los huecos dejados por la extinción, si no que continuaron otros diez millones de años más a la espera. Eso sí, en cuanto se pusieron en marcha se expandieron milagrosamente… a veces en un grado casi grotesco: durante un tiempo hubo conejillos de Indias del tamaño de rinocerontes y rinocerontes del tamaño de una casa de dos pisos.

Donde quiera que hubiese un vacio en la cadena depredadora ahí que iban los mamíferos a rellenarlo rápidamente.

Lo cierto es que el ser humano aun no ha tomado conciencia de lo milagrosa que es nuestra existencia. Estamos aquí gracias, o por culpa, de una serie de oportunos impactos de aerolitos extraterrestres, calentamientos y enfriamientos globales. Estamos aquí gracias, o por culpa, de la destrucción, el caos y la muerte.

Lo único que tenemos en común con el resto de seres vivos de este bonito planeta es que durante 4.000 millones de años, nuestros antepasados se fueron colando en el último momento por unas puertas que se cerraban, en las que solo cabían ellos y que la mayoría de animales no pudieron atravesar.

Pero lo cierto es que la vida continua pa’lante.

Siempre.

La vida sigue…

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